Es una fotografía que por repetida ya ni siquiera nos impacta. Nos hemos hecho sensibles a las imágenes de una exposición hasta el punto de convertir el debate en casi cuestión de Estado, pidiendo por ello que manden a la hoguera a una asociación de fotógrafos. Pero en cambio ignoramos la miseria que rodea a unos jóvenes encaramados a una valla, a varios metros de altura, derrotados en una línea fronteriza que separa dos mundos.
Jesús con un vaso de vino, la Virgen dando el pecho al niño Jesús con un cigarro en la mano… No tardaron en emitirse críticas a favor o en contra de esas imágenes generándose una reacción de tal calado que horas después la exposición tenía que ser retirada.
El argumento fue sencillo, no se quería ofender a nadie y por eso consideraron que lo más sencillo era cortar por lo sano. Me pregunto cómo es posible que ofendan tanto unas imágenes y en cambio otras no generen ni siquiera algo de lástima.
Un joven solo, a quien no conocemos, con una historia detrás, encaramado a una valla a metros y metros de altura, a riesgo de precipitarse y morir, viendo delante a guardias civiles esperando para su rechazo y detrás a agentes marroquíes dispuestos a difundir en redes sociales que son muy humanos y europeos para luego, tras las cámaras, poner en marcha las masivas devoluciones sin normas ni derechos.
Ese joven solo sobre unos peines invertidos representa la imagen de un mundo fracasado, de una diferencia de vidas heredada y de un dominio de unos sobre otros porque sí.
Ese muchacho es un simple protagonista más de una fotografía que no genera sentimientos, que no provoca reflexión, que no genera debate sobre el modo de organización que implantamos en un mundo de extrañas diferencias.
Quizá algo nos esté pasando cuando hasta los sentimientos se seleccionan de esta forma tan brutal cuando se supone que el dolor, el rechazo o como quieran llamarlo debiera ser, ¿parecido?
Los derechos se pierden cuando no se respetan las normas. La normas son, que aquí hay que entrar como está establecido: llamando a la puerta y pidiendo permiso; es decir con documentación en regla, con pasaporte y todos los requisitos que se piden, pero no agrediendo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, sin que a esos invasores, les importe las consecuencias para esos funcionarios, que solo cumplen con su deber de defender nuestras fronteras, como cualquier país haría y de eso no hablas, Echarri. ¡¡ Rechazo inmediato, en caliente, en tibio y en frío !!