Tras el mostrador de la papelería Imperial, Victoriano Seglar lleva unas cuatro décadas elaborando capirotes para multitud de penitentes caballas La lluvia que en 2012 ahogó parte de nuestras procesiones ha restado algo de trabajo a Victoriano Seglar estos días, pero aún así hasta última hora del miércoles el mostrador de su papelería, Imperial, estaba repleto. Lleno de jóvenes y niños que, hartándose de paciencia, esperaban su turno. “Hay algunos que se pegan hasta dos horas esperando, es que hay momentos en los que no doy a basto”, cuenta mientras sin levantar la mirada de la cartulina blanca la moldea. El destinatario de este capirote, uno más de los alrededor de 200 que ha realizado este año, es el pequeño Hugo Almagro. Espera nervioso a que Victoriano termine su trabajo, pues será su primera vez como penitente, a la par que escucha atento las recomendaciones que el artesano le hace a su madre acerca de la conveniencia de utilizar un lazo (en lugar de goma) para que el cono se amarre al rostro de Hugo sin hacerle daño.
Todo empezó hace unos 40 años del modo más casual que se puedan imaginar. “Vino un señor a comprar una cartulina para un capirote y me dijo, ¿y esto cómo se hace? Y yo no sabía, pero le dije ‘vamos a intentarlo’, así que se lo hice y a raíz de ahí se fue corriendo la voz”, rememora Seglar sin soltar la tijera. Reconoce que no sabe cómo lo hace, sino que simplemente se guía de su intuición. “No todas las cofradías elaboran igual el antifaz, unos tienen los ojos más arriba que otras porque hay costureras que lo hacen mejor y otras que lo hacen peor, así que yo debo buscar la ‘maña’, echando mano de algunos trucos hasta lograr que el niño vea por los agujeritos”, explica.
No siempre sale a la primera, y en ocasiones hay que hacer y deshacer. “Aquí hay gente desde varios días antes, de las 10 a las 13.30 y de las 16.30 a las 20.00 horas”, asegura. El día más ‘movidito’ fue el Lunes Santo y el coste por capirote son 5 euros. “Hay quienes me han llegado a pedir que tenga aquí el esparadrapo, que se coloca para que la cartulina no haga daño a los niños en la frente y aparte para que retenga el sudor, pero eso ya me resultaría imposible, pues no me puedo entretener más tiempo y que la gente esté esperando tanto tiempo su turno”, dice. Un último corte y Hugo ya tiene listo su capirote. Un pasito más antes de la esperada salida procesional gracias al arte de Victoriano.