Invitado por la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, tomé vuelo desde Lima a las 5,20 de la madrugada y tras casi hora y media de viaje, el avión aterrizó en el aeropuerto Alejandro Velasco Astete, de la capital cusqueña. La temperatura a esa hora era de 5º C. El recibimiento en la recepción del hotel, fue una tacita de infusión con hojas de coca, que parece ser una solución eficaz contra el soroche o mal de altura.
En el valle del río Huatanay, entre los picos de la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, a 3.399 m.s.n.m., clima templado y con casi medio millón de habitantes, se encuentra la antigua capital del imperio inca. La etimología de su nombre está en disputa, pues mientras el inca Garcilaso defendió que proviene del quechua Qosco −ombligo−, filólogos actuales consideran su procedencia del aymara. Lo cierto es que los conquistadores españoles convirtieron el vocablo en el toponímico Cuzco y así lo plasmaron los primeros cronistas aunque, en algún caso, también como Cozco. El toponímico Cuzco ha permanecido hasta el siglo XX, pero a principios de éste, la influencia del indigenismo motivó que algunos autores peruanos introdujeran en sus escritos la grafía Cusco.
La nueva versión tuvo acomodo institucionalmente y en 1971 el Gobierno Municipal, por ordenanza, cambió oficialmente Cuzco por Cusco. En 1986, a nivel nacional, por Resolución ministerial se adoptó oficialmente la nueva grafía. Aún hubo intentos posteriores de recuperar el antiguo Qosco, pero no tuvieron mucho éxito. En el país está generalizado el uso de Cusco, aunque también se utiliza el españolizado Cuzco.
Aparte de las leyendas, según los datos arqueológicos y antropológicos de los vestigios estudiados, parece ser que la zona se encontraba habitada hace 3.000 años. A orillas del lago Titicaca, perduró durante largo tiempo −entre los siglos XVI a.C. y XII d.C.− la civilización tiahuanaco. Entre los siglos X y XI, por causas no del todo conocidas, sufrió una notable decadencia. Muchos de sus habitantes emigraron hacia el norte, asentándose en el valle del río Huatanay. Hacia el 1200, los descendientes formaron una especie de cacicazgo y fueron ocupando otros territorios constituyendo, a lo largo del tiempo, el imperio inca.
El gobernante Pachacutec, de 1438 a 1463, fijó Cuzco como la capital del imperio inca y la dotó de una importancia política e espiritual, que la constituyó como la capital más importante de los Andes y de América del Sur. La llegada de los españoles derrotó el imperio incaico y Francisco Pizarro, el 23 de marzo de 1534 fundó, a la manera española, la ciudad de Cuzco, con la Plaza de Armas como centro de la misma y concediéndole la titulación de Noble y Gran Ciudad de Cuzco.
Hay que reconocer que los incas, con una organización política y social muy jerarquizada, habían construido una ciudad organizada que sorprendió a los españoles a su llegada. Se dice que fue diseñada por Pachacutec y en planta, tiene la forma de un puma, animal sagrado. La cabeza estaría en la fortaleza de Sacsayhuamán, el corazón en el palacio del inca Viracocha y la cola en el templo de Coricancha.
La ciudad de Cuzco fue declarada en 1933, como Capital Arqueológica de América del Sur. El Ministerio de Educación en 1972 declaró a la Zona Monumental de Cuzco, Patrimonio Cultural de la Nación. En la Constitución Política del país de 1993, figura declarada como Capital Histórica de Perú. Recientemente, en diciembre de 2019, ha sido declarada la ciudad de Cusco, como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La Universidad de San Antonio Abad− universidad pública peruana−fue fundada por Real Cédula de 1 de marzo de 1692, con el nombre de Universidad Regia y Pontificia del Colegio Seminario de San Antonio Abad del Cusco. Es cuarta más antigua del Perú y la quinta más antigua de Latinoamérica. En 1965, la jesuítica Real Universidad de San Ignacio de Loyola, planteó un recurso contra su creación ante la Real Audiencia de Lima. La institución jurídica y en su nombre el virrey de Perú, como Presidente de la misma resolvió, no obstante, dar la razón al colegio antoniano, que comenzó sus funciones como universidad en 1696. La rivalidad entre ambas instituciones académicas se fundamentaba, esencialmente, en una cuestión clasista: en la de San Antonio, los estudiantes procedían de clases modestas, mientras que en la jesuítica estudiaban las clases adineradas. La confrontación duró hasta febrero de 1772, cuando la Junta de Temporalidades de Lima, extinguió definitivamente la universidad de Loyola, cinco años después de la expulsión de los jesuitas del país.
