El pasado año, se celebró en la antigua Facultad de Educación y Humanidades de Ceuta un Taller de Motivación al Emprendimiento.
Era una de las actividades programadas dentro de las II Jornadas de Ingeniería Informática, Empresa y Sociedad, que en esa ocasión se dedicaban al emprendimiento universitario. El taller fue impartido por Miguel Castillo, un joven psicólogo de la empresa CoachinGlobal. Fue el punto de arranque para que varios grupos de estudiantes comenzaran a elaborar sus planes de empresa, sobre ideas que habían surgido en dicho taller. Algunos proyectos estaban relacionados con las nuevas tecnologías. Pero otros tenían orientaciones distintas.
Uno de estos proyectos era sobre elaboración artesanal de pan ecológico. Lo promovían dos mujeres. Una madre y una hija. Cumplían con todos los requisitos que se exigen en la propaganda oficial para gozar de la máxima protección y ayuda posibles. Edad (mayor y menor de 35 años); situación laboral (paradas desde hacía unos cuantos años); situación financiera (sin percibir prestaciones de ningún tipo desde hacía ya demasiado tiempo). Solvencia (todos los miembros de la familia en paro, aunque en uno solo de los casos). Pues bien, con este panorama y mucha ilusión, se pusieron a elaborar su plan de empresa, con el asesoramiento de profesionales de la Fundación General Empresa Universidad de Granada y de algún profesor de esta universidad.
Cuando el plan de empresa estuvo terminado y se comprobó que sus cifras eran lo más cercanas a la realidad, así como las posibilidades financieras para llevarlo a cabo, se solicitaron las oportunas subvenciones a los organismos correspondientes. Se trataba de fondos europeos. Primer problema. Eran miles de solicitudes las que realizaban en las mismas fechas. El plazo estaba a punto de concluir. El sistema informático estaba colapsado. Se intentó en varias ocasiones llevar la documentación para que quedara registrada en tiempo y forma. No fue posible. Los empleados del organismo se negaban a admitirla. Se tenía que hacer a través del sistema informático obligatoriamente. Después de algunos inconvenientes, por fin se consiguió. Solicitud admitida. Ya sólo faltaba que la comisión correspondiente se reuniera y decidiera.
Después de unos meses de espera, llegó la contestación. Se aprobaba la subvención. Alegría y celebración. Pero la realidad se imponía, una vez más, a la ilusión. Lo que subvencionaban, apenas llegaba a la tercera parte de lo que se necesitaba para poner el proyecto en marcha. Y lo más grave. No te daban un euro hasta que la actividad estuviese en marcha y se pudiese justificar hasta la última peseta de lo que se decía que se iba a invertir. Pero además, no sólo había que presentar facturas. También copias de las transferencias efectuadas a las cuentas de los proveedores. Y copia de los movimientos de la cuenta corriente de varios días antes y varios días después a la operación, para garantizar la veracidad de la misma.
Esto supuso tener que pedir un préstamo. Evidentemente, con las restricciones presupuestarias actuales, las garantías que los bancos exigían triplicaban lo que te prestaban. Y los intereses eran prohibitivos. Es decir, o estas dos mujeres tenían a algún amigo, o familiar, que les avalara, o no sería posible obtener el dinero suficiente para llevar a cabo su proyecto. Y si esto no lo conseguían, la subvención se perdía. Afortunadamente, a través de la denominada banca ética y sostenible (Triodos Bank, en este caso), se pudo conseguir la financiación necesaria, a un precio razonable. Claro, con el aval de la subvención concedida, la garantía del sueldo fijo de un familiar, y la seguridad que ofrecía el local en el que se realizaría la actividad, que era de propiedad familiar.
Superado todo lo anterior, ahora viene la parte más complicada. A partir de este momento, habrá que hacer frente a todos los gastos fijos calculados en el proyecto. Se venda o no se venda el producto. Este será el problema. En los manuales que se utilizan en las escuelas de negocios se les habla a los alumnos de un mito muy conocido. Se dice que “cualquiera puede comenzar un negocio”. Y sí, a pesar de las dificultades relatadas anteriormente, quizás sea la parte más fácil. Pero el desafío consiste en sobrevivir.
La conclusión final es doble. Todo lo que nos cuentan sobre el emprendimiento como solución al paro actual es una falacia. Y lo de las facilidades para iniciar tu propia actividad, una falacia mayor. Pero hechas estas advertencias, yo sigo siendo de la opinión de que se debe seguir fomentando la idea del emprendimiento entre los jóvenes estudiantes. Aunque si se hace bajo los principios de la cooperación, la sostenibilidad y el apoyo mutuo, mucho mejor.