Al virus le hemos perdido el miedo. Miedo y respeto. Se ve en la calle, se aprecia en los eventos y reuniones sociales y se materializa en una clase política complaciente que no está siendo lo precavida que debiera al no disponer de los medios suficientes como para ejercer un control sobre los que no cumplen, no atienden o buscan la manera de burlar las normas. Los sanitarios advierten de que puede empeorar la situación. Son partidarios de endurecer controles para evitar la más que probable salida a la Península esta Semana Santa. También son partidarios de ejercer medidas mucho más contundentes en las reuniones sociales y respecto de la estancia en la calle. Advierten de que, de no ser así, puede haber más muertes y contagios. Ante esto tenemos el decreto que ya ha entrado en vigor justo en un momento en el que se incrementa la presión hospitalaria y mueren hasta tres personas en un fin de semana. Y la situación no es para nada normal, el juego estadístico puede provocar que en cuestión de días los datos buenos se disparen y tornen a pésimos. No es un juego ni es cuestión de probar a ver si hay suerte, porque detrás de esos experimentos con gaseosa lo que hay son vidas. Y con eso no se juega, ni con eso ni con la temeridad que rodea un virus que nos ha demostrado que es complejo, cambiante y sobre todo dañino. La advertencia de los sanitarios es clara, no pongan de excusa ni el cansancio social ni la fatiga. No se debe