Cuzco, al igual que otras ciudades de Perú, ha sido periódicamente castigada por movimientos sísmicos. Uno de los que tuvieron mayor repercusión ocurrió en 1650, afectando y destruyendo la casi totalidad de los edificios coloniales. Más recientemente, en mayo de 1950, un nuevo terremoto de alta escala Richter afectó notablemente a edificios de la ciudad y especialmente a iglesias y conventos de época colonial. El último, ocurrió en abril de 1986 y destrozó parte de la zona monumental.
Hay que hacer referencia a una emblemática figura en la devoción de la ciudad, cual es el Cristo crucificado de color negro –dicen que debido al humo de las velas ofrecidas por miles de fieles a lo largo de los años− al que llaman Señor de los Temblores, que se encuentra en la Catedral. La leyenda lo relaciona con el terremoto de 1650 y cómo, al sacarlo en procesión, cesaron las réplicas, de ahí su apelativo y la gran devoción que se le profesa.
En el lado norte de la Plaza de Armas, se encuentra la Catedral, construida donde se ubicaba el gran Palacio inca de Viracocha. La conforman tres templos: la más antigua iglesia de El Triunfo−conserva algunas cenizas del Inca Garcilaso, aunque el resto de ellas están en la Mezquita Catedral de Córdoba−que data de 1539; la Basílica Catedral de Cuzco construida de 1560 a 1572 y el templo de Sagrada Familia, iniciado en 1723 y concluido en 1735. Es importante en la Basílica, la sillería de cedro puro− al estilo empleado en España en los siglos XV al XVII− y la monumental custodia de 1,20 m de altura y 27 Kg, repleta de piedras preciosas.
Algo que me sorprendió en Cuzco− como creo que ocurrirá a muchos visitantes− fue contemplar en un mástil en la Plaza de Armas y en otros lugares institucionales, una colorida bandera que a primera vista se identifica con la bandera gay. En realidad, se trata de la adopción, como bandera de la ciudad, en 1978, por las autoridades, de una supuesta bandera –ideada en 1973 y atribuida, sin ninguna explicable justificación histórica, al antiguo imperio inca de Tahuantinsuyo − con siete franjas horizontales, simulando el arco iris: rojo, anaranjado, amarillo, verde, celeste, azul y púrpura. Sin ninguna relación− aunque coincidiendo en el tiempo, en 1978− se creó en California una bandera, con esa misma idea del arco iris, adoptada como representativa de las comunidades LGBT. En realidad, la del Cusco tiene una franja celeste, que no existe en la LGBT.
Curiosamente, en el 2007 − a los casi treinta años de su adopción− un grupo de intelectuales peruanos, propuso una consulta popular sobre la idoneidad de un cambio en el símbolo representativo de la ciudad, para evitar falsas interpretaciones. La idea no tuvo continuidad, pero precisamente el pasado mes de junio el Consejo Provincial de Cusco, tomó la decisión de incluir, en el centro de la coloreada bandera, el escudo oficial de la ciudad. A partir de ahora, la llamada Placa de Echenique− disco de oro con versión estilizada de un felino− ondea centrada, distinguiendo, sin ambigüedades, al símbolo representativo ciudadano.
Otro elemento llamativo en la ciudad, es la presencia en el centro histórico de siete calles, con el número mágico siete en sus nombres: Siete mascarones, siete ventanas, siete cuartones, siete diablitos, siete angelitos, siete culebras−una de las más estrechas y silenciosas de la ciudad− y siete borreguitos.
Fue visita imprescindible en Cuzco, ascender a Sacsayhuaman, fortaleza o gran templo ceremonial al dios Sol. Se encuentra a unos 2 km de la Plaza de Armas, a 3.700 m.s.n.m. y ocupando una superficie de unas 3.000 ha. Aunque existe transporte en bus, preferí hacer la subida a pie. Claro está que con andar despacioso y respirando correctamente, para superar el soroche −mareo, bajada de presión, dolor de cabeza o trastornos respiratorios causados por la falta de oxígeno en la altitud− y llegar en condiciones.
