Baruch Spinoza fue un filósofo judío del siglo XVII al que los propios sefardíes lo expulsaron de su Sinagoga, pues para su comunidad habría hecho algo malo, quizás su propio método geométrico para hacer filosofía. Además casi murió en el intento de ser filósofo, pues también recibió una puñalada. Siempre guardó la marca en su abrigo de esta agresión, para acordarse de que no tenía que fiarse de nadie y apostó por la huida cuando las circunstancias ya no tenían solución.
Como todos los judíos, en seguida había aprendido una profesión, la de pulidor de lentes, con la que se pudo ganar la vida y también daba clases particulares de filosofía. Así al explicar la filosofía de Descartes a un seminarista, escribió su obra Principios de filosofía de Descartes. ¿Qué malo hizo al tener una absoluta confianza en la razón y usar el método matemático de Euclides para hacer filosofía? En defensa de su expulsión de la Sinagoga, escribió una obra en español, que está perdida, pero cuyo contenido se recoge en otra obra suya, el Tratado Teológico-Político, en el que entre otras cosas, propone otro método hermenéutico que sí que ha tenido mucho éxito actualmente para entender los Libros Santos.
Los antepasados judíos de Spinoza procedían de Israel, siempre habían estado huyendo, en la Diáspora, desde que en el siglo VI a. C. derrocaran su reino de Israel. Después, en el siglo I. d. C. , cuando Palestina era una provincia más del Imperio Romano, les destruyeron su templo, los expulsaron de su tierra prometida y algunas familias huyeron a Hispania. En el caso de la familia de Spinoza, se produjo otra huida más que se muestra en su apellido, que procede del de Espinosa de los Monteros de Burgos, pues su familia también tuvo que huir desde España a Portugal y luego hacia los Países Bajos, cuando formaban parte de Imperio Español donde nunca se ponía el sol, para encontrar más tolerancia y continuar con su religión judía. Pues los judíos que sí que se quedaron en España tuvieron que convertirse al catolicismo y a muchos les llamaban marranos, pues para probar que eran cristianos auténticos, les ofrecían comida de cerdo. En Holanda, cambiaron la sílaba «es» inicial de Espinosa por una «s» líquida y la «s» final por una «z» de Spinoza. El mismo Spinoza nos indicó que algún día los propios judíos lograrían recuperar su tierra prometida de Israel para poder volver. Y así se cumplió tiempo más tarde en 1948, por decisión de la ONU, aunque esto ha supuesto muchos conflictos actuales con los árabes, pues a partir del año 636 d. C. los musulmanes gobernaron Palestina.
Pero la historia tenía que ser así, pues según el filósofo judío todo está determinado y escrito en el gran libro del mundo. Además el mundo está regido por un orden necesario y este orden necesario es geométrico. En su libro de la Ética demostrada según el orden geométrico, también define a Dios como una sustancia infinita que para existir no necesita de ninguna otra realidad, e identifica a Dios con la Naturaleza. De la cual solo conocemos los atributos del pensamiento y de la materia, entre las cuales existe un paralelismo, pues tal como nos indica Spinoza en la Ética «el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas». El modo del ser humano sin embargo, sí que necesita de otra cosa para existir, a diferencia de la sustancia divina. Como era de esperar, esta filosofía geométrica, no fue del agrado de los judíos, por eso lo expulsarían de su Sinagoga, tuvo que huir y vivir alejado de su propia familia.
"El primer principio que encuentra es el de autoconservación. De este primer impulso nacen la alegría y la tristeza"
Este determinismo se entiende mejor cuando observamos las pasiones que rigen la conducta del hombre. En la última parte de su obra de la Ética Spinoza considera que las pasiones humanas están gobernadas por las leyes de la naturaleza y que se pueden entender con la geometría, como si se tratasen de líneas y planos. El primer principio que encuentra es el de autoconservación. De este primer impulso nacen la alegría y la tristeza. La alegría aumenta la conservación y la tristeza la disminuye. Cuando la alegría y la tristeza van unidas a la idea de una cosa externa que las produzca, dan lugar al amor y al odio. De estas pasiones fundamentales se originan las otras. Pero el hombre no se puede escapar a las pasiones, solo puede regularlas y contrarrestar su poder oponiéndoles otra pasión más fuerte, como el conocimiento racional, que se puede convertir en una pasión más fuerte que las demás, para combatir aquellas pasiones que producen tristeza. Pero cuando las circunstancias no tienen solución, lo mejor es huir a otro lugar, y decir «pies para que os quiero».
En su obra la Reforma del entendimiento, Baruch indica las condiciones que nos permiten entender las cosas adecuadamente, con el fin de conseguir la perfección humana. Por eso indica diferentes grados de conocimiento: de oídas, por experiencia vaga, de las causas a partir de los efectos y por su sola esencia. En el libro V de la Ética Spinoza nos indica que «cuanto más cosas conoce el alma conforme al segundo y tercer grado de conocimiento tanto menos padece por causa de los afectos que son malos y tanto menos teme la muerte». Para Baruch, Jesús fue un ejemplo de un hombre (como todos los judíos negó la divinidad de Jesús) que llegó al grado más alto de conocimiento de las esencias.
El hombre libre es el que al menos intenta actuar por la razón de lo útil, aunque después vea que las pasiones nos determinan de manera natural e inevitable. El reconocimiento de esta necesidad es la primera condición para el dominio humano de las pasiones. Pues las pasiones disminuyen su poder sobre el hombre a medida que se toma consciencia de esta necesidad natural de las pasiones y del determinismo total de la realidad. Este grado de conocimiento del orden necesario, produce paz y alegría, pues trata sobre la misma esencia de Dios. Spinoza llama a este grado supremo del conocimiento, amor intelectual a Dios.
"El hombre libre es el que al menos intenta actuar por la razón de lo útil aunque después vea que las pasiones nos determinan de manera natural e inevitable"
El fundamento de la sociedad también está en las mismas pasiones y necesidades humanas. Todo lo que el hombre hace, tanto si está guiado por la razón como por la ambición, está conforme a las leyes y reglas de la naturaleza y del derecho natural. Pero como el derecho no elimina las luchas, los odios y los engaños, es necesario el Estado, porque los hombres necesitan un acuerdo que ponga fin a la hostilidad entre ellos y establezca unas leyes comunes. Cuanto más individuos se sumen a ese acuerdo, más poderoso será ese Estado, como dice Spinoza en la parte IV , proposición XVIII, escolio, de la Ética, «nada es más útil al hombre que el hombre». Pero el mismo Estado también necesita de otro organismo que lo controle, para evitar la corrupción, al menos hasta que todos los hombres de la sociedad alcancen el último grado de conocimiento y el mismo hombre sea un Dios para el propio hombre y no un lobo para el hombre. Mientras llega ese momento, lo mejor es huir de las situaciones adversas que no tienen solución.