La reconversión de la economía del entorno marroquí de Ceuta ha sido una bluf, al menos para las porteadoras que por miles sobrevivieron durante años trajinando fardos desde la ciudad autónoma hacia el país vecino. “El asentamiento de grandes empresas en Fnideq [Castillejos] para fomentar el empleo es irreal, pues ni la capacitación que se requiere es la que las porteadoras poseen ni el horario laboral se hace compatible con las necesidades de estas mujeres y tampoco las condiciones laborales van a mejorar”. Así las cosas, casi dos años después del cierre definitivo del Tarajal, “muchas han regresado a sus poblaciones de origen ante el incremento de su precariedad porque ir
a trabajar también cuesta dinero”.
Así se concluye en el artículo ‘Porteadoras: la feminización de la pobreza’ que publica en su edición de enero de 2022 ‘Universitas’, la revista de Filosofía, Derecho y Política de la Universidad Carlos III, firmado por Cristina Fuentes y Ana Rosado, investigadoras de la Rey Juan Carlos.
Durante un lustro, ambas han entrevistado en profundidad tanto a porteadoras entrevistado a mujeres porteadoras como a agentes fronterizos implicados en el ‘comercio atípico’ (asociaciones, sindicatos de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; entidades de las ciudades autónomas, Cádiz y la wilaya de Tetuán; empresarios del Tarajal y clientes finales de la mercancía).
“Se ha constatado que se ha intentado ocultar que los numerosos cambios en el circuito de porteo responden a la limpieza de imagen de país europeo que se erige como feminista y pionero en la defensa de los derechos de las mujeres. Ha sido relativamente fácil trasladar las responsabilidades al otro lado tras visibilizar todo el entramado que vulneraba los derechos de estas mujeres empobrecidas y racializadas en suelo español”, diagnostica el trabajo desde la perspectiva española.
A su vez, desde el lado marroquí se ha “vendido” que “la solución pasaría por comenzar a construir a partir de 2020 una zona franca en Fnideq-Castillejos que las emplearía”, algo que no ha sucedido.
De acuerdo con su análisis, “el empleo de las porteadoras [“peor que la prostitución” a ojos de la sociedad del país vecino] no se puede sustituir por el trabajo en la industria de la exportación” porque “son perfiles diferenciales”. “Las porteadoras optan por el trabajo en la frontera para poder compatibilizarlo con sus responsabilidades familiares, algo imposible de hacer con jornadas de 6 días a la semana y 10 horas diarias”, advierten Fuentes y Rosado.
“Actualmente vivimos en una época de incertidumbre del porteo donde la única certeza es que ya no volveremos a la situación previa a noviembre de 2019: la intención de Marruecos de frenar el porteo es real, así como su apuesta por emplear a la mano de obra del norte en la industria de la exportación”, pero las investigadoras no creen que el Reino alauita pueda conseguir el primer objetivo del todo.
“El contrabando es inherente a una frontera desigual: no va a eliminarse el porteo, va a precarizarse aún más; se trabajará en la clandestinidad y en condiciones más paupérrimas y se explotará, aún más, el trabajo de las porteadoras”, auguran en relación con una actividad que movía “ingentes de dinero que beneficiaban directamente a las arcas locales de Ceuta y Melilla, a los comerciantes de ambas ciudades, a los clientes marroquíes de la mercancía, a la red de distribución de las mismas (taxistas, conductores de autobús, transportistas...), a la Gendarmería marroquí (por medio de los sobornos) y un largo etcétera.
“Durante este año de pandemia, las únicas actividades que han podido realizar es el cuidado de personas enfermas de la COVID-19 o sobrevivir gracias a la solidaridad de sus vecinos y vecinas”, refieren las autoras después de su trabajo de campo, con cuyos resultados estiman que “se puede decir que tras tres años de paulatina asfixia de la frontera ceutí en la que numerosas personas son las que están padeciendo las consecuencias de unas acciones destinadas a seguir favoreciendo el sistema económico basado en la acumulación y en la explotación, las porteadoras, últimas en la jerarquía social y económica en el entramado del circuito del porteo, son las que han visto cómo poco a poco se ha eliminado el único medio de subsistencia que tenían para sus familias”.
Fuentes y Rosado inciden en su artículo en “el impacto del estigma en la configuración del imaginario colectivo sobre las porteadoras no solo en Marruecos, sino también desde el lado europeo”. “No pertenecen a un único perfil ni tienen una historia de vida única: las únicas similitudes son la situación extrema de precarización sobrevenida y que todas son las únicas responsables del sustento económico familiar”, explican las investigadoras, que también resaltan que “son consideradas delincuente” y no “trabajadoras”. Además, “se las considera las causantes de la inseguridad ciudadana en la parte española de la frontera. “El objetivo del proceso de estigmatización responde al objetivo único de que como mujeres empobrecidas y racializadas sigan trabajando en la clandestinidad para no tener que reconocer sus derechos”, reivindican una óptica feminista.
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