Se ha hecho viral la imagen del empujón del asesor de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), a la periodista de La Sexta Andrea Ropero, que trataba de acercarse a la presidenta madrileña durante la toma de posesión de Alfonso Mañueco como líder del gobierno regional de Castilla y León, tras el apoyo de la extrema derecha de VOX. Como se dice en las redes, la derecha española “no está acostumbrada a que los periodistas no les bailen el agua, y eso que se dejan dinerales para tenerles callados”.
La prensa constituye un elemento esencial de las democracias modernas. No sólo porque su existencia esté protegida y consagrada en casi todas las constituciones. Sobre todo porque contribuye de forma notable a democratizar la sociedad, valga la redundancia. Y esto lo hace, fundamentalmente, poniendo en conocimiento del público informaciones que, de otra forma, pasarían desapercibidas. Esto, aunque a veces moleste a los afectados, es saludable y positivo, pues ayuda a restar impunidad al poderoso y contribuye a que la soberanía resida, de verdad, en el pueblo. De cualquier forma, la prensa es una pieza esencial en las sociedades modernas. Un claro elemento diferenciador con los regímenes dictatoriales y medievales que aún siguen existiendo. Por eso se le teme y respeta tanto. Y justamente por ello, se le intenta controlar y manipular desde los poderes políticos y económicos.
Hasta el siglo XVII no surgió el periodismo como hoy se conoce. De esa época es el periódico más antiguo que aún opera hoy día, el Post-och Inrikes Tidningar de Suecia, fundado en 1645. Aunque la prensa escrita apareció bajo forma de hojas sueltas a finales del siglo XV, una vez inventada la imprenta por Gutenberg. Antes de estas fechas los gobiernos ya hacían circular diarios regulares de sus acciones. Se conocen circulares del emperador romano Julio César del año 59 a.C., y publicaciones del gobierno imperial chino del año 413 d.C.
La libertad de expresión es uno de los más importantes derechos del hombre, y uno de los fundamentos de las democracias modernas. Sin libertad de expresión no puede haber desarrollo humano. En Francia ya se recogían en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. A su conquista se han dedicado los mejores pensadores y miles de ciudadanos en el mundo entero. Y a su no reconocimiento también han dedicado innumerables esfuerzos los diferentes Estados y poderes, incluyendo la Iglesia. Bajo mi punto de vista, uno de los mejores indicadores de la salud democrática de una sociedad es su libertad de prensa. Y aunque muchos medios están en manos de enormes grupos mediáticos que controlan la información, siempre hay posibilidad de que podamos expresar nuestras ideas en los mismos.
En 2015, en un artículo que titulé “El poder de la palabra”, a propósito de los atentados contra el semanario “Charlie Hebdo”, decía que se atribuye al autor ingles Edward Bulwer-Lytton la frase "La pluma es más poderosa que la espada" (The pen is mightier than the sword). Esto es así, aunque algunos se empeñen en silenciarla con la violencia. Y también refería que la profesión de periodista es totalmente necesaria en las sociedades actuales y debemos protegerla. Es apasionante, aunque de alto riesgo. Y no me refería sólo a los peligros que les acechan en los países dominados por terribles dictaduras, o asolados por largos conflictos bélicos. Fundamentalmente me preocupaban los riesgos a los que está sometida en nuestras cómodas y desarrolladas sociedades occidentales. Como escribía Marta Barcenilla, a propósito de este salvaje atentado de Paris, "libertad de prensa no son medios de comunicación públicos que sólo trabajan para los partidos en el Gobierno y mucho menos son salarios de miseria, sin ninguna garantía laboral, que obligan a vender tu pluma al mejor postor, sin preguntas, sin respuestas, sin cuestionarte más que si este mes podrás pagar el alquiler y los gastos fijos, o tendrás que volver a poner copas después de trabajar 10 horas como freelance para poder pagar la factura de la luz... Eso no es libertad de prensa".
El debate sobre la función de los medios de comunicación en las sociedades democráticas es viejo. También el de la ética periodística. Incluso a nivel jurisprudencial hay una rica doctrina constitucional que marca con nitidez el concepto del derecho a la información veraz, consagrado en el artículo 20 de la Constitución Española, al fijarlo como límite al también derecho a la libertad de expresión. Si pensamos que los grandes grupos de comunicación están en manos de poderosas corporaciones de poder financiero, la pregunta es obvia: ¿Realmente se recibe una información veraz, o se nos informa sólo de aquello que interesa al Poder establecido?. Parafraseando al filósofo alemán H.M.Enzensberger, es recomendable la “aproximación neutra y fría” al suceso, a la hora de contar la noticia, en lugar de “demostrar ciertas opiniones”.
Justamente esto es lo que intentaba hacer la periodista de La Sexta, Andrea Ropero. Acercarse a la presidenta de Madrid para obtener información de por qué estaba ella allí y no lo estaba su líder y jefe de la derecha española, Alberto Núñez Feijóo. Por eso, el tal MAR, maestro en manipulación informativa y en la difusión de noticias falsas, intentaba evitar que se diera esta información.