Antonio Rubio (Melilla, 1951) hace suya la frase de Camus según la cual “un país vale a menudo lo que vale su prensa”. Este rastreador de historias, cuyo nombre está ligado a las páginas del mejor periodismo de investigación patrio, ha procurado siempre ahondar con su trabajo en asuntos de gran calado a nivel nacional (los GAL, la fuga de Luis Roldán, el desembarco del GIL en Ceuta y Melilla...) para que el ciudadano de a pie conociera un poco más lo que se esconde en las tuberías del Estado.
Sin dejar de mirar al presente, Rubio se ha retrotraído un siglo para la publicación de ‘El desastre de Annual a través de la prensa’, editado por Libros.com y que ha visto la luz recientemente. Una obra emotivo por que de una vez suple una deuda con su gran pasión, el periodismo, y con su infancia y sus recuerdos melillenses. En esta obras ha llegado a la conclusión de que la guerra del Rif cambió el periodismo español de uno más opinativo a otro más informativo, y lo llevó a cotas de modernidad importantes. Rubio atiende por teléfono a El Faro de Ceuta y apunta: “El periodismo y la literatura son primos hermanos”.
–La mayoría de historiadores y expertos en la materia opinan que Annual hay que entenderlo como la antesala de la Guerra Civil y un momento clave histórico: ¿por qué no se conoce tanto o no atrae más investigaciones?
–Contestaría fácil pero creo que el problema de este país es de memoria y desmemoria. Tiene que ver con el periodismo, la historia, el tiempo y la verdad. El problema de nuestra historia es que tenemos una, pero hay algunas páginas en blanco. De ahí, que yo me planteara una tesis que no se quedara únicamente en lo académico, como les pasa a muchas tesis en este país que no trabajan lo periodístico y al ciudadano medio no les llega. Cuando yo investigaba llegué a un artículo de Unamuno que decía que hay que enterarse de las cosas y que la prensa es la que más hace por informar al pueblo.
–En investigaciones como la suya, se suele partir de ideas preconcebidas y con un conocimiento claro. ¿Qué sorpresas ha encontrado al rastrear los periódicos de aquella época?
–Pues por ejemplo había periódicos como La Libertad que llegó a tener una tirada de 236.000 ejemplares en aquella época, lo cual es llamativo porque el 50% de la población era analfabeta y el transporte no es el de ahora. Las sorpresas fundamentales fueron sobre cómo se aplicó la censura de tal forma que las informaciones no llegaban. Llegaban las notas del Gobierno y el Heraldo de Madrid hizo cosas tan importantes como publicar páginas en blanco. Como tardaban en llegar la información, y las fotos, el Gobierno no ayudó a que llegara la información, algo que nos recuerda a otros ciclos históricos, algunos de ellos muy presentes. Además, llama también la atención la cantidad de periódicos que había.
–¿Qué hizo la prensa?
–Cambia la dinámica de un periodismo más opinativo a un periodismo de investigación, el reporterismo cobra una fuerza increíble, incluso se trabaja en el periodismo de datos. Hay un periodista que es Rafael López Rienda, que es de los mejores reporteros contra la corrupción. Nos volvemos a encontrar gracias a la prensa que el pueblo se entera de lo que pasa. Es importante que en colegios y universidades se sepa más sobre cuál fue el punto clave de nuestra historia contemporánea. El desastre de Annual está presente en muchas de las cosas que acontecen hoy en España, incluso en la situación actual del Rey emérito se refleja.
–Hay periodistas que piensan que en realidad lo más revolucionario sería volver a un periodismo decimonónico con más brillantez y carga opinativa...
–Hay una cuestión muy importante en el tema de que en el siglo XXI hay una herramienta para hacer ese periodismo como es internet, pero no se puede olvidar que el periodismo va sobre contar historias. Ya Heródoto, en el siglo V a.C., va a los lugares in situ a contar las historias. Ahora, por desgracia se hace mucho trabajo en oficina y se sale muy poco, por lo que a veces se pierde el contacto y el trato con la fuente. Aunque todavía hay periódicos que siguen haciendo muy bien su trabajo.
–¿Qué papel juega en todo esto el periodismo local?
–Al ciudadano de Ceuta y Melilla le interesa lo que pasa en Ucrania, pero también lo que ocurre y está pasando al lado suyo. Muchos de los principales casos de investigación en España han arrancado en provincias con el trabajo de periodistas locales y luego han venido los paracaidistas que le han dado más repercusión a la historia. Sin el periodismo local no tendrían recorrido muchas cosas. En EEUU los periódicos locales son los que empiezan a tener superávit. El periodismo local es el presente y yo recupero la idea con este libro.
–Decía que episodios como el desastre de Annual explican en parte la historia actual de España y supongo que también el devenir de provincias como Ceuta y Melilla. ¿Cree que se habla poco a nivel mediático y político de estos territorios?
–Hay un elemento de olvido y de cierto abandono sobre lo que ocurre en Ceuta y Melilla. Las conversaciones entre España y Marruecos son importantes y habría que conocerlas. Tengo la sensación de que al haber tan poco información oficial se genera la situación de cada cual se crea su propia película. El problema es no tener información. Hay algo de todo lo que pasa que no sabemos, y que influye en la situación. Esperemos que el tiempos nos lleve a la verdad. Por ejemplo, la marcha de la minisGonzález Laya del Gobierno no me da buena percepción. Si algún día se entregaran a Marruecos, que espero que nunca pase, tendrían un puerto maravilloso. Lo importante, repito, es darle información al ciudadano e invertir.
–Precisamente, uno de sus temas estrella como periodista de investigación fue poner la lupa en aquel desembarco que hizo Jesús Gil con su partido personalista en las dos ciudades autónomas y que se frenó. ¿Qué conclusión saca de aquello?
–Es un tema que yo he investigado a fondo. Pues, la intención del señor Gil era una y sola, la de convertir Ceuta y Melilla en paraísos fiscales y Gil no podía aportar nada bueno, y es por ello que el CESID -anterior CNI- se puso en marcha para contrarrestarlo. No tenía intención de hacer nada positivo.