Hoy había quedado con Óscar para acercarnos a ver juntos el amanecer y luego explorar el valle sagrado desde su desembocadura en la fuente del agua de la vida. Unos minutos antes de la hora de la cita me ha llamado Óscar para decirme que debía retrasar su salida para así ayudar a Paquita. He aprovechado este tiempo para terminar de pasar a limpio mis escritos del pasado fin de semana. Al final hemos salido a eso de las ocho de la mañana.
El coche lo he dejado aparcado en la explanada de la antigua fábrica de guano y, desde allí, nos hemos dirigido andando a la fuente de la Victoria que se encuentra muy cercana. Óscar no ha tardado mucho en sacar su libreta para tomar notas de las primeras intuiciones que le ha suscitado este lugar. Uno de los detalles que más le ha llamado la atención es la referencia que daba al-Bakri al agua dulce que brotaba de la playa al poco de excavar en la arena próxima a la fuente del agua de la vida. Ha quedado en bucear en este tramo del litoral para investigar la posible existencia de emergencias de agua dulce. Mi querido amigo me comenta la increíble experiencia que es beber agua dulce en el fondo del salado mar.
Nuestro propósito de adentrarnos en el valle sagrado por este mundo ha resultado infructuoso. El matorral está muy cerrado y no disponemos de herramientas para abrirnos paso entre las zarzas y adelfas. No obstante, como disponemos de tiempo, nos hemos acercado hasta el santuario para estudiar la posibilidad de emprender la exploración del arroyo desde este punto. Al llegar allí nos hemos encontrado a Pedro y Mohamed que venían de llenar garrafas de agua y así poder regar los árboles frutales y las plantas del santuario. Ha sido un encuentro corto, ya que queríamos aprovechar el tiempo para analizar la zona. Óscar ha identificado un hermoso ejemplar de tuya, un árbol de la familia de los cipreses al que suelen referirse por su denominación latina de arbor vitae (árbol de la vida) debido a su follaje “siempre verde” (evergreen).
Al asomarnos al profundo valle del arroyo de San José Óscar ha comprendido la dificultad de adentrarnos en él sin los medios necesarios. La contemplación del valle nos ha ayudado a tomar conciencia de la magnitud de este valle excavado por unas aguas de un volumen y una fuerza que debieron ser impresionantes. El arroyo es un permanente recuerdo de las aguas que discurrieron por este valle en dirección al mar. Resulta apasionante el esfuerzo de conocer la historia geológica de este valle y determinar su antigüedad.
Acto seguido hemos tomado la pista de los hornillos que lleva hasta el arroyo de Calamocarro y pasa por el centro de menores de Punta Blanca. No hemos tardado en dar con la parte superior del último tramo del arroyo de San José. Está tan cerrado por la maleza como los tramos superiores. Sin embargo, cerca de un poste de alta tensión hemos dado con un sendero abierto por las cabras y poblado de palmitos que conduce hasta la parte superior de la fuente de la Victoria.
Nos hemos quedado a media altura. Lo suficiente para deleitarnos con la belleza del lugar y reconocer las adelfas e higueras que han crecido en el mismo cauce del arroyo igualmente cubierto de zarzas. Necesitamos una desbrozadora para abrirnos camino por el valle sagrado. En la subida he identificado los restos de una estructura circular que podría corresponder a una antigua torre de vigilancia medieval.
Mientras nos dirigíamos de nuevo al camino hemos comentado sobre sinuoso trazado del arroyo que describe una “S”, la “S” de sagrado, como de manera intuitiva ha dicho Óscar. Me ha parecido una observación muy aguda y acertada. Esto me ha hecho recordar el movimiento ondulatorio que los artistas del Renacimiento denominaron la “línea serpentina”. Según Pierre Hardot, Miguel Ángel fue el primer “en llamar la atención de los pintores sobre la importancia que puede tener este tipo de línea para expresar la gracia y la vida”. W. Hoghart, en su obra “análisis de la belleza”, considera a la línea serpentina como la más bella de todas las líneas de gracia. La línea serpentina, según Hoghart, no se mueve en un espacio de dos, sino de tres dimensiones (Hardot, 2015: 290). En la antigüedad, se hacía uso de la línea serpentina para representar, entre otros motivos, las cornucopias que portaban las diosas.
En definitiva, siguiendo a P. Hardot (2015: 292), “este movimiento de ondulación, esta línea serpentina, es la línea de gracia porque es la expresión del abandono, que es un movimiento gracioso…La ola elevada que desciende como abandonándose, es un movimiento de gracia” y este movimiento de abandono revela la naturaleza del principio creador. Concluye P.Hardot que “la línea serpentina se convierte en una especie de símbolo de las leyes y de los métodos de la naturaleza” (Hardot, 2015: 293).
Poco a poco vamos profundizando en el significado del valle sagrado. Todas las piezas van encajando siendo una de las más importantes la conexión de este valle con la fuente del agua de la vida. A su vez la fuente estaba conectada, a través de un destacado eje geográfico, con el santuario de la calle Galea. Desde el punto de vista cronológico, las referencias arqueológicas nos llevan al tiempo del último anacoreta. En 1930 Jung explicó “que el paso atrás en la Edad Media es un tipo de regresión, pero no personal. Es una regresión histórica hacia el pasado del inconsciente colectivo. Eso sucede siempre cuando el camino hacia adelante está bloqueado, cuando hay un obstáculo ante el cual se retrocede o cuando se necesita algo del pasado para trepar por encima del muro hacia adelante”.
Alrededor de esta época Jung comenzó a dedicarse de manera intensa al estudio de la teología medieval. A mí me ha sucedido algo parecido. He necesitado volver al siglo XIII, fecha del rito de magia talismánica documentado en la excavación arqueológica en la calle Galea, para regresar al mundo del esoterismo islámico. Con aquel hallazgo se abrió una puerta en Ceuta desde la que podría acceder al mundo imaginal o intermedio. En el siglo XIII apareció la imagen del templo del Grial en “la confluencia de los dos mares”. Tal y como afirmó con rotundidad Henry Corbin, el templo está predestinado que regrese de nuevo en la mítica “confluencia de los dos mares”. Será en este momento cuando Sophia volverá a alojarse en el templo y la fuente del agua de la vida rebrotará con fuerza.