Estimado Dr. Ramchandani: en un artículo publicado en El Faro de Ceuta (27 de octubre de 2013), usted afirmaba: “… en mayo de 2007 (realicé) la ceremonia de bienvenida (avahana puja) a la estatua de Gandhi, que se encuentra en la Plaza de la Paz (frente a los Baños Árabes), obra de Ginés Serrán Pagán, con la cual no estoy de acuerdo por no ser a escala real y carecer de las gafas redondas, un símbolo tan característico de Gandhi”.
Quisiera informarle de que la escultura de Gandhi lleva las gafas redondas que usted menciona. Si se fija, alrededor de los ojos, aparecen incrustadas. Las esculpí así para evitar que la deteriorasen o saquearan. La figura lleva puesta las gafas redondas tan características de él. Las esculpí de esta forma original a sabiendas de que esta clase de elementos medio sueltos y frágiles en una escultura pueden ser objeto de actos de vandalismo.
Gandhi comenzó a usar gafas en la década de 1890, cuando vivía en Londres, pero no las usaba todo el tiempo. Parece que empezó a ponérselas permanentemente en noviembre de 1921, durante una manifestación que hizo en Bombai. Durante ese tiempo también decidió raparse la cabeza y dejar de usar la ropa occidental prefiriendo llevar el khadhi tradicional (ropa que él mismo hilaba y tejía). Un cambio drástico que simbolizaba su dedicación absoluta por conseguir la libertad de su país usando la no-violencia. En el Gandhi Museum de Mudarai, India, se exponen unas lentes idénticas a las que usó el mismo día que fue asesinado en Nueva Delhi, en 1948, pero no son las auténticas. En el National Gandhi Museum de Nueva Delhi se pueden comprar unas réplicas por 450 rupias. Tres pares de gafas que le pertenecieron fueron subastadas en 1997, 2006 y 20012. En la subasta de 20012, se llegó a pagar cerca de 40.000 euros por unas gafas de Gandhi. Se afirma que en una ocasión un coronel del Ejército indio le preguntó a Gandhi que de dónde le venía su inspiración y el Maestro, regalándole las gafas al oficial militar que llevaba puestas, le respondió: estos son “los ojos” que me dieron la visión de una India libre.
Con respecto a la escala de la escultura que usted menciona, no todas las esculturas, sobre todo las realizadas en bronce –por el coste tan caro que supone la fundición–, tienen que ser a escala real o humana. Si se considera la altura del pedestal, se ha podido elevar la escultura a unos tres metros de altura.
Sentí siempre una gran admiración por Gandhi. Ha sido una fuente de inspiración. Desde hace 25 años, he venido exponiendo mi obra de arte en la India, en la galería de arte más antigua de Nueva Delhi, Doomi Mal Art Gallery, en Connaught Place. Y en los últimos tres años he expuesto durante dos veces consecutivas en Nueva Delhi, en el India Art Summit. He creado obras en Jaipur, Delhi, Bombai… Tengo coleccionistas y amigos esparcidos por diferentes ciudades y le tengo mucho cariño al país.
La escultura de Ceuta la realicé con toda mi admiración hacia Gandhi, a su testimonio, a la India y a la paz. No quise mostrar simplemente a un héroe del pasado sino a un ser humano maravilloso que todavía vive en los corazones de millones de personas: sabio, humilde, caminando siempre de prisa, con una eterna sonrisa en sus labios...
La aleación que usé en la fundición de cobre de un 85% de cobre, 5% de estaño, 5% de plomo y 5% de zinc garantiza a la escultura una vida de miles de años.
El Gandhi de Ceuta es la escultura original. Hice tan solo una reproducción que se ha expuesto en Miami y Nueva York, y tengo que decir con humildad que ha sido reconocida como una de las mejores esculturas que se han realizado sobre Gandhi en el mundo, hasta tal punto que su nieta Ela Gandhi, miembro de la organización ANC, en Sudáfrica, la alabó y me pidió que hiciera una versión pequeña de ella para donarla en los premios que otorgan sobre la paz.
En definitiva, lo que yo he querido reflejar, con la presencia de su figura esculpida en bronce, es lo importante que es para la convivencia en Ceuta guardar respeto a las creencias religiosas de la comunidad hindú. Igualmente he tratado de expresar esa tolerancia y respeto en las otras tres culturas que coexisten en la ciudad esculpiendo a tres personajes históricos de ámbito universal vinculados a Ceuta: Enrique el Navegante, Al Idrisi y Joseph ben Yehudá.
Crecí en una sociedad donde mis amigos tenían tradiciones y culturas diferentes a las mías; eran musulmanes, judíos e hindúes y me invitaban a sus casas a compartir sus fiestas. Nos respetábamos los unos a los otros. Es precisamente esa diversidad cultural la fuerza más importante de Ceuta. Me siento orgulloso de haber nacido y vivido en ese mosaico de culturas. La pintura y la escultura me han servido como puentes para unir culturas. Frente a los conflictos y la complejidad que conlleva la diversidad, el Arte es un vínculo esencial para promover la tolerancia, el diálogo y facilitar la coexistencia.
Aunque después pasé la mayor parte de mi vida en otra ciudad multicultural como Nueva York, no olvidé de esos principios tan importantes que aprendí de niño. Quise hacer esculturas que representaran las cuatro culturas y religiones con las que crecí en Ceuta para fomentar el diálogo, la educación, la identidad, facilitar canales de comunicación, y a través del Arte reflejar la riqueza de ese crisol de culturas donde la convivencia y la paz son posibles.
En 2008 las gafas de la estatua de Gandhi fueron robadas en el Memorial de la ciudad de Pietermaritzburg (Sudáfrica). Un año después, un periódico de Jacksonville, la Florida, publicaba que las gafas de su escultura en la Universidad de North Florida habían sido saqueadas. Y el Village Voice deNueva York comentaba, en abril de 2011, que habían robado las gafas de la escultura de Gandhi en Union Square.
Esto no ocurrirá con mi escultura. Gandhi llevará puestas sus gafas durante miles de años en Ceuta.