Hace meses me llamaron para decirme que había muerto Abdelkrim. Me dijeron, te voy a dar una mala noticia, ha fallecido Aldelkrim. Gracias a Dios, la noticia era incierta, pero la sociedad ceutí se conmovió, porque él era más que un médico. Era, es y será ejemplo de ser humano, patrón a seguir por las cuatro culturas, modelo de convivencia en una ciudad donde se ejerce mucho la palabra y poco el ejemplo.
La última vez que lo vi fue en el nuevo hospital. Me preguntó sobre la familia, intercambiamos las inquietudes propias de los que tenemos hijos adolescentes y, como siempre, me dijo si necesitas algo estoy a tu disposición. Pero ese “si necesitas algo” no era protocolario, era el “si necesitas algo del doctor Abdelkrim”. Era el ofrecimiento de un hombre sincero, humano, capaz de ofrecer sin esperar nada.
El viernes fue su entierro y Sidi Embarek se quedo pequeño. Pero el mundo se le queda pequeño a Abdelkrim, porque cualquier persona que conozca su valía, compromiso y humanidad se haría devoto de él. Es el Gandhi de Ceuta, decía una persona y, se quedaba corta, porque él no necesitó de ayunos, ni de discursos, ni de rezos, ni trató de convencer a nadie para decirle a la sociedad ceutí que él no conocía raza, credo o condición social. Era, es y será símbolo de convivencia y ejemplo de lo que debe ser un buen hombre, un buen musulmán y un mejor médico.
Sidi Embarek se quedó pequeño. Nunca he visto un entierro tan multitudinario y tan emotivo. Nadie fue a cumplir el protocolo, fuimos a despedir a una extraordinaria persona, acompañar a su familia y a decirle al mundo que se va un ser humano especial. Que se va un ceutí que ayudó a todos, que dio esperanza a todos, que se comprometía con todos.
Los guardias civiles también tenemos mucho que agradecer a Abdelkrim. Él sabía mucho de nuestros problemas y se volcaba para ayudarnos en todo lo que podía. Hace años se plantó con su bata en la Comandancia para decirle a un mando que un guardia lo estaba pasando muy mal, que hiciera el favor de dejarlo tranquilo y que volvería cuantas veces fuera necesario. El problema se solucionó. Muy pocos guardias civiles no han pasado por la consulta del doctor Abdelkrim. Siempre dio la cara por nosotros. Siempre nos mostró su lado humano, supo meterse en nuestro pellejo, hacer suyas nuestras inquietudes; hacer suyos nuestros problemas. Era más que un médico, era un ser extraordinario.
Ceuta le debe a Abdelkrim una estatua para que su legado quede y permanezca en la mente de todos; para hacer comprender a los hombres y mujeres que no somos distintos, aunque muchos intenten hacernos visualizar nuestras diferencias; para que los niños conozcan que se puede conseguir un mundo mejor; donde podemos ganarnos el cariño y el respeto de los demás sin pretenderlo; que hay personas capaces de hacer cosas por los demás sin esperar nada a cambio; capaces de unir a todas las creencias en una sola voz: La voz de un pueblo que pide que el Doctor Maimón Abdelkrim Sebti tenga una estatua en un lugar importante para que sea recordado como lo que fue UN EXTRAORDINARIO SER HUMANO.