El CETI se ha tenido que amoldar al repunte en la entrada de inmigrantes habilitando zonas de acogida en donde antes no las había. El reto ha sido importante: cuadrar 800 personas en un lugar con capacidad para 512. Las aulas usadas para otras prácticas se han transformado en dormitorios, al igual que las que se estaban utilizando para
situaciones extraordinarias. La entrada constante de inmigrantes, en su amplia mayoría de procedencia subsahariana, ha forzado la readaptación de un centro al que ya no le quedan más huecos que ‘transformar’ en módulos, salvo que se dé uso a almacenes o garajes. La paralización en las últimas semanas de salidas, salvo el caso de algunos vulnerables, debido a la saturación en que se encuentran los centros de acogida peninsulares, no ha ayudado a mantener esa fluidez de entradas y salidas que, hasta el momento, había mantenido el centro del Jaral sin problemas. Tal y como han explicado fuentes de la Delegación del Gobierno, sí que se espera que en breve pueda producirse un nuevo traslado de entre 50 y 60 residentes.
De forma errática hay frentes que vinculan las salidas de inmigrantes con los denominados ‘efectos llamada’. Idas y venidas que nada tienen que ver, puesto que a pesar de haber parones en los traslados los inmigrantes siguen llegando debido a la presión ejercida al otro lado de la frontera por Marruecos. Los subsaharianos que llegan a Ceuta lo cuentan: en los bosques fronterizos hay gran cantidad de varones, pero también mujeres (algunas embarazadas) y niños. También bebés, los más vulnerables de todos ellos. Sobre este colectivo se centra la presión ejercida por los agentes marroquíes que se materializa en batidas, quema de campamentos, detenciones masivas y deportaciones a todas luces ilegales pero consentidas. Los detenidos, sin diferenciar si hay refugiados, víctimas de trata o menores, son expulsados al desierto o alejados de las zonas más próximas a las fronteras.
Es precisamente ese miedo el que hace a los subsaharianos aprovechar cada oportunidad surgida para embarcarse en alguna zodiac, patera o toy, intentar el salto de la valla o pagar por ocultarse en un ‘vehículo patera’.
El Consejo de Ministros aprobó hace un par de meses la ampliación de plazas para el centro del Jaral, precisamente para facilitar una mayor capacidad de acogida ante picos como los que se están produciendo en los últimos meses. El de octubre ha sido el periodo de mayor número de entradas, con datos que no se registraban desde hacía años.
El CETI debe acoger a todos viéndose además en la obligación de cumplir con las directrices del Defensor del Pueblo en cuanto a la acogida de familias, de mujeres con niños de corta edad o embarazadas, como colectivos que requieren de un trato diferencial respecto al resto de residentes.
A la población contabilizada en el interior del centro del Jaral hay que añadir otra a la que no se hace referencia en las estadísticas, la representada por los argelinos que no viven dentro del CETI ya que su intención es permanecer en el puerto para escapar en ferry. El dato final pero no publicitado es mucho mayor.
De las entradas a las ‘desapariciones’
Los inmigrantes subsaharianos que llegan a Ceuta sin que las fuerzas de seguridad los detecten saben perfectamente qué hacer: acudir a la Jefatura Superior. Solo así, una vez que sean filiados, podrán disponer de plaza en el CETI. Este procedimiento, en cambio, no es el que siguen los argelinos. Las entradas y las ‘desapariciones’ van de la mano. Ellos son los protagonistas del auténtico ‘efecto llamada’, ése del que no habla ni la clase política ni las fuerzas de seguridad pero que está ahí. El argelino cruza la frontera, se presenta en Jefatura, entra en el CETI y a los pocos días ‘desaparece’, pasando a formar parte del colectivo que espera en el puerto la oportunidad para colarse en el ferry. Eso sí, antes piden asilo para impedir una expulsión que sería inviable mientras su solicitud se está estudiando. Son éstos los meses en los que pueden moverse en un limbo que les reporta cierta protección. De enero a septiembre de este año, la Policía ha registrado la entrada de 352 argelinos. En ese mismo periodo se han producido 300 ausencias. Esos inmigrantes no están en el CETI, o bien consiguen cruzar en barco o permanecer en los barracones del Sardinero y escolleras del puerto esperando el momento de lograrlo. Las fuerzas de seguridad han detectado casos de argelinos (o que dicen serlo y no lo son pero hay que demostrarlo) que tardan menos de 24 horas en cruzar Tarajal y formar parte del grueso que quiere escapar en barco.
El colectivo de sirios, un caso al margen
Las entradas de sirios en la ciudad se producen de forma escasa. Los últimos casos se conocieron el pasado viernes, tal y como ayer publicó este medio, tratándose de una familia y un menor que en apariencia nada tiene que ver con este núcleo familiar. Todos los sirios que han llegado a Ceuta, poco más de una decena, están acogidos en el CETI, salvo dos casos en los que la Policía tiene constancia de que están residiendo en pensiones al tratarse de un colectivo que tiene poder adquisitivo. Sus casos se abordan de manera diferente al tratarse de peticionarios de asilo que han utilizado la vía de entrada Ceuta para conseguir la protección internacional. El pase por Melilla es más factible, de ahí que por esta zona se estén dando menos casos.
Las entradas de estos inmigrantes suelen producirse ocultos en vehículos o previo pago por una documentación falseada, amparándose en la apariencia física que tienen con marroquíes. En alguno de los casos de entrada que se han producido, se trataba de sirios que llevaban un tiempo residiendo en Marruecos y que han aprovechado la oportunidad actual para poder obtener una protección.