Carolina Pérez Ramírez coordina las Segundas Jornadas sobre Gestión Emocional de la UNED. Experta en el tema que da nombre al seminario, también es coordinadora del Grupo Nacional de Gestión Emocional y Humanización en Emergencias. Su charla de mañana jueves se titula Manual de emociones para la vida diaria.
–Posiblemente el título de tu ponencia sea el que pueda resultarle más cercano a los asistentes de las jornadas...
–Realmente le pusimos “para la vida diaria” porque los profesionales no dejamos de ser personas. Somos personas que vamos a trabajar. Sí que es verdad que cuando llevas el uniforme llevas una activación, una predisposición para tu trabajo, un nivel de alerta. Las emociones son independientes al entorno en el que nos encontremos. Son reacciones psicofisiológicas que se producen como respuesta de la valoración que hacemos de una situación.
–¿Esas emociones hay que cuidarlas más realizando determinados trabajos?
–Habitualmente se dice que no puedes estar triste o no llores, y menos en público. Sobre todo los hombres lleváis una losa encima de “no llores porque sólo lloran las nenazas”. Tenemos que aprender qué hacer con la tristeza, el miedo, el enfado, todas las emociones tienen una función y la función es ayudarnos a sobrevivir adaptándonos y empujándonos a actuar de una determinada forma.
–¿Entonces siempre son positivas determinadas reacciones?
–Hoy en día no tenemos leones que vengan a por nosotros, pero sí que tenemos jefes, la factura de la luz u otras amenazas que activan exactamente igual esos circuitos emocionales arcaicos. Lo que hay que hacer es reconocer esa emoción, aceptarla y saber qué está pidiendo. El miedo te pide que encuentres un recurso para hacerle frente. Por ejemplo, la alegría te pide conectar con los demás, la tristeza, que te des tiempo para superar la pérdida, que hagas el duelo, te reconstruyas y sigas adelante. Cada emoción te esta pidiendo algo, si atiendes a ella la podrás solucionar.
–¿Cómo podemos saber si alguien está gestionando incorrectamente su emoción?
–Podemos saber cómo se encuentra una persona observando y descifrando su lenguaje corporal y sus microexpresiones faciales. Las emociones son universales, son un lenguaje en sí mismas, sólo buscan que satisfagas tus necesidades, te adaptes y sobrevivas. Podríamos saber que alguien no está gestionando su emoción si persiste activada, es decir, si mirándola tiene la misma expresión facial, el mismo tipo de discurso y persiste el tipo de reacción. Por ejemplo, alguien que viva atemorizado y que no gestione su miedo tendrá una postura corporal disminuida, contraída, su voz será temblorosa, titubeante, de bajo volumen y su gesticulación muy cercana al cuerpo, casi como queriendo pasar desapercibido. Cuando se la invite a diferentes actividades siempre responderá de la misma manera, buscando peligros inexistentes o exagerándolos para no tener que enfrentarse a ellos.
–¿Existen trucos sencillos para gestionar las emociones?
–El único truco que hay es empezar. ¿Cómo? Observando nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Podemos aprender a darnos cuenta de los efectos de la activación de las emociones en el cuerpo por un aumento de la frecuencia del corazón, de la respiración o de la sudoración, del tono de nuestros pensamientos o del tipo de comunicación verbal y no verbal que tenemos.
–Entonces, ¿cómo podemos gestionar correctamente una emoción?
–Lo primero que hay que hacer es reconocer sus efectos, no luchar contra ella, es decir, aceptarla. Identificar la necesidad que está activa en nosotros y canalizarla a través de diferentes vías según nos pida. Así, hay gente que sale a correr cuando está enfadada, toca la batería o incluso limpia su casa. Cuando la emoción ha bajado de intensidad y hemos gastado el exceso de adrenalina, podemos razonar acerca de lo que la ha causado y buscar opciones para resolver el problema.
–¿Es positivo tener cerca gente con buena gestión emocional o, al revés, puede haber un pulso emocional?
–Es maravilloso rodearse de personas que cultivan día a día su inteligencia emocional. Aprender a conocerse, a entenderse, a utilizar la energía de nuestras emociones, canalizarla por vías saludables y comunicar nuestras necesidades de forma asertiva desde los valores que promulgamos y queremos cuidar, como el respeto, el amor, la libertad o la salud. Es la mejor forma de cuidar nuestras relaciones personales.
–¿Es importante gestionar las emociones en el ámbito de las emergencias?
–Trabajar en las emergencias es algo apasionante y estresante al mismo tiempo. Entramos en lugares donde la gente huye, donde hay dolor, donde hay sufrimiento, donde se palpa el miedo, miedo a la muerte sobre todo. Son lugares poco seguros que disparan el modo supervivencia de todo aquel que lo vive. Cuando estamos en modo supervivencia, se activan áreas de nuestro cerebro que nos empujan a actuar reactivamente. Ante el miedo, las emociones más contagiosas que hay son las reacciones más instintivas: huir, bloquearse o atacar. El paciente o la familia suelen bloquearse y se nota cuando nos dan una dirección mal o no recuerdan datos habituales. Además, cuando estamos bajo la influencia del miedo, la percepción del tiempo se desvirtúa y unos minutos pueden llegar a parecer horas.