Tras la gran acogida que tuvo mi primer artículo dedicado a mi época en los setenta, recordando el diseño de la tienda donde estaba mi padre en la sucursal Sanyo de Almacenes Tokyo, traigo una segunda parte y no encontraba mejor título que la demanda que hemos tenido en España, con el gran apagón que hubo y fueron los transistores.
En esta segunda entrega de aquellos tiempos en los bazares no puedo olvidar el arte de vender, en aquellos Almacenes Tokyo entre el bullicio y las largas colas de los conocidos paraguayos, se aprendía en el mostrador lo que no está escrito en los libros.
Mi padre en pleno bullicio de la sucursal me dejaba en el rincón de los transistores y el mostrador de los productos de menos calibre.
Recuerdo la frase de las personas mayores que decía así: “tiene transistores chiquititos”, y les mostraba los de una sola banda, AM (amplitud de modulación) cuyo valor eran aproximadamente quinientas pesetas de la época.
Sanyo y Sharp iban de la mano en sacar el mejor transistor de la época y el “Super sensitive”, el Sharp era más robusto y el Sanyo era la elegancia personificada, tanto que tuve que escuchar un día unos señores paraguayos decir: “una radio así de chiquitita dos mil quinientas pesetas, estamos locos o que”.
En los tiempos del bazar yo escuchaba la palabra “SX” que traducido era 100 con una letra más y esos cien eran veinte duros de la época, cien pesetas y era la comisión por vender un aparato Sharp en vez de un Sanyo, porque a decir verdad en aquellos años setenta en Ceuta, el Sanyo se vendía sólo no había ni que hablar.
Por razones obvias no voy a nombrar a un vendedor de la época, que para mí en ese momento era el mejor de Ceuta, y el truco que tenía era que le grabaron en la discoteca Rives una cinta Basf de cromo música disco y cuando llegaba el momento de ofrecer un Sharp antes que un Sanyo, él sacaba la cinta roja del bolsillo, la Basf de cromo y le ponía con disimulo el tono en su punto y el volumen a toda marcha, le decía al cliente echase usted un poco para atrás de la potencia que tiene el Sharp, por supuesto que al Sanyo le dejaba puesta la cinta que traía de fábrica que era una japonesa cantando instrumental.
Si era una familia y estaban observando varias familias detrás, pude observar aquel día que fueron de una tacada cuatro aparatos radio-cassette Sharp o sea que un instante el vendedor había ganado cuatrocientas pesetas de hace 47 años.
Llegaron al comercio las pletinas, los amplificadores, los platos y sintonizadores, con unos bafles de madera de aupa, era lo máximo entonces en alta fidelidad, eran la joya de la corona en cualquier hogar de la época, y otro vendedor de la época era un artista en montarlo, en darle sonido y explicarlo, a mi se me iban los ojos en esas cadenas enorme y le decía a mi padre porque no traía esos equipos a la tienda, mi padre decía el tiempo que tenga que estar explicando las características al cliente, pierdo de vender a varios en el mostrador.
Así que mi padre era más del cliente sencillo que le podía sacar más beneficio que la envergadura de un producto que además iba a ocupar un espacio importante en una tienda pequeña de las que a buen nombre eran una sucursal.
Otro vendedor era un experto en el tema de las cámaras fotográficas, estaban las Yashica, las Zenith, Olympus, Mamiya, Canon y Nikon. En almacenes Tokyo había una zona que era prácticamente la tienda de mi padre, dedicada totalmente al género fotográfico donde se incluían los objetivos de rosca o bayoneta dependiendo del modelo, los flash de cable o de contacto directo sin olvidarnos de los proyectores, los mudos y sonoros así como los tomavistas y las antorchas para las grabaciones en interior.
Mi padre era un torero, era un controlador de la situación porque parece fácil hoy día con tantas leyes y normas, pero en los setenta el cliente que llegaba de la Península quizá por la poca información sobre Ceuta, a veces se las daba de más listo de más sobrado y parecía que muchos iban como deambulando por un zoco o un mercado persa y eso a mi padre le sentaba muy mal, tanto que mi padre a veces decía en voz alta, parece que a muchos les ha sentado mal el viaje en el barco, pero cuando empatizaba con un cliente o una familia, mi padre sacaba un arte brutal para vender, tanto que al finalizar la compra, le regalaba a la señora un juego de porcelana que eran muy codiciados para los hogares de la Península de entonces.
