Creo que es enriquecedor caer en la cuenta de que, en realidad, los seres humanos tenemos la facultad de crear, somos seres creadores.
En efecto, gracias a nuestro ingenio hemos sido capaces de apropiarnos de nuestro entorno, de transformar la escasez, y de crear unas condiciones de vida cercanas al bienestar.
Pero también tenemos la propiedad de crear nuestro mundo interior, nuestra mente. En este sentido, la mente es un organismo en constante creación; a cada instante generamos pensamientos, imágenes, recuerdos.
En un estado de salud mental óptimo, la función creadora se inicia con nuestra voluntad, y la cual entiendo como un gesto que activa el movimiento de la mente, la que, como digo, es un cuerpo dinámico.
En un estado de salud mental óptimo, la voluntad es la firma por la que toda experiencia mental es fruto de la reflexión, y en virtud de ello las emociones están sujetas a nuestro control.
Además, se sigue que la autoestima es signo inequívoco de salud, y actúa como foco emisor de la energía interior, de esa energía creadora.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando un revés vital, o una circunstancia singular nos hace perder el canon de salud?
Pues ocurre que, fruto de la sintomatología, de los fármacos, y del rechazo social, la persona se aísla y la autoestima se desploma; con ella nuestra fuerza creadora.
Ocurre que nuestra voluntad no es capaz de firmar los procesos mentales, y se producen pensamientos descontrolados; la voluntad ya no es dueña, y el mundo interior se ve invadido de imágenes y emociones nunca deseadas.
Es hora de hacer examen; es hora de la psicoterapia.
En un modelo de atención rehabilitador es de vital importancia ayudar al afectado a que construya una narrativa que explique en palabras su función mental; y que devuelva su firma a la acción creadora.
En un primer momento, el individuo debe verificar que lo que sucede en su interior es fruto de su voluntad.
Una vez recuperado el control, el gobierno, la persona volverá a participar en las dinámicas sociales, y la autoestima agradecida apuntalará una evolución positiva.
En la actualidad, el modelo de atención preponderante es el llamado biologicista, y en él se da protagonismo a la fórmula del medicamento. Y esto es claramente insuficiente, ya que, si bien calmaremos los síntomas, no estaremos atacando la raíz del problema.
El desajuste en la salud mental está motivado, en gran número, por la incidencia de un lenguaje del que desconocemos su origen y su sentido. A través de la psicoterapia el lenguaje pasará a ser un factor de equilibrio.
Así, la voluntad volverá a ser nuestra firma, y un haz de luz deshará el hechizo de la confusión.
Claro que para todo esto hacen falta psicólogos.