Con el cierre del puerto, acordado ayer debido al recrudecimiento del temporal, volvemos a quedar atrapados en la misma sensación de sentirnos miembros de una isla. Bloqueados, sin posibilidad de salida alguna, buscamos a la desesperada la plaza en el helicóptero como única vía de escape en una ciudad que mira al siglo XXI con carencias de siglos atrás. A Ceuta le queda mucho por avanzar en las infraestructuras básicas. Lo primero en el transporte. ¿Una ciudad bloqueada en pleno 2011? No cuadra. ¿Una ciudad con tamaña sucesión de apagones y ceros totales? Menos. ¿Una ciudad que se ve obligada a mirarse al ombligo? Por mandato y no precisamente divino. Tenemos tantas asignaturas pendientes, tantos defectos que superar que todavía se nos queda cara de tontos cuando recibimos ese aviso de la Delegación del Gobierno en el que se nos comunica que nos quedamos aislados. Llega a nuestra memoria esas imágenes de ceutíes tirados en el puerto esperando esa información de las navieras tan deficitaria y que, por cierto, acostumbra a llegar tarde. Llega a nuestra memoria esos colapsos buscando la manera de encontrar hueco en una ciudad en la algo tan básico como la libertad de movimiento queda supeditada a fenómenos meteorológicos con fuerza para considerarse adversos. Todavía el temporal nos puede dominar. Así nos lo demuestra cada año algunos de esos sustos que creíamos perdidos en la Edad Media.