El flamenco es de la calle, de la gente. Roberto de Pedro así lo manifiesta al lado de su compañero y amigo, Paco Merchante. Antes de salir a escena, calientan motores. Hablan del género, de la delicada posición de los artistas que lo componen en el presente y expresan su gratitud con Ceuta.
Los dos artistas se encontraron por el camino gracias a su vocación por el arte. Mallorca y Madrid nunca estuvieron tan cerca en este dueto de voz y cuerdas. Coincidieron en Conil de la Frontera y, desde ese momento, comparten pasión juntos.
Esta vez lo hacen en la ciudad, a la que visitan por primera vez. Todo en boca de ambos son buenas palabras. La peña flamenca los trae en concierto para ganarse a los amantes de este estilo. “Es increíble. Nos ha encantado. Hemos dado un paseo por aquí”, comenta Merchante, al micrófono en esta actuación.
Pureza
Al toque está De Pedro, un guitarrista de los de antes. Defiende la pureza, se aleja de las fusiones y disfruta el hecho de tocar junto al mallorquín de raíces andaluzas. Nacido en la capital española, se crió al calor de un contexto marcado por el género.
“No soy madrileño realmente. Nací en Tarragona, en la época del ‘boom’ en Barcelona, en el 76”, recuerda. Mi padre no lo era, pero siempre ha estado con los flamencos, con los aficionados del Rastro”, destaca. “Vivían desde Bambino hasta Manolo Caracol”, cuenta. “Al lado de mi casa vivía Camarón”, relata.
El negocio familiar de salas rocieras también tuvo que ver con estos encuentros con la música. Él tenía en mente ser bailaor por influencia de Sara Varas y Antonio Canales, pero, al final, acabó con las manos en las cuerdas. Su trabajo como camarero es el que le hizo entrar definitivamente en el mundillo. “Estaba todo el día con ellos, así que se me pegó. Estuve dos años encerrado en un cuarto practicando y luego me fui metiendo en esto”, narra.
Repertorio
Merchante se mudó a Andalucía hace cuatro años para volcarse aún más en el terreno. Cuando no canta a pie de calle, se dedica a eventos como los de este sábado en los que ofrece versiones de canciones populares.
“Haremos un cante variado, de soleá, bulería y otros”, comenta. “El público lo que va a encontrar aquí es una interpretación pura, de corazón y con sentimiento”, apunta. No descarta amoldarse a las reacciones de los asistentes y guiar el repertorio por uno u otro lado. Tímidamente, indica que tiene alguna letrilla, pero que normalmente no la saca en este tipo de actos. Es su primera entrevista y lo dice sin tapujos. “Me he criado en Mallorca. Mi padre era cantaor. Vine aquí a dedicarme al flamenco. Hago temas algo más personales; también soy compositor”, cuenta.
Concierto
El solo de guitarra por minera abre el concierto antes de que arranque la voz suave y quejumbrosa de Paco. La rabia en su mirada y garganta se mece con ese llanto característico del género.
Se entremezclan al mismo tiempo que se lleva una mano al pecho, que abre y cierra las manos. Curiosamente, tapados por el furor de la guitarra y por las palabras de piezas ya conocidas, se escucha el traqueteo de sus pies.
Marcan el ritmo, al unísono, en armonía. Actúan al mismo tiempo que estudian cada paso para acertar, para que suene como si los presentes estuvieran escuchando un disco de grabación.
Una fuente de arena y cantos florece en el imaginario de los asistentes. Paco cuenta la historia de ese enclave, que esconde una historia de amor entre una mujer y un hombre cada uno colocados en una esquina.
Más ayudas al flamenco
Los dos coinciden en que el flamenco necesita más apoyo institucional ya que no se encuentra en su mejor momento, no por falta de artistas, sino más bien por las preferencias de quienes escuchan.
“Es necesario ayudar a nivel nacional. Ahora entra mucha fusión. El problema no es de los cantaores; es de los que contratan, que no son flamencos. La gente quiere ‘chunda-chunda’. Las tertulias y peñas dedicadas a este arte precisan de más respaldo de los ayuntamientos”, remarca De Pedro. “Por ejemplo, en la feria de Sevilla, hay 2.000 casetas y de ellas solo cinco son flamencas”, añade.
“Vicente Soto, que es como mi tío, lo decía. Tiene que haber trabajo para oficial de prima, de segunda y de tercera. Como solo hay trabajo para el primero, los demás se comen el cagado”, detalla. “Hay que fomentar que la juventud escuche esto porque lo que sigue es lo que empieza por ‘r’ y acaba por ‘n’”, expresa. “Queda poca gente que haga pureza, queda ‘Tomatito’ y cuatro más. Esto se está perdiendo. Parece que somos ya dinosaurios”, menciona.
Rapidez
Merchante considera que otro factor que influye en el paradigma actual del estilo la rapidez que existe en el día a día, sobre todo, a raíz del impulso de las redes sociales. “Hoy en día todo está abocado a que todo sea más veloz, por tanto, es difícil que el celebro capte al percibir todo a ese ritmo, es complicado pararse a escuchar esta cultura española lenta, pero riquísima. No se le da valor porque tampoco se aprnede a dárselo”, reflexiona.
Nadie es profeta en su tierra y el flamenco en los últimos años agoniza en su propia cuna. “Se está perdiendo. Tengo la suerte de cantar otros géneros. Manuel Carrasco era un flamenco y tuvo que empezar a interpretar otras composiciones. Pudo dedicarse a otra cosa, pero, ¿cuántos hay en Jerez que no pueden hacer otra faceta en la música y están por la calle pidiendo?”, se pregunta.
Ambos están de acuerdo en que fuera de las fronteras es más apreciado. “En Japón sí es así, de hecho, nos pusimos a mirar por allí y hay 300 más. Respetan mucho la antigüedad”, cuenta.
La calle ahora le da un poco la espalda al flamenco, pero nació en ella. De Pedro hace hincapié en ello. “Los artistas no han estado como Morzart, que tocaba para las monarquías. Tampoco han estado en super teatros de Viena. Este género es de gente pobre, humilde y muy jodida”, relata. Inspirado por la conversación, rememora aún más citas. Le viene una a su cabeza. “Primero fue el quejío, luego la guitarra para acompañar al llanto. El baile dio la pincelada”.