Parece que el mundo está pendiente solo de la guerra de Ucrania. Asistimos en directo a la masacre de todo un pueblo, ordenada por un dictador.
Putin. El exagente de la KGB que juega a la ruleta rusa con el mundo. El problema es que hay gentes que se lo creen. Días atrás tuve que dejar con la palabra en la boca a un amigo, mientras tomábamos una cerveza en el bar de otro amigo, cuando argumentaba que lo que hacía Putin era una especie de guerra de liberación para defenderse de los americanos. En esto, intervino el dueño del bar, no para opinar, sino para increparnos por hablar de la guerra y no de futbol. Me pareció todo tan soez, que opté por irme sin acabar la cerveza.
Pero no era de este tema del que quería hablar esta semana. Hay tantos artículos de opinión y análisis de las causas de esta guerra, algunos de ellos muy buenos, que no me siento con fuerzas suficientes para volver al mismo asunto, sin garantías de que los lectores lo leerán con interés. Pues, es tan grave lo que está aconteciendo y tanto el sufrimiento de miles de personas, que ya parece que llueve sobre mojado. Quizás sean estos los cálculos de los estrategas del criminal de guerra Putin. Que el dolor sea tan intenso, que no quede ni un resquicio para el consuelo o para la compasión.
Hace poco más de una semana, aunque la guerra nos haga pensar que ha pasado mucho más tiempo, la investigadora M. Ángeles Durán venía a nuestra Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Granada para impartir una conferencia titulada “Un reto para los economistas del futuro. Los bienes sin precio”. El aula magna estaba abarrotada de público. Sin ayuda de medios digitales, ni casi megafonía, comenzó su disertación con un pequeño libro en la mesa, y un recordatorio de cuando ella comenzó sus estudios de economía con apenas 16 años en la Universidad.
Nos relató su experiencia, origen de su vocación, con unas clases magistrales de Estructura Económica impartidas por el profesor José Luis Sampedro. En estas clases, nos contaba, el profesor utilizó un símil para comparar la economía española con la americana. Decía que era como una cáscara de almendra en un océano. Fue así como ella comprendió que en toda exposición el relato era lo más importante. Inmediatamente se declaró discípula del profesor Sanpedro. Yo lo entendí, porque las unidades didácticas que utilicé durante mis estudios de economía en esa asignatura, que aún conservo, eran de este profesor. A mí también me impactaron.
La especialidad de esta profesora e incansable investigadora es la medición del trabajo no remunerado de las mujeres. Su libro “La riqueza invisible del cuidado” es todo un clásico sobre la necesidad de incorporar al análisis económico la valoración del trabajo no remunerado, que tiene un coste para los hogares y para las personas sobre quienes recae, fundamentalmente mujeres, y que debe tener un reconocimiento social.
Para que entendiéramos la importancia de este asunto, nos contó su experiencia con una de sus hijas, cuando, recién nacida, tuvo un ataque de colitis y esto provocó un trabajo extra en su ya atareada carrera, al tener que poner varias lavadoras en plena noche, para poder limpiar lo que la pequeña había manchado. ¿Cuánto creéis que valen estas horas extras que yo tuve que realizar, sin abandonar mi trabajo al día siguiente en la universidad? nos preguntaba. Porque, cuando hablamos de escasez, que es la razón de la ciencia económica, ¿de qué hablamos? ¿de tiempo o de dinero?. El problema es que el trabajo oculto de la mujer no se registra. Las horas que miles de mujeres dedican a su casa, además de a su trabajo externo, si lo tienen, no se contabiliza. Y además, les priva de poder aspirar a mejores trabajos o a promocionarse.
Y siguió cuestionando otras cosas. Por ejemplo la contaminación. ¿Qué precio le ponemos?. ¿Cómo se incluye el trabajo que no se convierte en mercancía en el análisis económico?. Porque, el trabajo del hogar no remunerado no se incluye en la contabilidad nacional. Durante la pandemia, nos decía, se ha seguido produciendo desde las casas, para suplir la producción parada en las fábricas. ¿Le hemos puesto precio a esto?.
Según sus investigaciones, el trabajo no pagado se puede calcular en torno al 100% del PIB de un país. Y utilizando la metodología de Eurostar y el concepto de “salario sombra”, el trabajo no pagado en España equivaldría a 28 millones de empleos a tiempo completo.
La conclusión era muy clara. El PIB no es un indicador fiable para medir la economía. Hay muchos bienes que no tienen precio y que no se incluyen en el mismo. Por tanto, este es el reto para los economistas del futuro. Fue el mensaje de la vieja profesora al público que abarrotaban la sala.
En pocos días, el 8 de marzo, se celebrará el Día internacional de la mujer. En este año, cuando parece que salimos de la espantosa pandemia, pero nos metemos en una terrible guerra, que nadie se esperaba, ni quería, esta celebración cobra una importancia especial. Y la profesora M. Ángeles Durán nos lo ha recordado. El peso de gran parte de la economía recae sobre las mujeres, que con su esfuerzo y su trabajo diario siguen construyendo los países. Sin embargo, la desigualdad, que muchos se empeñan en no reconocer, hace estragos en la población.
El papel de la mujer en la historia de la humanidad ha sido fundamental. Lo estamos viendo, una vez más, en esta injusta y desigual guerra. Reconocer esta realidad, además de valorar y respetar a las mujeres, es el camino para la auténtica transformación de la sociedad. Su aportación es fundamental para nuestro futuro. Admitirlo y ayudar a combatir estas desigualdades nos hará más libres.