Durante las campañas que tuvieron lugar en el Protectorado español de Marruecos, existieron diversas fuerzas integradas por marroquíes que intervinieron de una u otra forma a favor del Sultán, de su delegado en la zona Norte el jalifa y, en definitiva, de la nación protectora que era España.
Con antecedentes en unidades similares formadas durante la ocupación española de Argelia y cuyos restos llegaron a Ceuta desde Orán, vía Cartagena en octubre de 1791, existieron en dicho protectorado, las tropas del Majzén (mehal-las jalifianas), Policía Indígena, Fuerzas Regulares Indígenas y, por último, las llamadas tropas irregulares auxiliares. Estas últimas formaciones fueron los gums, harkas y otras de menor entidad.
Los gums, de inspiración francesa, estaban integrados por paisanos a caballo que realizaban acciones muy rápidas y puntuales, aprovechando su gran movilidad. La única unidad de este tipo que existió fue creada en 1915 por el capitán Carlos Muñoz Rocatallada y tuvo una vida efímera. Sin embargo, las harkas encajaron mejor en la organización española y estuvieron operativas desde 1924 hasta 1927 y la más conocida, ejemplo de las demás, fue la que tomó el nombre de su kaid, el xérif Abd el Malek el Meheddin. Él mismo nombró como segundo en el mando a su hijo Hassan.
Aunque los primeros pasos para la creación de esta unidad fueron dirigidos por el teniente de caballería Juan Hernández Menor, su jefe administrativo como se llamaba eufemísticamente al instructor y asesor, fue el comandante de infantería José Valdés Martel, auxiliado por los capitanes del mismo cuerpo Agustín Muñoz Grandes y Miguel Rodríguez Bescansa, junto al oficial del mismo empleo en artillería, Luis Martí. Estuvo integrada en principio por 100 hombres que pasaron pronto a 300 y a los dos meses quedó constituida por una fuerza de 1.443 harkeños, casi todos del poblado de Azib de Midar, donde Abd el Malek había fijado su residencia. Pronto se pudo contar con varios kaid mía (cien hombres), kaid jamsin (cincuenta) y kaid jamsa u ácherin (veinticinco). Cada jefe mandaba a familiares o personas que le reconocían como tal debido a su prestigio. Incluso, antes de un proyectado avance sobre la kabila de Beni Tuzín, se organizaron dos mías de caballería, a cargo del teniente Hernández Menor. Los 200 caballos fueron facilitados por el Depósito de ganado de Melilla.
Algunas de las actuaciones en que intervino la harka de Abd el Malek resultaron un fracaso e incluso, en la acción sobre el poblado de Beni Buyari en el sector de Midar, contra las fuerzas de Abd-el-Krim, cayeron 500 hombres de la harka, casi el 50% de sus efectivos y, entre ellos, el propio Abd el Malek, sucediéndole en el mando su hijo.
Un hombre prestigioso
Abd el Malek era considerado un hombre de gran prestigio aunque no estaba a la altura de su oponente, Abd el Krim. Procedía de Argelia donde su abuelo, el mítico Abd el Kader, fue un gran héroe de la resistencia contra los franceses. Nació en Siria durante el exilio de su padre y recibió una educación de calidad. Tras un apoyo efímero al Roghi pretendiente al trono de Marruecos, sirvió algún tiempo en el ejército francés y llegó a ser oficial con el Sultán Abd el Aziz, pasando a prisión por orden del sucesor Muley Hafid, hermano del anterior. No obstante fue liberado finalmente y se le nombró jefe de la Policía jerifiana en Tánger. Pero este destino no debió parecerle importante y con posibilidad de aventuras, por lo que volvió a Taza y durante años fue una pesadilla para los franceses, a los que combatió sin descanso financiado por los alemanes, pues eran los tiempos de la primera guerra mundial y se pretendía inmovilizar fuerzas galas en Marruecos. El enlace alemán con Abd el Malek era Jorge Gerlach de Fard y su sucesor Herman Barles que operaban desde Melilla y los asesores militares de la harka fueron el coronel Duldenfels y el comandante Olauck, ambos del ejército alemán, que asesoraban en las operaciones disfrazados de bereberes.
Además, durante esos años en que los dos países protectores estuvieron encontrados, Francia toleraba el tráfico de armas, municiones y pertrechos con destino a la zona española, mientras España consentía igualmente las acciones de combatientes de la otra zona y, entre ellos, al citado xérif Abd el Malek. Al terminar la conflagración, España se vio obligada a colaborar con Francia y cometió varios errores bajo presión diplomática gala. En efecto, entregó a los franceses a varios seguidores de Abd el Malek que se habían refugiado en Melilla y, anteriormente, encarceló a un amigo de España, el kadí kodat (juez de apelación en causas musulmanas) Mohamed ben Abd el Krim el Jatabi que, a partir de ese momento, se convertiría en un enemigo irreconciliable de España.
Con posterioridad, ante la tibia respuesta de los supuestos aliados franceses en la revuelta rifeña de 1921, las autoridades españolas acogieron a Abd el Malek y terminaron ofreciéndole el mando de una harka para oponerse con su prestigio al carisma de su peor enemigo, el ya Emir del Rif Abd el Krim, y ello pasando por alto los volubles antecedentes del xérif. Sin embargo, a pesar del armamento facilitado, de los prestigiosos oficiales instructores y de la experiencia del cabecilla, este perdió la vida en la mencionada acción de Beni-Buyari contra los hombres de Abd el Krim.
