Días atrás, en el pleno del Ayuntamiento de mi pueblo, Dílar, se aprobó una importante propuesta sobre la prohibición del uso del herbicida glifosato en las vías públicas y alrededores de los centros educativos, deportivos, de culto y otros lugares de interés, por unanimidad. A este acuerdo se llegó tras la moción presentada por los grupos progresistas, que iba avalada por las firmas de unos cuantos cientos de vecinos de esta localidad. Era la segunda vez que se intentaba.
El origen estaba en las protestas que se hicieron en años anteriores. Incluso algún que otro ciclista, de los cientos que vienen a este lugar a practicar dicho deporte, en alguna ocasión había mostrado su extrañeza por el hecho de que el Ayuntamiento de la localidad fumigara con herbicidas los jardines y parques públicos, además de los alrededores de los colegios públicos. No entendían cómo en un municipio enclavado en el Parque Natural y Nacional de Sierra Nevada, alejado de la voracidad especuladora de la construcción, se cometían atentados medioambientales de este tipo.
El glifosato es un herbicida de los más usados en el mundo. Fue inventado por la empresa estadounidense Monsanto en 1974. Su aplicación se incrementó exponencialmente con la liberación de los cultivos transgénicos resistentes a los herbicidas. El aumento de su uso produjo resistencia en más de veinticinco tipos de malezas, creando así un círculo vicioso que llevaba a aplicar cada vez más glifosato. De hecho, hay estudios que demuestran haber encontrado cantidades elevadas de residuos de glifosato en alimentos, fuentes de agua, test de orina, sangre y leche materna en varios países, principalmente en los productores de transgénicos. En los Estados Unidos, más del 90% de la población tiene pesticidas detectables en su orina y sangre.
En los relatos del Calendario Lunario de 2021, Huerto y Vida Ecológica, se explica que en todas las demandas planteadas, los jueces dictaminaron en favor de las víctimas porque tuvieron evidencias de que Monsanto sabía los riesgos y no lo explicó debidamente en su información ni en su estrategia comercial. Por ello, en el transcurso de estos juicios, Monsanto ha tenido que desclasificar (liberar) documentos internos que prueban que tenía informes propios muy tempranos que mostraban el potencial carcinogénico del glifosato y que, pese a ello, se dedicó durante años a publicar artículos de apariencia científica para negar la toxicidad del producto.
Fue en 2015 cuando la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), calificó como probable carcinógeno para los humanos al herbicida glifosato. Este herbicida químico es de amplio uso en el mantenimiento de parques y jardines, carreteras, vías férreas y otras infraestructuras. Países como Francia, han prohibido su venta. La Directiva marco para un Uso Sostenible de los Plaguicidas, aprobada por el Parlamento Europeo el 13 de enero de 2009, aconsejaba minimizar o prohibir el uso de plaguicidas a lo largo de carreteras, en los espacios utilizados por público en general, o por grupos vulnerables, como los parques, jardines públicos, campos de deportes y áreas de recreo, recintos escolares y campos de juego y los espacios cercanos a los centros de asistencia sanitaria.
Aunque no está rotundamente demostrado que el glifosato tenga efectos cancerígenos en humanos, sin embargo, los estudios demuestran que hay altas probabilidades de que los tenga, así como evidencias de que tiene unos efectos toxicológicos importantes. También hay evidencias de que se generan perjuicios importantes al medio ambiente, como muerte de anfibios, o efectos negativos sobre el arbolado joven. Pero lo más importante es que existen alternativas viables a los herbicidas químicos, mediante métodos mecánicos o térmicos.
Muchos científicos agrícolas y expertos creen que una de las claves para reducir el hambre y la pobreza en el mundo, así como los efectos medioambientales nocivos de la agricultura, está en desarrollar sistemas de agricultura sostenible (G.T.Miller).
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura especializada), promueve la agroecología, como una forma de transformar los sistemas agrícolas y alimentarios, integrando la agricultura sostenible a gran escala, para así lograr el Reto del Hambre Cero y muchos otros Objetivos de Desarrollo Sostenible. Según este organismo, el marco de la agroecología se basa en los siguientes elementos: diversidad, creación conjunta e intercambio de conocimientos, sinergias, eficiencia, reciclaje, resiliencia, valores humanos y sociales, cultura y tradiciones alimentarias, gobernanza responsable, economía circular y solidaria.
Según el “Informe del milenio” (Millennium Ecosystem Assessment Report), los cambios en el ecosistema “…han producido un incremento de los costes en términos de degradación de los servicios naturales que estos ecosistemas proporcionaban, aumentando el riesgo de cambios no lineales y el aumento de la pobreza para algunos grupos de personas. Estos problemas, sin dirección ni control, harán que disminuyan los beneficios que las futuras generaciones puedan obtener de los ecosistemas”.
Afortunadamente, como se indica en el “Manifiesto sobre el futuro de los alimentos” (www.solowfood.it/ita/sf_cose_ampagne.lasso), “En el mundo están floreciendo miles de nuevas iniciativas para promover la agricultura ecológica, la defensa de los pequeños agricultores, la producción de alimentos sanos, seguros, culturalmente diversificados y la regionalización de la distribución, del comercio y de la venta. Una agricultura mejor no sólo es posible, sino que ya se está haciendo realidad”.
Esperemos que esta iniciativa que se ha adoptado en nuestro municipio sea el comienzo de decisiones similares en otros y que estas sean la semilla de una futura declaración de “municipios libres de glifosato”, que a su vez ayuden a fomentar la agricultura ecológica, como forma de emprender otra forma de vida más respetuosa con el medio ambiente y con nosotros mismos. Sería una magnifica forma de contribuir a frenar el cambio climático y algunas de sus más terribles consecuencias, como es la propagación de nuevos virus, a consecuencia de haber traspasado los límites en el necesario respeto a la naturaleza.