Desde el pasado enero alrededor de cien inmigrantes han conseguido abandonar el CETI. Y no, precisamente, por los canales habituales.
Un buen día optaron por recoger sus enseres y emprender rumbo al puerto, a la espera de colarse en alguno de los camiones que embarca rumbo a Algeciras. Hay quien lo ha conseguido a la primera, otros convierten la zona de la Puntilla o las cercanías de la planta de transferencia, en el Hacho, en su lugar de residencia, realizando varios intentos hasta conseguir su objetivo, abandonar la ciudad.
La Guardia Civil y la Policía Nacional rechazan una media de seis inmigrantes diarios, que intentan sortear la vigilancia del embarque. Es una labor policial de veto tan rutinaria que se convierte en habitual y que muestra la realidad de una presión migratoria que no se agota.
Entre el colectivo de subsaharianos que intenta su pase a la península de esta forma, se encuentran también los cameruneses que el pasado agosto acordaban tomar las calles a cartonazo limpio para conseguir la libertad. Las deserciones de quienes estaban a la orden del ‘general’ son cada vez más evidentes. El grupo, de actuación jerarquizada y de modos y maneras paramilitares, ya no secundan las órdenes de su jefe, resquebrajándose poco a poco.
Las vías que han explotado hasta la fecha no les han resultado productivas. Y el último jarro de agua fría caído ha sido el detonante para la ruptura del colectivo.
Las negociaciones a nivel diplomático entre España y Camerún han dado sus primeros frutos. Nueve de los 14 cameruneses que fueron trasladados a un CIE el pasado 6 de septiembre han sido aceptados por Camerún. Es un primer éxito para la diplomacia española y un golpe duro a las expectativas del grupo más díscolo que ha conocido el centro de internamiento del Jaral en sus diez años de existencia.
Entre los deportados se encuentran los cameruneses que provocaron el motín tras el enfrentamiento mundialista entre Ghana y Uruguay. Esta es la salida que tendrán aquellos inmigrantes que lejos de integrarse en el sistema del CETI adoptan protestas o generan altercados. Una salida bien distinta a la obtenida por otros inmigrantes que han sido trasladados a la península, gracias a las gestiones llevadas a cabo por la dirección del campamento. Se trata de inmigrantes que forman parte de colectivos de riesgo o que llevan varios años en el campamento y no han protagonizado episodios violentos.
Hace escasamente un mes se consiguió el traslado de 40 subsaharianos; entre esta semana y las próximas lo harán otros 36. Es la otra cara de una moneda en la que hay un perdedor. Y en este partido por la esperanza y la libertad es el colectivo de cameruneses el que se ha llevado la peor parte.
Del ‘Ceuta, Guantánamo’ y ‘Ceuta, racista’ se ha pasado a la ruptura de la unidad y la búsqueda de cualquier hueco o vía para marchar a la península. En el puerto varios integrantes del colectivo se apostan en los montículos de tierra procedente de la ampliación o se esconden tras las vallas que separan las escolleras de las bateas de camiones, esperando a que la Guardia Civil no haga acto de presencia y emprender la carrera para encontrar un hueco. En la carretera al Hacho otros buscan una vía más peligrosa: esconderse en los camiones de la basura. Esa cuesta la ha llegado a subir el propio ‘general’, el jefe que controlaba al grupo de cameruneses, el coordinador de los motines y el alma máter de estos movimientos de presión que han obtenido resoluciones absolutorias en los juzgados.
La Policía Nacional no da a basto en el puerto, tampoco la Guardia Civil. Pero hay más formas de paso, mucho menos peligrosas. Entre las personas que han ‘desaparecido’ del CETI se incluyen embarazadas. ¿Pueden estas mujeres esconderse debajo de camiones?, ¿pueden arriesgarse a hacerlo en los trailers de basura? Las respuestas son evidentes: no. Pero el hecho es que algunas de estas embarazadas han llamado a sus compatriotas, todavía en el CETI, para informarles de que consiguieron el pase a la península de forma irregular. ¿Cómo lo hicieron? Las sospechas apuntan a la clara connivencia de terceras personas para, previo pago, facilitar la entrada en la península de algunos subsaharianos bien en vehículos o bien usando otras vías. La Policía Nacional, a través de la UCRIF, ha desmantelado en los últimos cinco meses dos organizaciones que se dedicaban al pase de inmigrantes en los ferrys, facilitándoles documentación falsa y contando con colaboradores situados profesionalmente en zonas estratégicas para que ‘la vista gorda’ se lleve a cabo justo en el momento en que los inmigrantes pretenden el pase. A pesar de ello sigue habiendo organizaciones que actúan sobre esta vía, lucrándose de este tipo de pases.
Desde que el CETI fuera inaugurado hace diez años, más de 20.000 inmigrantes han pasado por sus instalaciones. Buena parte de ellos están en la península o en Europa tras haber sido ‘tratados’ inicialmente en el campamento, participando en los distintos programas que se imparten o tramitándoseles las solicitudes de asilo.
Los últimos en llegar han sido cuatro inmigrantes francófonos que consiguieron saltar el vallado. Todavía causan sorpresa entre los agentes de la Benemérita, que ponen este episodio en cuarentena a la espera de lo que pueda ocurrir. Se esperan más. Unos llegan, otros se van y la gran mayoría termina integrándose en el sistema, aunque sea complicado trabajar con personas que llevan más de tres años en el campamento, que son amenazados por las mafias que posibilitaron su viaje, y que tienen la presión a sus espaldas de unas familias que esperan la llegada del dinero prometido.
