Corría el año 2010 y habíamos acudido a un Congreso de la Asociación Portuguesa de Desarrollo Regional sobre Turismo y Sostenibilidad en la bella isla de Madeira. El lugar de celebración fue Funchal, capital de la isla, en la sede de la Universidad de Madeira, que acogía el evento. Fueron dos las ponencias que presentamos desde la Universidad de Granada.
Por un lado hablamos de la evolución de la economía ceutí y del impacto que podría causar en la misma el desarme arancelario programado por Marruecos, que terminaba en 2012. Por otro, hablamos del cambio productivo que se había originado en España, precisamente en las regiones fronterizas con Portugal.
Esta semana, cuando leíamos, con tremenda desolación, las noticias del terrible incendio que ha cercado Funchal, y veíamos las impactantes imágenes del mismo, hemos hecho memoria de los maravillosos días que pasamos en ese lugar, de la amabilidad de sus gentes, de los hermosos parajes que rodeaban la capital, de las impresionantes vistas que se podían contemplar desde cualquier lugar, o de la paz y tranquilidad que se respiraba en sus calles. Visualizando la colección de fotos y videos que aún conservamos, casi se nos saltaban las lágrimas.
El balance provisional del desastre es de cuatro fallecidos y más de 200 heridos, además del desalojo de más de 1.000 personas. Si a esto se le suman otros 85 que permanecen activos en todo Portugal, está más que justificado que las autoridades de nuestro vecino país hayan tenido que recurrir a pedir ayuda internacional. Las autoridades piensan que el incendio ha sido intencionado.
Según algunos estudios, entre el 50 y 70% de los incendios forestales son intencionados. En un trabajo de M. Bardaji y D. Molina, de la Universidad de Lleida, sobre los incendios forestales en la España Peninsular en la década de 1986-95), publicado en 1999, se detallaba el gran peso que tenía la intencionalidad entre las causas de los incendios. Y también el peso que en general tenía la región Noroeste de nuestra península en los mismos. Así, ya entonces, un 58% del total de siniestros se registraron en Galicia, frente a un 17% en Cataluña y un 4% en Aragón.
Pero también hay otras investigaciones que nos dicen que el fuego es un factor ecológico natural en los ecosistemas terrestres. "Desde las sabanas y las praderas donde su frecuencia es anual; hasta las taigas y pluvisilvas donde pasan siglos sin incendios, los fuegos han dado forma a los biomas del Planeta...". (J. Mataix Solera y A., 2009). Según este estudio, mientras que la humanidad, durante su etapa como cazador-recolector y la de agricultor-ganadero, adoptó el fuego como herramienta de gestión del medio, en las sociedades terciarizadas y urbanizadas actuales se ha convertido en un enemigo. Por tanto, el origen del aumento del problema de los incendios habría que buscarlo en el éxodo rural masivo de los años 50 y 60, por lo que "...es necesaria otra visión del fuego para una mejor política forestal".
Pero ¿qué está ocurriendo en la actualidad?. Pues simplemente que la historia se repite. Ya en el año 2005, las asociaciones Ecologistas en Acción y Confederación Portuguesa de Asociaciones de Defensa del Ambiente, denunciaban la errática política en materia de incendios, con inadecuadas inversiones en presupuestos en la lucha contra incendios, deficientes dispositivos para combatirlos y una pobre política forestal, manifestada por el abandono y la escasez de presupuestos e inversiones en el sector forestal en ambos países. Es de suponer que los más de 85 incendios declarados en Portugal en este verano, y los 14 que aún siguen activos en Galicia, tendrán algo que ver con esta política errática que ya se denunciaba en aquellos años, y que no ha sido corregida por los sucesivos gobiernos.
Pero, ¿qué puede llevar a una mente humana a querer causar tanto daño a la naturaleza y a sus semejantes?. Lo que se indica como causas intencionadas de los incendios es de diversa tipología: regeneración de pastos para el ganado, quema de rastrojos o matorrales por razones agrícolas, usos cinegéticos, vandalismo, venganzas personales, especulación urbanística, precio de la madera, piromanía....
Por tanto, si quitamos las razones personales de venganzas o simple vandalismo, cuyos porcentajes no se conocen, pero que se supone serán los más bajos de todos, lo que quedan son razones especulativas y económicas, además de una tremenda irresponsabilidad de las autoridades públicas que, según denuncian las organizaciones medioambientales, no están dedicando la suficiente atención, ni los necesarios recursos a la prevención del problema.
De lo que no hay duda es de las tremendas pérdidas humanas, medioambientales y económicas, que los incendios están provocando en nuestros dos países, España y Portugal. Mientras nuestros gobernantes se deciden, de una vez, a prestar una mayor atención a la política forestal, vaya mi recuerdo y solidaridad para con los apreciados vecinos portugueses de Funchal. En cuanto nos surja la más mínima oportunidad volveremos a visitarlos y a pasear por sus tranquilas calles. Será nuestra pequeña contribución a su recuperación.