Ceuta celebró ayer el Día de Ceuta. Lo hizo como festivo en el calendario y aportando una serie de actos en su programa mucho más extenso que en ediciones anteriores. Motivos suficientes como para acallar críticas sin sentido de otras épocas en las que las voces más retrógradas protestaban, por protestar, cuando el día 2 no estaba marcado rojo en el calendario y aludían la pérdida de esa festividad a la consecución de otras como la Pascua del Sacrificio. Ceuta ha tenido dos festivos seguidos, dos festivos de justicia y quienes se han querido implicar en su celebración lo han hecho mientras que los de siempre, los que vociferan por otros motivos pero por cobardía usan excusas impropias, se marcharon lejos y ni tan siquiera mostraron apego por una jornada que debería interesar mucho más.
No se puede criticar esta vez al Gobierno la nula organización de actos. En esta ocasión han incluido muchos y variados para conseguir una mayor implicación y participación ciudadana. Cultura, teatro, exposiciones... quien ha querido acercarse a alguna de las citas lo ha podido hacer. No ha habido excusas para mirar hacia otro lado, menos aún para participar en el acto de la entrega de unas medallas merecidas a personas o entidades que han luchado mucho por esta tierra desde sus distintos ámbitos. Si la ciudadanía quiere buscar una vía de protesta puede hacerlo pero carece de fundamento porque esta vez sí que sí, las cosas se han hecho mucho mejor que en otras ediciones.
En clave política, uno puede estar conforme o no con el discurso de Vivas, puede criticarlo, puede incluso no estar de acuerdo con la fecha elegida, pero el plante no es la manera más adecuada para mostrar el rechazo cuando ha habido otros años en los que sí se ha hecho acto de presencia. Me refiero, sin rodeos, a Caballas, que ha estado presente en otras ediciones de la Autonomía celebradas en una jornada que tiene y ha tenido siempre la misma simbología y carga histórica que ahora desprecian, con lo que la ausencia ayer resultó incongruente. O se está o no se está, pero, de ser esto último, no se está nunca. Quizá confundir los debates, que son sanos y obligados, con el respeto a la institución y a las propias personas o entidades que ellos como partido han propuesto puede llevar a una forma de entender la política bastante esquizofrénica, sin rumbo, sin un criterio fijo, claro y por tanto, digno de respeto. Ellos entienden su propia clave, en este caso, aunque lo expliquen, no deja de ser complicado entenderla.