La celebración, ayer, del Día de Ceuta sin ser festivo, volvió a reabrir el debate en torno a la necesidad o no de recuperar esa condición. Se han podido leer comentarios de todo tipo en las redes sociales.
Algunos, propio de descerebrados, siguen perdidos en otros tiempos que, espero, nunca volverán. La clave está en aquellos que defienden como si en ello les fuera la vida que el Día de Ceuta sea festivo intentando justificar con ello que eso daría mayor realce a la jornada.
No sé si la memoria histórica la aplicamos por conveniencia. En esto sí que lo parece. Durante años el día 2 ha sido festivo y los actos conmemorativos por la Autonomía se han desarrollado con el mismo vacío que ahora. La implicación del ciudadano en dicha celebración nada tiene que ver con el hecho de que tenga la condición de festivo.
Hay quienes, sorpresivamente, gozan con este tipo de enfrentamientos. Alimentan además debates que no llevan a nada, critican que se hayan cambiado unas fechas por otras... el hecho es quejarse por quejarse poniendo por delante excusas inciertas, pegándose en el pecho por una supuesta defensa de la identidad de Ceuta que nadie cree. Precisamente los que más critican son los que luego menos se implican en los asuntos que realmente afectan a la ciudad.
La polémica ya cansa. Llevamos años alimentando un debate más propio de dinosaurios. Nunca, ni cuando era festivo, la jornada se celebraba con una implicación ciudadana, ni se hacían, al margen de los actos oficiales, otros alternativos. Porque sí, puede que la Ciudad haga su agenda, su propia programación... pero también queda una ciudadanía que puede hacer sus propias actuaciones paralelas (como en otras ocasiones sucede) que den mayor viveza a esta jornada.
Nunca se han hecho, pero la protesta queda bien sobre el papel y los comentarios obsesivos de determinados grupos sociales jalean al resto para perderse debates trasnochados que no hacen sino mostrar lo torpes que siguen siendo algunos.
Con comentarios como los que ayer tuve que leer en las redes sociales una se da cuenta de que resulta imposible avanzar porque en el fondo aún hay sectores de peso que impiden un desarrollo como debíamos tener ya asumido.