Se ha celebrado en Granada en estos días el XIV Foro Internacional sobre Evaluación de la Calidad de la Investigación y la Educación Superior. Se trata de un importante evento en el que colabora el Ministerio de Educación, la Conferencia de Rectores, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, junto a editoriales científicas de prestigio y otros centros de investigación.
El programa ha sido bastante amplio y multidisciplinar, habiendo participado profesores e investigadores de casi todas las ramas del conocimiento, que han contado sus experiencias. Aunque también ha habido conferencias de temas de tremenda actualidad, impartidas por importantes expertos de las agencias de evaluación y evaluadores de revistas de prestigio.
Me llamaron especialmente la atención varias conferencias. Por ejemplo, la impartida por Rector de la Universidad de la Coruña, Julio Abalde, con un amplio currículum a sus espaldas y una enorme experiencia, respecto al proceso de acreditación y evaluación al que están sometidos todos los centros universitarios españoles. Hizo un interesante resumen de nuestra historia más reciente, que comenzó en la década de los 90 del pasado siglo, pero que ha llegado a un colapso generalizado en la actualidad. Cada vez son más programas los que han de acreditarse. Los procesos son largos y tediosos, y ocupan el tiempo de muchos profesores. Sintéticamente nos expuso que habíamos llegado a una situación tan alarmante, que “media España” estaba evaluando a la “otra media España”.
Para resolver la situación hay alternativas. Y él las dio. Desde usar herramientas existentes más sencillas y potentes, hasta coordinar actuaciones y bases de datos, para evitar duplicidades innecesarias, o caminar hacia la evaluación de los centros, en lugar de los programas. Evidentemente, para todo ello hay que cambiar normativas y analizar los problemas que habría en la práctica. El problema es, según yo lo pienso, es saber si al Gobierno actual le interesa solucionar el problema o colapsar la Universidad Pública, para así justificar sus preferencias a favor de las universidades privadas y el elitismo en la educación superior. Pienso que ha dado muestras suficientes de haber empezado a solucionar algo del problema generado, cuando las presiones y las aritméticas parlamentarias le han forzado.
Otra conferencia muy interesante fue la que el profesor Gualberto Buela-Casal impartió acerca de cómo escribir y publicar artículos científicos. Para desmitificar un poco las leyendas que corren por ahí acerca de la baja calidad de los artículos que se publican, empezó contándonos lo que se llama “efecto Sokal”. No es más que el efecto que produjo hace años la publicación de un artículo científico “falso”, por el profesor Sokal, para así demostrar cómo en determinadas situaciones los editores no cuidaban la calidad de lo que publicaban, fijándose más en las formas. Desglosó con mucho detalle el funcionamiento de las revistas científicas de prestigio y trató de justificar el por qué las mismas rechazaban más de dos terceras partes de todos los artículos que les llegaban, incluso aunque fueran muy buenos. El problema es que, además de muy buenos, la dinámica endiablada del mundo actual nos ha impuesto la norma de que también han de ser los mejores. De esta forma se mantiene, supuestamente, la calidad de las publicaciones más excelentes. Aunque, como en muchos factores de la vida, un aspecto muy importante era el coste de la edición. Este era el verdadero problema a la hora de seleccionar determinados artículos, o de dejar fuera de las publicaciones temas buenos.
Lo que sí me llamó la atención, tanto en esta exposición, como en otra dedicada a las reglas para la redacción de proyectos de investigación, fue que, cada vez más, se buscan ideas buenas, aunque los datos y las metodologías no sean las mejores. En la actualidad, tiene más probabilidades de ser publicado, o de ser aceptado un proyecto, en el que la idea que se desarrolle sea muy buena y clara, aunque el equipo de producción y los materiales con los que cuentan no sean muchos, que al contrario. Esto, que parece una obviedad, no lo es tanto, si pensamos que hasta hace poco la tendencia era al revés. Se premiaba a los equipos que más medios y recursos tenían (los buenos, pero también los más cercanos al poder), aunque las ideas y las investigaciones que realizaran no sirvieran para mucho. El cambio es importante y, sin duda, favorecerá el progreso de la ciencia, desde el punto de vista de su utilidad para la humanidad.
Me sentí especialmente identificado con la defensa de la figura del becario de investigación que hizo el profesor medioambientalista, Gustavo Slafer, del Instituto Catalán de Investigación. A la queja que manifestó un profesor del público sobre las pegas que ponían los evaluadores de proyectos de investigación, para conceder becarios para los trabajos de estos proyectos, respondió que los que tienen que trabajar son los técnicos y los investigadores, no los becarios. A los becarios se les ha de contratar para enseñarles, no para aprovecharse de ellos y usarlos como mano de obra barata. Toda una lección de ética de un investigador de prestigio.
Por nuestra parte, nuestra contribución fue muy humilde. Les mostramos los resultados de la puesta en marcha de un proyecto de innovación docente en varios centros y titulaciones de la Universidad de Granada, respecto a diversas materias de la economía de la empresa. Nuestro proyecto consistía en demostrar que la mejor metodología de enseñanza para los futuros profesionales del mundo de la empresa era a través de las Guías de Trabajo Autónomo, que mediante los guiones elaborados por los profesores, consiguen que sean los propios alumnos los que construyan su propio aprendizaje ante un mundo tan cambiante y competitivo, al que se van a tener que enfrentar. Los resultados abalaron nuestra posición. Pero los detalles los dejo para otra ocasión.
En general, una buena iniciativa y un magnífico foro internacional, en el que expertos de la educación superior y la investigación científica de todos los campos, han expuesto sus ideas y preocupaciones. Lástima que el sofocante calor y las pésimas comunicaciones de la bella ciudad de Granada, no hayan ayudado mucho al éxito de las jornadas.