Hace mucho tiempo que no me importa casi nada lo que ocurre en el Partido Socialista. Principalmente desde que me di cuenta de que lo que este centenario partido había montado en mi tierra, Andalucía, no era más que un régimen clientelar, basado en la mentira, con el objetivo fundamental de mantener en el poder a una serie de privilegiados, que a su vez repartían prebendas a amigos y familiares. Esto no quiere decir que todos los afiliados a dicho partido sean unos sinvergüenzas. Y mucho menos sus votantes. Lo anterior tampoco significa que no me importe el socialismo como idea, o la situación política actual. Ambas cuestiones me apasionan.
El bochornoso espectáculo que están dando al país en el Partido Socialista Obrero Español, no es una “crisis de ideas”, ni un “replanteamiento” de la socialdemocracia en Europa, ni nada que se le parezca. De lo único que se trata es de frenar la posibilidad de construir un gobierno progresista. Para ello, Felipe González y sus “17 marionetas”, no han dudado en poner en marcha todo un proceso ilegal y desleal, de acoso y derribo del Secretario General del Partido Socialista, antes de que a la militancia le dé tiempo a pronunciarse. En esta operación cuenta con la inestimable ayuda de su amigo Juan Luis Cebrián y el grupo PRISA que dirige (ver noticas de El País desde el 23 de septiembre en adelante). Los otros medios van a la zaga, aunque todos ellos obedecen, órdenes de los que los financian, que no quieren ni oír hablar de un gobierno con Podemos de aliado.
Felipe González, y sus amigos Alfonso Guerra y Manolo Chaves, junto a otros dirigentes jóvenes, ya dieron un golpe de mano al socialismo histórico en el congreso de Suresnes en 1974. Allí enterraron cualquier intento de recomponer la izquierda desde estas siglas. Se hicieron con las riendas del partido, desplazando a los históricos. Y después se hicieron con el poder en España, acabando con cualquier vestigio de “disidencia” en la izquierda española. En utilizar las cloacas del viejo Estado franquista para estos menesteres fue un experto Alfonso Guerra. Evidentemente dejaron por el camino el marxismo, el antimilitarismo, el obrerismo….y todos los “ismos” que sobraban. Era la época de la “transición” a la democracia en nuestro país. El problema es que ahora los jóvenes son otros. Ellos son ya mayores. Y están muy acomodados en los Consejos de Administración de empresas del Ibex 35. Pero no se resisten a perder las riendas del control del partido.
Lo que han hecho se ha visto en la prensa. La lectura que le damos algunos es diferente. Se trata de un acto de traición y deslealtad injustificable, en primer lugar. Pero también, de una acción ilegal. De un fraude de ley denunciable en los Tribunales de justicia. Y todo ello para evitar un gobierno progresista. Me explico.
La lealtad podría definirse como una virtud, “el centro de todas las virtudes”, en palabras del filósofo Royce, y sobre todo un deber. Un deber de respeto y fidelidad hacia una persona o un grupo. En los partidos, como en los sindicatos, o en otros grupos sociales, la lealtad es esencial. Sin ella no es posible que el grupo esté cohesionado y camine hacia objetivo común. En el caso del Partido Socialista este principio ha quebrado de forma grave. Y lo ha hecho de la mano, precisamente, de una de las figuras históricas que más respetan muchos de los votantes socialistas. Que el mismísimo Felipe González esté dirigiendo el golpe de mano hacia el actual Secretario General, Pedro Sánchez, es una traición de la que tendrá que dar cuentas ante la historia. Fundamentalmente por el daño que le está haciendo al país y a la izquierda española.
El fraude de ley o abuso de derecho, se da cuando al amparo de un texto o una norma se realizan actos prohibidos por el ordenamiento jurídico. En el presente caso, para evitar el proceso de revocación del Secretario General del Partido, mediante los procedimientos estatutarios legalmente establecidos, que no son otros que acudir a los militantes para que se pronuncien, en un Congreso, o en cualquier otro tipo de reunión, utilizan el resquicio que dejan los estatutos, que establecen, que cuando faltan la mitad mas uno de los miembros de la Comisión Ejecutiva, se disuelve y una gestora se encarga de convocar a los órganos del partido para que vuelva a elegir a otra Comisión. Pero esto, que está previsto en todo tipo de personas jurídicas, de una u otra forma, es una norma creada precisamente para salvar a la entidad. Sin embargo, dimitir de forma masiva, coordinada y premeditada, para forzar la destitución del Secretario General, no es más que un burdo fraude de ley, que si siguiera adelante, estaría abocado a su fracaso en los Tribunales.
En el fondo, a Felipe González y sus amigos de Suresnes, nunca les importaron mucho las leyes de una sociedad capitalista. Las soportaron, porque no les quedaba otra, o las remodelaron a su antojo. Por esto, muchos de ellos están procesados. Aunque, finalmente se acomodaron, y ahora las intentan utilizar para seguir manteniendo sus privilegios. El problema es que estas leyes, que ellos mismos aprobaron en su momento, ahora se les pueden volver en contra. Si la cosa sigue adelante y no les pueden torcer el pulso a Pedro Sánchez y a los militantes que le apoyan, cosa que deseo, pero dudo, no quedará otra que confiar en la Justicia.
Espero que a pesar de toda esta pandilla de traidores, las opciones de un gobierno progresista en nuestro país, sigan abiertas.