Los descalabros de la harka no terminaron ahí ya que en septiembre de 1924, en un asalto a las trincheras que impedían el paso de un convoy a Buharrás, volvieron a sufrir gran número de bajas y entre ellas el jefe de instrucción de la unidad, el Comandante Valdés.
Llega el comandante Varela
El 7 de Octubre de 1.924 se hizo cargo de la harka el comandante José Varela Iglesias y enseguida comenzó su reorganización a fondo, unida a un entrenamiento en profundidad, cosa harto difícil por la misma composición y características de este tipo de unidades.
La harka era una fuerza irregular en la que se enrolaban kabileños por el tiempo de una acción. Había “harkas amigas”, llamadas así cuando operaban a favor de los españoles y “harkas enemigas” si combatían a favor de Abd el Krim o cualquier líder del otro bando. Para llevar a cabo una misión por cuenta de España sus integrantes recibían un fusil Mauser reglamentario, los de caballería un mosquetón y se les desarmaba al terminar su trabajo. Igualmente, eran instruidos diez harqueños de cada mía (cien) en el uso de las granadas de mano Laffite. Sin embargo muchos integrantes de la unidad ahora llamada Varela, permanecieron en activo durante meses, si bien fueron cubriéndose las numerosas bajas. La misión de la harka era atacar guardias enemigas, golpes de mano a poblados, emboscadas a convoyes, agresiones a zocos, robos de ganado del otro bando, razzias a Kabilas y, en general, una guerra de guerrillas para la que estaban especialmente dotados, tanto los marroquíes como los oficiales españoles.
Los ascensos en la harka eran por méritos de guerra y, en otros casos, se premiaba a los hombres con rebajas de servicio, permisos para ir a sus casas o gratificaciones en metálico. Cuando morían harqueños en acción, al tratarse de tropas irregulares, no disfrutaban de haberes pasivos y, simplemente, se entregaba a su familia una indemnización de 1.000 pesetas si fuera kaid, 500 en caso de tratarse de un sargento (mokadem), 300 pesetas para los cabos (maunins) y 200 en el caso de los soldados.
Los sueldos se pagaban de fondos reservados de la Comandancia general de Melilla y después de la Jefatura de Intervenciones militares. En la época de Abd el Malek, los harkeños cobraban cuatro pesetas diarias e igual los kaides, a menos que estos realizaran alguna acción importante, en cuyo caso recibían un sobresueldo. Después, con el comandante Varela, cambió la situación y los sueldos en cálculo anual variaban entre las 4.200 pesetas del kaid mía a las 2.007,50 de los sargentos y las 1.277,50 de los harkeños. Los soldados españoles que realizaban trabajos administrativos cobraban 1.277,50 pesetas, si bien estos recibían, además, 91,25 para vestuario. Hay que tener en cuenta que en 1924, los sueldos de los oficiales en tan peligroso destino eran los siguientes, también en cálculo anual: comandante 16.200, capitanes 12.840 y tenientes 8.000, computando también gratificaciones de residencia, mando de tropa indígena, gratificación por mando, montura, etc. Con estas cifras, la harka completa de unos 1.000 hombres tenía un presupuesto al año de algo más de millón y medio de pesetas.
La harka en acción
Durante el tiempo que permaneció en servicio, la harka creada por el xérif Abd el Malek y continuada por Varela, sufrió 24 bajas de Jefes y Oficiales, 11 kaides y 958 harkeños, lo que para una unidad de un millar de hombres, era una cifra muy alta. Como fuerza irregular sus métodos resultaban muy expeditivos y a veces de una extrema dureza. El botín, la destrucción de los bienes del enemigo y las razzias eran sistemas de lucha de unos hombres que debían atacar por sorpresa y retirarse rápidamente, sin dejar pistas o testigos de su paso.
Por otra parte los oficiales debían ganarse el respeto de unos combatientes que no obedecían por el principio de disciplina como los soldados en el ejército regular. El harqueño, en principio un mercenario, luchaba por seguir a su kaid, frecuentemente familiar suyo, por ideales, codicia o incluso por venganza, con lo que el militar español que figuraba como asesor o instructor, debía demostrar cada día su valor y coraje.
El hecho es que, con esta forma peculiar de actuar, la harka Abd el Malek o Varela intervino en emboscadas, incursiones en territorio enemigo, reconocimientos nocturnos, captura de prisioneros para información, eliminación de guardias, auxilio a aviadores caídos, protección de trabajos de Ingenieros, escolta de convoyes, etc. Los hombres de Varela y después de Martínez Zaldívar o Ferrer Madariaga, lucharon desde las tórridas temperaturas del Rif en la ocupación del Monte de las Palomas, tras el desembarco de Alhucemas, hasta los combates bajo una inesperada nieve de Abril, en los más altos picachos de Yebel Tamalahuit, sector de Ketama.
Terminadas las campañas de Marruecos, la harka recibió quince días de permiso y acabó disolviéndose si bien se autorizó, excepcionalmente, la concesión de recompensas como la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, con y sin pensión y la de Sufrimientos por la Patria, lo que vino a reconocerla, a última hora, como unidad militarmente organizada.
Otras harkas operaron durante la última campaña de Marruecos y siempre llevaron el nombre de sus jefes. Así se hicieron muy populares las harkas o mías independientes de Muñoz Grandes, García Valiño, Capaz, del Miziam, etc. Los organizadores y oficiales recibieron en general el reconocimiento de sus superiores por la labor realizada. Pero nadie recuerda ya a los cientos de harkeños que murieron o quedaron inválidos por una mísera paga, defendiendo la autoridad de un Sultán al que nunca vieron, mientras peleaban bajo una bandera que no era la propia.