La dirección del centro organiza este tipo de traslados supervisados por la Secretaría de Estado de Inmigración, que vienen a sumarse a los que ya tuvieron lugar durante todo el año pasado. En 2010 fueron alrededor de ochenta las personas que pudieron ser trasladadas a la península en diversas salidas, entre ellos estaban aquellos inmigrantes que llevaban más de tres años en el centro y que se erigían en los más antiguos del Jaral. También varias embarazadas y grupos de familias, atendiéndose a un perfil concreto de inmigrante que además de responder a las características de los grupos vulnerables ha cumplido con una integración en el campamento sin generar alteraciones o disturbios, como llegaron a sucederse el pasado verano.
Expulsiones al margen
Al margen de este procedimiento, se siguen organizando traslados de otros inmigrantes que han sido identificados por las autoridades de sus países de origen y que tienen como destino final algún CIE de la península desde donde, cumplimentados los plazos establecidos por ley, se procede a su expulsión. Estas situaciones se han producido ya en el caso de algunos argelinos y varios cameruneses.
En el caso de estos últimos las gestiones diplomáticas han sido complicadas debido a la ausencia de un tratado de repatriación y a lo complicado de las identificaciones. Los primeros en poder ser deportados fueron algunos de los integrantes del grupo de cameruneses que fue trasladado a un CIE de Madrid el pasado septiembre, en plena convulsión en el centro de estancia temporal. De aquel grupo de 14 cameruneses, nueve fueron deportados a su país.
Menos bajas ‘clandestinas’
A pesar de que los inmigrantes continúan buscando vías peligrosas para escapar de Ceuta -tal es el caso de los ocultamientos en los camiones de basura, como se publicó el pasado domingo-, se han registrado menos bajas en el campamento de las que se tildan de ‘clandestinas’, porque no siguen los cauces regulados. En enero se ha registrado la ausencia de tres personas: dos argelinos y un sudanés, que han abandonado el campamento y han conseguido llegar por métodos que se desconocen a la península. Una cifra que nada tiene que ver con los más de 30 que faltaron del campamento el pasado diciembre pero que ratifica la existencia de una vía de escape todavía explotada.