R ecordando las frases caballas, me he puesto a recordar lo felices que fuimos en Ceuta, nuestra bendita tierra con los aromas que nos acompañaron desde chiquillo.
La leche preparada de La Campana con su sabor a canela refrescando los sentidos, así que me fui perdiendo en el tiempo porque claro hablar de La Campana era hablar de la pastelería y fui perdiendo la noción del tiempo, entre recuerdos de sabores, aromas y olores.
Reaccionando de estar embelesado como ahora con esto de las grandes sensaciones caballas, me encontré una foto con mi padre en la tienda y contemplando que todavía estaban las estanterías de los años setenta y ochenta cuando los bazares hacían correr el dinero a manos llenas por Ceuta, allá que saqué mi caballismo popular.
Cuando me he puesto a competir para saber quién se acuerda más de Ceuta con los mayores, a uno le dije que yo sabía lo que era ‘La Glacial’, una cafetería donde había un humo sabor a churros, churros de aquellos tiempos, lo que hoy es Seguros Medibrook, pero siempre cuando era chiquillo llegaba descompuesto y era porque me habían sacado sangre en la Clínica Ostalé y mi madre aterrizaba allí donde uno llegaba casi moribundo, pero el humo y el sabor a café con churros me hace recordar aquel momento.
Y qué decir de la otra cafetería bar La Campana, la que está en el Paseo del Revellín, donde está ahora San Pablo, que gusto cuando uno tenía dieciséis años y esa potencia descomunal en comer porque llegaban las hambres del mediodía, eso era zamparme dos empanadillas con el ‘biter kas’.
Y si hablar de sentimiento caballa, no puede uno olvidar a ‘Los Pulpos’ y quien no ha disfrutado el apuntarse a una mesa cuando no se habían marchado los comensales porque te ponían a la abuela de la familia sentada en una silla, mientras todavía se estaban comiendo el postre, o a la niña pequeña y la familia le hacía seña que les dejara la mesa, esas patatas a la brava, esos pulpos en mayonesa y los pescaditos rebozados.
De paso si era verano y estabas en la terraza de la cantina, disfrutabas la cerveza mirando con esa pasión caballa la Piedra del Pineo, las luces del Tarajal y como brillaba la Costa Sur.
Entre medias saludar a los que pasaban para ir al ‘Cuadro’, la auténtica esencia de Miramar Bajo.
De aquellos buenos aromas queda para el recuerdo Casa Bravo, Manolo y Paquirri, santo y seña de los buenos bares del centro de Ceuta, cuantas carreras me he pegado por los corredores, esos buenos tiempos de charla y ambiente familiar, con Paco el Picú, Juanitivo y grandes amigos de la Fábrica de La Luz, así como la vista obligada en el descanso de la Policía Armada, vestida de gris para el desayuno o la merienda de rigor.
No había más cachondeo y jaleo que ver el Bravo con ese ambiente algarabía y bullanguero en los previos a cualquier fiesta, al final me quedaron sus desayunos y meriendas y esos bocatas de tortilla con mayonesa, que nos dejaron como legado hasta el final de sus días.
Y el Parador lo que siempre era para nosotros nombrar el tronío y la esencia elitista en Ceuta, el Hotel La Muralla porque aún recuerdo el sabor de las patatas fritas que cogían una humedad deliciosa al borde la piscina.
Eran los tiempos del negocio, de los paraguayos, mi padre ganaba dinero y nos llevaba a bañarnos ‘al Muralla’, eran los tiempos de 1977, nos dio tanto miedo la película Tiburón que no queríamos bañarnos en la Ribera.
La Terraza del Bar Casa Fernando ese era otro placer, pedías esos soldaditos, esas patatas ali-oli, la paella ni te cuento, el color moreno que cogía el arroz, te daba tiempo de darte un chapuzón y regresas con el ‘biter cinzano’ y lanzarte como un loco a la mesa de la terracita, hoy día en Ceuta nos quedamos con que nos atiendan bien y cojamos confianza en los bares y restaurantes caballas, y todo olor a plancha que marcasen la diferencia por la calidad de su cocina, su amabilidad y el aroma y sabor de sus platos, Ceuta, que me distes Ceuta, que me embrujaste de toda la vida con los recuerdos caballas.