La llegada de los relojes Casio, cuando llegaron los relojes digitales tan deportivos y dinámicos con ese color negro de goma y de todas las categorías, uno que estaba en la edad de presumir con los amigos y en los deportes, mi hermano y yo nos volvíamos locos revisando todos los modelos y características.
Cuando venían los representantes con los catálogos de Casio, le pedíamos de todos los modelos, no importaba si no lo teníamos en existencia, era presumir que teníamos Casio y llegó el día que tuve que apechugar con una reprimenda, había un reloj Casio de buceador profesional y me aprendí la frase que decía: “para profundidades que requieran oxígeno y helio”, hasta que un sábado de esos que vas pensando en que llegase la hora de cerrar al mediodía, llegaron varios señores robustos mirando la tienda, y me vieron la propaganda del reloj de buceador y el señor me dijo: ¿”cuánto vale este reloj?”, como no lo tenía no tenía ni idea de cuanto podía valer, pero le dije la frase si ese modelo es para buceo, para profundidades que requieran “oxígeno y helio” y al instante el señor me muestra el reloj de buceador que lo llevaba puesto.
Yo me quedé sin palabras sin saber donde meterme y le dije que no lo tenía en la tienda y que no sabía cuanto podía valer, mi padre con los ojos que se salían de la cara y con los brazos en el mostrador y cuando se fue el ya demostrado que era buceador profesional, que tenía el reloj y que le interesaba saber cuanto valía en Ceuta, mi padre: “niño, ¡¿que te las ibas a dar de listo y te ha salido un tío que te ha dado un revolcón en la tienda?!… han pasado más de cuarenta años y aquella lección la aprendí para el resto de mi vida.
Finalizo esta segunda entrega con los vendedores matuteros, una expresión que define el contrabando pero que no correspondía con la manera de aquellas personas, de manera humilde que compraban una serie de productos para revenderlos en la Península, en Ceuta hubo un bazar que ganó mucho dinero porque hasta los taxitas sabían que había que llevarle los matuteros y matuteras , y casi esperar en la puerta para otra vez llevarlos al embarque y al día siguiente volvían otra vez.
Había un señor muy mayor que le interesaba el radio-cassette stereo de la marca Sanyo, el hombre llegaba con unas maletas de esas antiguas y si ya iba cargado de transistores, mecheros de martillo, bolígrafos Parker, hacía un esfuerzo por llevarse de una tacada dos radio-cassete stereo, y su devoción era el M-9902, el aparato fue la estrella de ventas de la época y llegó el momento que había demanda, entonces el comerciante que compraba una partida y la guardaba era el que podía marcar el precio de coste y el precio de venta, ya se escuchaba la palabra, voy a traer un contenedor a Ceuta para mí solo y si daba el pelotazo aquello era ganar mucho dinero.
Todavía mi hermano y yo recordamos con cariño aquel señor tan mayor que cuando entraba en la tienda, nos saludaba y nos decía del tirón: ¡quiero el 9902!
Finalizo esta entrega con mucha emoción en el cuerpo y alguna lágrima que se me escapa por una época que marcó mi vida, aquellos tiempos de gloria y de esplendor y que le dieron ese toque tan especial a nuestra Ceuta.
Continuará…
Que artículo tan emotivo, que recuerdos de aquella época gloriosa de Ceuta. Enhorabuena señor Chellaran, espero que vengan más artículos como este, pues me hace recordar los tiempos en que familiares mios, tambien vivian de este negocio.
Se olvida (o quizás era muy tierno) de la época en que tuvieron que meter en Ceuta y Melilla todo un ejercito, el del Norte de África, entre el 56 y el 62, en el que a diario, la tropa salía a gastarse las "sobras" en Hadú, F. Española y la Barría, siempre con cuidado de que la PM no observara que se escapaba un pelo por debajo del cubrecabezas de cada cuerpo y arma (nunca mejor aplicado lo de cuerpo y arma).
Desde "Salida" a "Fajina" (algunas veces hasta "Retreta") aparte de los cines y bares, los bazares también se lucraban con los ahorros y propinas familiares que hacían estirar aquellos militares de quince meses, cuya mayor virtud, era pasar por la nariz de los reemplazos siguientes los días que les quedaban para abordar "La Paloma".
La epoca dorada del bazar de Ceuta.