Siempre buscamos el orden: ordenar libros, ordenar la mesa de estudios, ordenar la casa, ordenar la ropa, ordenar los correos electrónicos, ordenar carpetas, ordenar una barba poblada, unos cabellos arremolinados, las ojeras del cansancio, las arrugas implacables de los años disimuladas con cosméticas milagrosas que intentan paralizar, e incluso, retroceder el tiempo.
Yo, en los veranos intento ordenar las ideas, el alma destrozada, las amistades que se hicieron añicos, la memoria fugaz de los recuerdos, la montaña de proyectos que yacen en mis diarios y en cajas de todo a un euro.
Me empeño en ordenar la felicidad y la tristeza, las historias de los amores platónicos y los de carne y hueso.
Busco fechas, fotografías, alguna nota que me dejaron en la cocina: “No tardes que te invito a cenar” , “recuerda que te quiero”.
Me descubro en un rompecabezas infinito y paso todos los veranos intentando encajar piezas, hacer coincidir los filos del puzzle en una simetría perfecta; una y otra vez vuelvo a ello pero todas las veces desisto y recojo esos cartones recortados, esparcidos en el abismo de la nada.
Si logras escaparte de esa cárcel del orden, si te empeñas en limar los barrotes que creaste para buscar un sitio seguro, un espacio limitado en el que todo permanece en un lugar adecuado, volverás a desordenarte y te encontrarás en el desorden de unos besos, en las caricias de unas manos desordenadas. Verás la felicidad y la tristeza imposibles de ubicarlas cada una en su sitio. Pensarás en la entropía, en el caos, en el huracán ciego que arrasó el equilibrio.
"Me empeño en ordenar la felicidad y la tristeza, las historias de los amores platónicos y los de carne y hueso"
Buscar el desorden, lo absurdo, el camino equivocado, el impulso valiente de olvidarte del pasado. Navegar sin cartas de navegación hacia ningún sitio, ninguna espera, ninguna isla del tesoro. Mezclarte con la oscuridad iluminada por estrellas que murieron hace millones de años.
Y allí, en el desierto de dunas, en la espuma del mar, en la travesía hacia el cabo de las tormentas es posible que estén todas las respuestas porque no hay preguntas, porque no hay metas, porque la perfección es lo más imperfecto de nuestra existencia.
La muerte, el dolor, la pasión, la alegría, la libertad, la justicia, la vejez y la juventud.
Todo se desordena porque su esencia es el desorden que lucha por no ser convertido en una estatua de sal robada a los mares del sur.