Es una impresionante obra de ingeniería, construida durante unos 90 años, iniciada en el siglo XV por Pachacutec y terminada en el XVI por su hijo Huayna Capac y en la que intervinieron más de 25.000 operarios, entre arquitectos, astrónomos, ingenieros, talladores y transportadores. Recogían las piedras de canteras, las trasladaban a más de 20 km y las tallaban de forma primorosa. Las colocaban unas sobre otras, encajado perfectamente y sin ningún tipo de argamasa. El muro principal, lo constituyen gigantescas moles de piedra de entre 90 y 125 t de peso y dimensiones de 5 a 9 m de alto por 2,5 de anchura. Por la perfección y el enorme tamaño, los sorprendidos españoles llegaron a pensar que su construcción había sido obra de demonios.
Sucsayhuaman está constituida por torreones, murallas o baluartes, grupos de recintos −habitaciones apoyadas en la colina− puertas, trono del inca y chincanas o túneles. Desgraciadamente, se calcula que, en la actualidad, solo se conserva el 40 % de la estructura. Los conquistadores españoles, desarmaron muros y torreones e incluso las piedras fueron aprovechadas para construcción de casas e iglesias en Cuzco. Cada 24 de junio, miles de personas, celebran la tradicional ceremonia del Inti Raymi o Fiesta del Sol.
El edificio más sagrado e importante en el imperio de Tahuantinsuyo, fue con seguridad el Coricancha o Templo del Sol. Según los expertos− aunque en el siglo XIII se construyó un pequeño templo llamado Inticancha− fue en 1438, bajo Pachacutec, cuando se engrandeció y embelleció. Se edificaron enormes muros −piedras labradas con gran precisión y encajadas con otras sin ningún tipo de mortero− y se revistieron de láminas de oro, plata y piedras preciosas. Pasó a llamarse Coricancha.
Con la llegada de los españoles en 1533, lamentablemente,− aunque no todo lo que hizo España fue negativo− el templo fue saqueado, destruido y despojado del oro y los metales preciosos que lo decoraban. Tras la donación por Pizarro a los dominicos, esta orden religiosa construyó, en 1534, sobre los cimientos del Coricancha, el Convento de Santo Domingo. En la actualidad, solo pueden apreciarse parte de los antiguos amurallados cimientos y un museo con las piezas incas encontradas en las excavaciones.
La calle Hatun Rumiyoc, en el centro histórico de Cuzco, a solo 450 m. de la Plaza de Armas, es una vía peatonal, posiblemente de las más visitadas de la ciudad. En ella estaba situado el Palacio del Inca Roca –que reinó entre 1350 d. C. y 1380 d.C.−y su nombre en quechua significa “casa con piedras grandes”, referido sin duda al citado palacio. Se demolió parcialmente para construcción de un edificio durante la época colonial y en el siglo XX la misma pasó a formar parte del Palacio Arzobispal de Cuzco. Los muros incas−de piedra de diorita− que flanquean la calle se conservan y son una muestra de la perfección en el tallado y acoplamiento de la piedra. Sin embargo, lo que concita más interés en la visita a la calle es la llamada Piedra de los 12 ángulos, de unas 6 t, cuyas doce esquinas talladas encajan perfectamente en el resto del muro inca. Está prohibido tocarla y según la tradición, si se quitase se desmoronaría el muro.
Continuando la calle Hatun Rumiyoc, se encuentra el barrio de San Blas y al principio la Cuesta de San Blas, empinada y empedrada al igual a las otras calles del barrio. Es un pintoresco lugar, también de obligada visita en Cuzco, en el cual se asientan talleres artesanales de reconocidos artistas cuzqueños y muchas tiendecitas típicas. Por no faltar, hasta encontré incluso un bar cubano, donde disfruté de una deliciosa cerveza Cusqueña.
El barrio se remonta a los tiempos del imperio inca−se llamaba T’ oqokachi− y allí, como ahora, vivían importantes familias dedicadas a la arquitectura y a la artesanía. En esta zona, dicen, se encontraron los restos de Pachacutec, por lo que debía ser un lugar importante para los dirigentes incas. Los conquistadores españoles lo bautizaron como San Blas y con esta denominación permanece en la actualidad.
El motivo principal de mi estancia en Cuzco fue − como digo al principio− la invitación de la Universidad de San Antonio Abad, para impartir un curso sobre las técnicas de evaluación de impacto ambiental. Creo que fue provechoso, por las manifestaciones de las autoridades académicas y los asistentes, en su mayoría profesionales. Recibí y agradecí las exquisitas atenciones y el trato dispensado, aprovechando el tiempo libre para conocer y recorrer la histórica, interesante y bella ciudad.
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