Canalla es una persona ruin, que actúa sin atender a ninguna moral, conforme a la definición del Diccionario de la Lengua Española. También se le llama así a la persona que es despreciable por su comportamiento vil. O a la gente ruin y malvada. La Wikipedia se refiere al Estado canalla, como al Estado dominado por un régimen autoritario que restrinja severamente los derechos humanos, propicie el terrorismo, o pretenda la producción y proliferación de armas de destrucción masiva. Pero, una versión algo distinta del término, y mucho más divertida y cultural, es el nombre de Canallas que se dio una banda de rock que se formó en Madrid en 1995.
Versiones musicales aparte, con arreglo a la definición que hemos dado del término, está claro que Putin sería un canalla, pues ha invadido un país soberano y libre, está masacrando y asesinando a su población civil y, de paso, está generando un tremendo problema de desabastecimiento y encarecimiento de los precios de los alimentos, los transportes, o la electricidad, en casi todo el mundo, pero, fundamentalmente, en Europa, que tiene mayor dependencia energética de Rusia. Las imágenes de niños llorando, abuelas y madres desesperadas, o de cuerpos muertos arrojándose a fosas comunes para evitar su descomposición en las calles, tardarán en desaparecer de nuestras retinas. Y el calificativo de canalla y de criminal de guerra, cobrará cada vez más fuerza. Ya sé que hay otros canallas en el mundo. Y también guerras y ocupaciones injustas. Pero ahora toca hablar de esta.
También serían canallas los líderes de la extrema derecha, europea y de otros lugares. Es el caso de Marine Le Pen de Francia, Salvini de Italia, Bolsonaro de Brasil, o el mismo Santiago Abascal en España. Todos ellos apoyan a Putin y han tenido buenas relaciones con él. Les une su odio a una Europa unida y fuerte, su rechazo a la democracia, su preferencia por el nacionalismo recalcitrante y el populismo, el fomento de las fake news, el odio al inmigrante, su racismo y supremacismo o la persecución a los colectivos LGTBI.
En España, el líder de Vox, Santiago Abascal, sería el caso de un tipo especial de canalla, que no ceja en su empeño de tumbar al gobierno legítimo de nuestro país, usando para ello cualquier estrategia de desgaste.
La última es utilizando las dificultades que están sufriendo muchos autónomos con los precios de la gasolina, o los perjuicios de los agricultores a consecuencia de la sequía, o incluso los supuestos perjuicios a los colectivos de cazadores, para cizañar, engañar y convocar protestas innecesarias e injustas, con el claro objetivo de colapsar las calles de las ciudades y “levantar” al pueblo contra el gobierno de España. Evidentemente, tal y como dijo el presidente Pedro Sánchez en una comparecencia, ninguno de estos personajes (canallas) se saldrá con la suya. No los dejaremos.
Pero también ha habido en las últimas semanas tres canalladas dignas de mención. La primera ha sido la del portavoz de Ayuso en Madrid, Enrique Osorio, afeando el informe de Cáritas y apuntándose al negacionismo de la pobreza. Pero es que además, hizo un teatrillo bochornoso preguntándose dónde estaban los pobres, mientras miraba al suelo buscándolos. Claro, antes de él, su presidenta, la abanderada de la “libertad” para ir de copas en Madrid, la señora Ayuso, criticó los 20.000 millones de euros que el gobierno de España va a destinar a políticas de igualdad, como si suprimiéndolas se fuesen a arreglar los problemas económicos derivados de la guerra.
La segunda canallada ha sido la del consejero de Sanidad de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre, que dice que es mejor hablar de violencia intrafamiliar que de violencia de género, por ser la primera más amplia. Pues no, no es más amplia. Simplemente es la estafa de los fascistas de VOX para intentar dejar la violencia contra la mujer entre las paredes de las casas. Es decir, ahora que se acercan las elecciones andaluzas, han de blanquear a sus socios de VOX para intentar atrapar unos cientos de votos.
La tercera canallada ha sido el pacto de Castilla y León entre PP y VOX, que les dejan la presidencia de las Cortes y tres consejerías, y anuncian nuevas leyes contra las políticas de igualdad y negando la violencia contra la mujer. Pero la reacción del futuro presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo acusando al gobierno de España de “forrarse” con impuestos que, curiosamente gestionan las comunidades autónomas (la venta de hidrocarburos es uno de ellos), ha sido digna de incluir en los libros de historia. De esta forma desviaba la atención para no tener que dar explicaciones del vergonzoso pacto con VOX.
Es evidente que los canallas han perdido la vergüenza y no les importa sacar a la luz sus canalladas. Parece que en este mundo de la post verdad y las mentiras, lo que se lleva es el insulto y el odio al diferente.
También la demagogia y el aprovechar las calamidades, antes la pandemia y ahora la guerra, para rapiñar unos cuantos miles de votos.
Así son los canallas.