En la barriada de Villajovita, entre sonrisas y memorias vivas, reside África Soto Mariscal. A sus 94 años, es la más longeva del Centro Social de Mayores de Cruz Roja de Ceuta y también una de las mujeres con más edad de la ciudad, además de una de las más queridas. No solo por su edad, sino por el torrente de energía que emana.
Con mirada dulce, voz segura y una memoria nítida como un amanecer de verano, África refleja en sus ojos casi un siglo de historia y una vida cargada de coraje, trabajo y amor, mucho amor.
La guerra civil: infancia entre refugios y sirenas
Nació en 1931 y con apenas ocho años ya había aprendido lo que era el miedo. La Guerra Civil marcó su infancia. “Lo pasé mal, mi padre murió durante la guerra de tuberculosis. Mi madre se quedó viuda con cinco hijos y los aviones bombardeando Ceuta”, recuerda con tristeza.
Vivía en Hadú, y aún recuerda el sonido de las sirenas que anunciaban los bombardeos. “Corríamos a los refugios, todo el mundo corriendo. Había un barco que se ponía en las bocanas de Ceuta y sabíamos que vendrían las bombas”.
Nunca vio morir a nadie de su familia por la violencia directa, pero perdió a su padre y a dos tíos por tuberculosis. Su hermano fue llamado a la guerra con 17 años en lo que se conocía como “la quinta del biberón”. “De la guerra volvió, pero luego se fue a la División Azul y no regresó nunca más”, relata.
Una niña que trabajó desde los nueve
Con nueve años, la escuela en aquellos entonces era un lujo. “Había que trabajar”, dice con contundencia y sin lamentos. Así comenzó una vida de arduo trabajo.
Ya en el año 1944 comenzó la vida a sonreírle. Ganaba seis reales, “estaba bien en ese tiempo”. Con el tiempo, mejoró su situación y consiguió empleos más estables. Uno de ellos la llevó a Tetuán, a casa del capitán Romero, suegro del expresidente Felipe González, cuenta con entusiasmo.
Conoció el amor con 24 años
Después de Tetuán se mudó a Tánger junto a su madre, hasta la Independencia de Marruecos. Este hito histórico la empujó a volver a Ceuta, a su tierra, donde encontró su rutina y al amor de su vida, con el que tuvo 7 hijos, 15 nietos y 7 bisnietos. “Tenía 24 años cuando volví, y ahí conocí a Antonio, mi marido”.
Junto a él inició uno de los primeros negocios que surgieron en Hadú, la tienda de Comestibles Bravo, que en un principio se denominaba ‘Joaquín’: y uno de los últimos de estos en bajar sus persianas por última vez, hace 18 años.
“Cuando se quiere de verdad, no se pierde el amor”
Antonio fue su compañero de vida. Lo conoció a los 24 años y con él compartió todo. “Claro que lo quería. Si no, no habría tenido siete hijos”, dice entre risas. “Lo viví muy bien. Un día estábamos más contentos, otros días más tristes, pero siempre juntos”.
Recuerda con ternura cómo hoy en día se vive el amor “de una manera muy distinta”. “No era como hoy, que un día están enamoraditos perdidos, se quieren comer vivos, y al otro día, cada uno tiran por un sitio. Eso es el pronto. El amor de verdad no se acaba. Mis hijos lo han aprendido, todos siguen con sus parejas desde que se casaron”.
Vivir es tirar siempre hacia adelante
África no se detuvo nunca. Madre de siete hijos, -seis viven y uno de ellos falleció a los 37 años- levantó a su familia con coraje. “He trabajado mucho. En casa, en la tienda que tenía con mi marido, y luego muchos años, hasta que me jubilé, en la Mutua de Ceuta”, cuenta.
A lo largo de su vida, ha vivido una guerra, la pobreza, el duelo y la enfermedad, pero su actitud y ganas de vivir, han sido siempre la mismas. “La vida hay que vivirla, viviéndola, viviéndola… con alegría”, transmite África.
La importancia de la amistad
En el Centro Social de Mayores, África no es solo la más longeva. Es el alma del lugar. Tiene amigas verdaderas con las que ha creado una un vínculo sólido. “Somos como hermanas, no amigas. Hermanas”, dice, nombrando, entre otras, a Sonsoles.
Participa en talleres de pintura, labores, salidas, y desayunos. “De lunes a viernes no paramos. Unos días hacemos una cosa, otros días otra. Aunque ya no bailo, toco las palmas y muevo a las demás”, dice con una alegría incomparable y refiriéndose a las actividades impulsadas por Cruz.
15 nietos, 7 bisnietos y uno en camino
África es el pilar de una familia numerosa y muy unida. Tiene hijos repartidos por toda España y hasta en Nueva York, donde uno de ellos lleva más de 40 años. “Mis nietos son americanos”, dice.
En total, son 15 nietos, 7 bisnietos y uno que viene en camino. “Soy la única abuela que les queda a todos. Una abuela absoluta”, dice con orgullo, explicando que, lamentablemente, de todos sus nietos es la única abuela, pues todos sus yernos y nueras han perdido a sus padres.
La importancia de la felicidad
¿Cómo se llega a los 94 años con esa vitalidad?, se le preguntó a África, quien sin titubeos contestó: “Hay que vivir bien. Mirar por la salud, comer sano, ser buena persona y hacer todo lo mejor que uno pueda”.
Añadió una clave esencial: el amor y la unión familiar. “Hablo con todo el mundo. Jóvenes, mayores… todo el mundo me saluda. Hasta mis amigas me dicen que me paro con todo el mundo”, relata riéndose.
Dios, siempre presente
La figura de Dios siempre ha estado ahí. Es lo que vivió y lo que le enseñaron. África lo tiene claro, está encomendada a Dios y cada vivencia enviada será vivida y luchará con fe y aceptando su destino.
“A veces salgo a la ventana, miro hacia arriba y le digo, ¡lo que tú quieras, hijo! Mándamelo que yo lo vivo!”.
Una vida ejemplar
África Soto Mariscal no es solo una mujer longeva. Es un testimonio vivo de resistencia, ternura, fe y alegría. Ha vivido guerras, pérdidas y alegrías.
Ha trabajado sin descanso y ha amado -y ama- profundamente. Su vida es una lección en cada palabra, en cada gesto, en cada carcajada compartida con sus compañeras del centro.
A pesar de los reveses de la vida que ha experimentado, África volvería a vivir su vida una y otra vez, porque la recuerda con felicidad, con orgullo. Eso sí, a partir de los nueve años, una vez pasada la guerra, el episodio más fatídico de su vida. “Yo quisiera volver a tener ocho años y vivirlo todo otra vez”, dice.
Un espíritu inquieto
África se sigue apuntando a viajes, a ser una turista más. Durante su vida ha visitado Madrid, Salamanca, Sevilla…; y tiene claro que todavía, si Dios lo permite, aún le queda mucho por conocer.
En la recta final de una entrañable conversación digna de ser relatada, África ha querido confesar que en los tiempos que corren se vive con mucho más miedo del que se vivía antes, una vez pasada la Guerra Civil.
Una alegría desbordante
África sigue participando en todas las actividades a las que tiene acceso, incluso en la conocida “Escala en Hi-fi”.
África no ha soltado ni un solo segundo la energía y actitud positiva que la caracteriza y, para finalizar, no podría haberlo hecho de otra manera que no fuera mostrando sus ganas de vivir:
“A ver si dentro de cinco años vienen ustedes y cuento otra historia. Porque a lo mejor en estos cinco años me puedo hasta casar otra vez”, concluye riéndose y con un gesto dulce y amable.