El alga nipona Rugulopteryx okamurae cada vez gana más terreno en los mares de Ceuta. Se extiende por el Estrecho y acarrea una serie de problemas que también se repiten en las costas andaluzas.
Su amenaza a la biodiversidad ha llegado incluso a las islas Canarias y en Galicia ya se han detectado poblaciones. Este asunto preocupa a los científicos que trabajan muy de cerca con la vida marina y su medio.
La creciente presencia en la ciudad, donde se avistó por primera vez en España, ha llevado a una acción de control de la misma en la zona del Monte Hacho, una propuesta en la que participan el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través del proyecto LIFE INTEMARES.
Este jueves en la biblioteca Adolfo Suárez, se han dado a conocer los resultados de este proyecto en unas jornadas en las que han participado varios conferenciantes.
Colaboran en esta iniciativa el Gobierno local y el equipo de expertos de la Universidad de Sevilla. El objetivo es tratar de implantar estrategias para prevenirla ya que esta es “excepcional”, según Enrique Ostalé, coordinador de la sección de biología de esta institución educativa de la capital hispalense. Francisco Javier Martínez, biólogo en Obimasa, asevera que en esta zona “ocupa grandes extensiones de cobertura de fondos en un rango muy amplio”.
De hecho, actualmente no es viable eliminar estos ejemplares, tal y como recuerda Martínez. “No hay un método de trabajo que permita trabajar a 20, 30 o 40 metros de profundidad”, detalla.
Resultados positivos
A pesar de que, en un inicio, la situación no da cabida a muchas esperanzas, esta iniciativa nueva en este espacio natural ceutí ha logrado resultados positivos. “Se está estudiando de forma experimental erradicarla en zonas donde es directamente accesible sin técnicas de buceo. Esta es, de marea, en el intermareal”, comenta Martínez.
Ello permite, al menos, tener una capacidad de mantener al alga invasora a raya en esta pequeña franja donde se lleva a cabo esta labor. Las razones de su aparición en España son muy diversas y no se saben a ciencia cierta. Las posibles vías de entrada son las aguas de lastre, los cultivos marinos y las incrustaciones en cascos de embarcaciones.
Así lo indica el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras del Ministerio para la Transición Ecológica. El documento, que data del 2020, refleja su evolución desde que arribó a las costas nacionales y las posibles causas de su llegada.
Fue identificada por primera vez en 2016 en la ciudad caballa y, a partir de esa fecha, comenzó a observarse con más frecuencia en otras zonas.
La segunda población en la que se localizó fue Tarifa, en Cádiz. Finalmente, en 2019 se registró en Málaga, la propia capital gaditana, Granada, las islas Chafarinas y Roquetas, Almería.