Cada vez que un servicio estadístico, estatal o privado, radiografía la ciudad y sus diagnósticos revelan carencias o una Ceuta mal parada a nivel nacional surgen voces que alertan de que los muestreos a este lado del Estrecho, por minúsculos, pueden distorsionan peligrosamente la realidad.
Quizás sea esa la explicación –o también esa tendencia tan natural a no contestar en las encuestas lo que realmente se piensa– a las conclusiones, aparentemente dispares, que arrojan algunos estudios elaborados por el INE, el organismo nacional que se encarga de tomar el pulso a la realidad social del país.
Vayan por delante un par de ejemplos. Con los últimos datos actualizados de la Encuesta de Condiciones de Vida, Ceuta encabeza un buen puñado de rankings, y no precisamente favorables. Somos, desde hace tiempo, la región que tiene el dudoso honor de ostentar la mayor tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, que planea sobre el 40 por ciento de la población, duplicando la media nacional. Si se utilizan los parámetros fijados por la UE en su programa Estrategia 2020, el porcentaje escala incluso hasta el 47 por ciento. Tampoco andamos mejor si se sondean los bolsillos: la media de ingresos netos reconocidos por los ceutíes durante el pasado año 2013 se redujo a unos exiguos 9.336 euros, lejos de los 14.312 del País Vasco o los 12.823 de Madrid y por encima solo del furgón de cola que comparten canarios, castellano-manchegos, andaluces, murcianos y extremeños, que a duras penas superaban los 8.000.
Hasta ahí parte del lastre que arrastra la ciudad, que pulula y se hace notar a lo largo de otras decenas de tablas y estadísticas. La sorpresa llega cuando los encuestadores del INE, por ejemplo, se colocan a pie de calle y preguntan a los ceutíes cómo libran la batalla diaria contra la crisis. Si en el resto de España ni siquiera uno de cada cien ciudadanos se atreve a responder que lo hace “con mucha facilidad”, en Ceuta el porcentaje se duplica, alcanza el 2,2 por ciento de optimistas y lidera la clasificación nacional. Líderes en pobreza y, al mismo tiempo, en bolsillos holgados. Hay quien en ese contraste encuentra argumentos para la teoría de que la ciudad se está partiendo en dos en función de los recursos económicos disponibles.
Otro de los parámetros que evalúan la calidad de vida también arroja dudas. En línea con las restricciones en el bolsillo que manifiesta el grupo mayoritario de la población, hay un 19,5 por ciento de ceutíes que arrastra graves problemas para hacer frente al pago mensual de su vivienda (hipoteca o alquiler), la mayor tasa de España. Sin embargo, el volumen de propietarios, siempre según las cifras publicadas por el INE, no para de crecer. Tanto, que invierte incluso la tendencia nacional: si entre 2004 y 2013 el porcentaje de los inquilinos de inmuebles que pueden presumir de ser sus dueños ha caído del 80 al 77 por ciento, en Ceuta ha escalado desde el 60 hasta el 79 por ciento. Por encima de la media y a la cabeza del país. A ello puede haber contribuido que el parque de viviendas sociales y gratuitas ha caído del 12 por ciento de 2004 al 6,2 por ciento del pasado 2013.
¿Y el atractivo para las grandes cadenas?
“Venimos a Ceuta no solo por el atractivo de los clientes potenciales de Marruecos, sino porque estamos convencidos de que el nivel de renta es mucho más alto de lo que revelan las encuestas”. Quien lo afirma es el director de Expansión de una de las últimas grandes cadenas comerciales que ha desembarcado en la ciudad. Insiste en que no aparezca su nombre ni el de su empresa porque en cuestiones de marketing y estrategia comercial impera el secretismo. Su análisis, aporta respuestas a la incógnita de por qué un enclave con esa supuesta tasa de pobreza no deja de ejercer como imán para sectores como el de la distribución o el textil. “Detrás de la apuesta por un lugar concreto hay muchos estudios, muchos informes previos. Nosotros no somos nadie para llevarle la contraria a las estadísticas, pero no detectamos que haya cuatro pobres entre cada diez ceutíes”, asegura la misma fuente.