Hace apenas dos semanas, el personal sanitario que puso voz a una de las ponencias de las Jornadas sobre Violencia de Género defendió el papel de médicos y enfermeros en la detección y voz de alarma ante cualquier indicio de maltrato constatado en Urgencias, en una consulta o en otra dependencia hospitalaria o de un centro de salud.
Ayer el objeto de análisis era también el menor de edad, y el encargado de detallar la implicación de los profesionales del sector era José A. Díaz Huertas, quien ejerce sus funciones en el Instituto Madrileño de la Familia y el Menor y en la unidad de Pediatría Social del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. La presentación, a cargo de Justo Ostalé, gerente de Atención Primaria.
La implicación de la Pediatría en la erradicación de la violencia contra el menor ha escalado tantos peldaños que ha logrado adherir a su nombre el apellido de Social. Esa vertiente de la atención médica a los niños se preocupa por los problemas de salud, pero también por las causas sociales de las dolencias y por sus consecuencias en el entorno. Como ejemplo, los efectos del contagio del sida en la población infantil, con origen y proyección en el grupo de población en el que el afectado se integra.
El propósito de indagar en el conjunto de circunstancias que envuelven al niño no es nueva. Díaz defendió que ese objetivo fue el que impulsó el propio origen de la Pediatría, alentada por médicos que percibían problemas en los tramos de edad más tempranos. Tampoco fue casualidad, recordó, que el primer centro especializado de España, el Niño Jesús, acompañara el título Asilo al de Hospital como declaración de intenciones. E incluso la Fundación Gota de Leche, otra de las pioneras, también tenía un servicio de Pediatría. O que el impulsor de la más remota Ley de Protección de la Infancia del país, la Ley Tortosa, la bautizara sin pretenderlo con su nombre, el de un especialista en salud infantil.
Pero la porción de población hacia la que enfocan su trabajo está condicionada por demasiados factores. Por ejemplo, el lastre de la baja natalidad. “Los niños ahora no son una prioridad”, lamentó el ponente. “¿Para qué se van a proyectar más jardines o plazas de guarderías si cada vez nacen menos?”, preguntó en voz alta. “Las prioridades ahora miran hacia otro lado”. También puso en tela de juicio el reparto de los presupuestos sanitarios, concentrados en atención hospitalaria y farmacia. “Eso es cuestionable”, consideró en tono crítico.
Del resto de condicionantes, se detuvo en analizar las minúsculas tasas de mortalidad infantil en España, aunque con grandes contrastes regionales, combinadas con una alta esperanza de vida y una cada vez más tardía edad de maternidad. “Es más complicado, por ejemplo, que un niño tenga amigos para jugar en la calle. Y la inmigración, que se suponía que iba a remediar esa déficit de nacimientos, tampoco ha sido la solución”, aclaró. Tampoco reman a favor de la infancia los hábitos sociales: desde la mala calidad del aire hasta las viviendas en condiciones deficientes o el sobrepeso que sufre el 45 por ciento de la población infantil en España.
Como conclusión, varios llamamientos: la creación de Escuelas de Padres que reeduquen a los progenitores para asumir su nuevo rol y el compromiso de un gran pacto para la infancia, atendiendo los requerimientos de Unicef.
La Atención Temprana, un modelo en Madrid
Ana Cristina Gómez, subdirectora general de Recursos y Programas del Instituto Madrileño de la Familia y el Menor, se desplazó hasta Ceuta para detallar el programa de Atención Temprana con el que la Comunidad de Madrid trata de dar respuesta, “lo antes posible”, a los menores que sufren algún tipo de trastorno en su fase de desarrollo. Sólo en 2013, el Ejecutivo autonómico actuó en 4.067 casos, garantizado 2.760 tutelas, 601 expedientes de guarda legal y el acogimiento familiar en el resto de las actuaciones. La región cuenta con hasta 85 centros residenciales dotados con unas 1.600 plazas que dan techo a adolescentes y niños, con especial atención a los discapacitados.