Algunos de los más antiguos consiguieron su traslado a la península el pasado octubre y también los hay que saldrán esta semana. Mientras España sigue negociando en todos los frentes que puede: a nivel diplomático, político y policial, para conseguir acuerdos con los países de origen de los que llegan a la frontera sur de Europa. A punto de cumplirse el plazo para la puesta en libertad, por ley, de los cameruneses que fueron trasladados a un CIE de Madrid, se ha logrado la deportación de nueve y se siguen gestiones para conseguir las del resto.
Mientras en la Audiencia Provincial los magistrados comienzan a analizar los recursos de Fiscalía a las sentencias absolutorias por las concentraciones de los cameruneses, éstos ya sueñan con encontrar la batea de la suerte en la Puntilla.
El pan nuestro de cada día....
En el CETI residen 470 personas. Y tiene capacidad para albergar otras treinta más. De llenarse el campamento, el Gobierno haría uso de las plazas que hay en el colegio de San Antonio, en Juan Carlos I, que gestiona la vicaría. De entre los habitantes del campamento hay 15 familias conformadas por la pareja y niños. Además hay 15 mujeres que están esperando un hijo y que integran el llamado colectivo de riesgo ya que, aunque por ley no es así, se supone que se va evitar una expulsión de estas féminas a sus lugares de origen. El 90% de quienes viven en el CETI son subsaharianos, aunque también hay un grupo de magrebíes, sobre todo argelinos. Fuera del campamento se estima que viven unas 60 personas, según datos de la Policía Nacional, que duermen en alguna de las chabolas que hay desperdigadas por todo el cinturón de monte que rodea la actual escuela de equitación.
El camino.
A diario los inmigrantes que buscan llegar a la península emprenden camino hacia el puerto o hacia el Hacho. Constituyen un grupo variable ya que se sabe quiénes son los que dejan el campamento, pero no quiénes volverán.
Comunicación.
Entre los subsaharianos existe una constante comunicación y traslado de datos. Cuando alguno consigue llegar a la península llama por teléfono para indicar dónde está y cómo ha conseguido el pase. De igual manera, el colectivo de cameruneses que provocó los motines también es conocedor de la deportación a Camerún de algunos de sus compatriotas. Y no porque Delegación del Gobierno lo haya hecho público, sino porque son ellos mismos los que informan del destino al que han sido abocados.
Apunte Curioso: AUGC pide la identificación de quienes apedrearon a los guardias
En esa lucha diaria que tienen los inmigrantes para conseguir abandonar el CETI y llegar a la península de forma irregular, caben episodios delictivos como el apedreamiento contra los guardias civiles ocurrido esta semana en la Puntilla. La Asociación Unificada de Guardias Civiles -AUGC- ha pedido la identificación de aquellas personas que apedrearon a los agentes, trámite que podría realizarse con la comprobación de las cámaras de seguridad del puerto. Asimismo solicita que se proceda a su detención por un atentado contra la autoridad, ya que, indica, este tipo de actuaciones no debe ser tenido como un hecho aislado, sino más bien como una agresión a quienes ejercen la autoridad. Para la Asociación de Guardias Civiles debe atajarse este tipo de comportamientos ya que el lanzamiento de piedras que se está registrando ya puede ir a más produciendo episodios de mayor gravedad. En esta historia también tienen voz los camioneros que protestan por el acoso que sufren por los inmigrantes y temen que se les pueda acusar de un delito si son interceptados con ellos ocultos.
3 Vías del pase a la Península:
Los inmigrantes están explotando distintas vías de introducción a la península, aunque, tras hablar con ellos, hay tres que son las que más se repiten en ese intento a la desesperada por dejar el campamento al ver truncadas sus esperanzas de una salida rápida. más aún si hay violencia.
1 - Bajo un camión
Abdoulaye Koné murió este año cuando pretendía alcanzar la península en los bajos de un camión. Se soltó en la carretera de Málaga y resultó aplastado por el propio vehículo. Tras conocerse su muerte se frenaron los intentos de escapada, pero ahora han vuelto y de forma más constante. Los inmigrantes, en su mayoría francófonos, se agarran a los bajos del vehículo para llegar a la península. También buscan esconderse dentro de las bateas de los camiones cuando éstos están parados en la zona de la Puntilla.
2 - Entre basuras
No son conscientes de la peligrosidad que entraña este tipo de viaje, pero los subsaharianos han optado por acudir hasta la planta de transferencia, esconderse en el monte cercano y esperar que sea factible alcanzar uno de los camiones dedicados al traslado de basuras. De esta forma murieron hace siete años un padre y su hijo, ambos magrebíes. Habían sido desalojados del interior de una vivienda militar situada cerca del monumento a Franco que fue derribada. Esa noche decidieron introducirse en uno de los camiones de basura. Cuando las máquinas procedían a aplastar los residuos la pareja murió.
3 - Con apoyos
Mientras que las anteriores vías no obligan al pago previo, sí que se están sucediendo traslados a la península conseguidos a través de redes organizadas para ello. Facilitar documentación falsa se erige en el trampolín perfecto para conseguir el pase de estos inmigrantes. La Policía mantiene abiertas varias investigaciones y ya ha desmantelado dos grupos. Embarazadas han conseguido embarcar en vehículos, yendo como una más. También se sospecha de la colaboración de grupos de apoyo para posibilitar que los embarques sean lo más seguro posible. La entrada de un grupo por la valla sigue siendo un caso aislado pero que se tiene en cuenta por parte de los agentes de la Guardia Civil.