Ayer comenzó la actividad lectiva en los colegios e institutos de la ciudad del año académico 2023-2024, en el que se implantará la última Ley de Educación en los cursos pares de Primaria, Secundaria y Bachillerato.
Tras el paréntesis forzado a todos los niveles por la pandemia, este curso comienza marcado por el progresivo descenso en las ratios de estudiantes por grupo que está favoreciendo la evolución demográfica de Ceuta y por el incremento del cupo docente a niveles desconocidos en la ciudad, por encima de 1.600 maestros y profesores.
El Ministerio de Educación ha puesto un gran volumen de recursos humanos a disposición de los centros que estos deben saber aprovechar en beneficio del alumnado ceutí, que pese a la mejora experimentada durante los últimos años en tasas en las que habitualmente aparecía en el furgón de cola del país como las del fracaso y el abandono escolar todavía debe avanzar mucho para acercarse a las medias nacionales en indicadores fundamentales como la adquisición de competencias básicas por parte de los estudiantes.
Para ello es necesaria la implicación de todos los agentes sociales y educativos, desde las familias hasta las instituciones con independencia de sus competencias.
El sistema formativo local arrastra desafíos pendientes que se deben resolver cuanto antes, desde las dificultades de gestión cotidiana que trae consigo la estructura del MEFP hasta la falta de nuevas infraestructuras con el Centro Integrado del Brull y la ‘Ciudad de la FP’ como retos emblemáticos atascados.
La Educación debe ser una prioridad para todos especialmente en la encrucijada en la que se ha situado la ciudad para consolidar un nuevo modelo económico estable y próspero cuyo éxito dependerá en buena medida de la capacidad para formar y retener capital humano que tenga la ciudad autónoma.