Desde el siglo XVIII, la distancia de tres millas marinas para determinar el “mar territorial” de los países ribereños, se mide por el alcance del disparo de una bala de cañón, que todavía se utilizaba durante la Guerra de África de 1860. Al cañón empleado se le denominó “Caminante”.
Pero, al utilizar el mismo sistema para medir el alcance de dicho cañón en Melilla, salió así perjudicada respecto de lo que luego el Derecho Internacional aplicó regladamente para tales casos, tanto por la Convención de Ginebra de 1958 como por la Convención de Montego Bay, Jamaica, de 1982, sobre Derecho del Mar, que ampliaron para medir las aguas jurisdiccionales de cualquier país marítimo hasta las 12 millas marinas, equivalentes a 22,22 kilómetros, medidos desde las líneas de base rectas, distancia bastante mayor.
La vecindad de Ceuta y Melilla con Marruecos, ya se sabe que nunca ha estado exenta de sobresaltos y bravatas marroquíes, discurriendo casi siempre entre el conflicto disimulado y la guerra abierta, como la imposición de cercos, sitios, aislamientos económicos, su invasión hasta con 12.000 menores, como la última ola masiva que provocó por la frontera del Tarajal, a modo de “marcha verde”. Siempre Marruecos está detrás de reivindicaciones expansionistas, reclamaciones anexionistas o produciéndoles a los melillenses y ceutíes serios problemas de presión para hacerles la vida imposible.
Cada vez que a Marruecos le interesa, se inventa que Ceuta y Melilla son ciudades suyas “ocupadas” por España, pese a ser de plena soberanía española que nunca han estado registradas en las Naciones Unidas como territorios a descolonizar. Por ejemplo, cuando Marruecos reivindica el Sahara, dice que, si España lo reconoce como marroquí, ya no reclama Ceuta y Melilla. Pero luego hace lo contrario y siempre termina reclamando todo como suyo, como si perteneciera a su propio patrimonio, confundiendo lo “público” español con lo “privado” de su rey; como cuando por la vía de los hechos traza unilateralmente las aguas territoriales que dice que son suyas y que alcanzan hasta Algeciras, dejando dentro encerradas las de Ceuta, Melilla y Canarias, que son inequívocamente españolas.
Los habitantes de Ceuta y Melilla difícilmente se dejan embaucar. Cada día tienen más claro que ellos nunca serán otra cosa distinta que la de continuar siendo españoles, libres y democráticos, como es España. Pero eso no es de ahora; ya en 1640, cuando Portugal dio un golpe de estado para separarse de nuestro país y se adhirieron todas las colonias portuguesas, sólo Ceuta optó, libre y voluntariamente, por dejar de ser portuguesa para ser española de plena soberanía; como Melilla también lo es de desde 1497.
Y Ceuta y Melilla son dos ciudades que se sienten incluso más españolas que todas las demás de la Península. Es más, lo fueron porque ellas mismas libremente lo pidieron. En cambio, si fueran marroquíes, ya sabríamos lo que les esperaría, como a los transfronterizos que quedaron hace más de dos años atrapados
Y Ceuta y Melilla son dos ciudades que se sienten incluso más españolas que todas las demás de la Península. Es más, lo fueron porque ellas mismas libremente lo pidieron. En cambio, si fueran marroquíes, ya sabríamos lo que les esperaría, como a los transfronterizos que quedaron hace más de dos años atrapados por el cierre unilateral marroquí de fronteras sin previo aviso, que ahora se les restringe caprichosamente el paso de fronteras un año más, pese al acuerdo suscrito recientemente con España disponiendo que “se debe normalizar la circulación de personas y mercancías con mecanismos aduaneros adecuados”, negándose luego a abrir del todo la frontera.
Las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos existían ya muchos cientos de años antes de que el mismo Marruecos se constituyese en Estado, en el mejor de los casos para el mismo en 1632. Y fueron definitivamente fijadas en el “Tratado de Wasd-Ras, suscrito y ratificado por la Reina Isabel II y el Rey Mohammed VI el 26-04-1860. Poco antes, el 24 de agosto, el sultán rubricó en Tetuán el ‘Convenio para ampliar los términos jurisdiccionales de Melilla’, en el que Marruecos cedía a España, «en pleno dominio y soberanía, el territorio próximo a la plaza española de Melilla, hasta los puntos más adecuados para la defensa y proveimiento».
Dichos límites fueron luego determinados por un equipo de ingenieros españoles y marroquíes mediante «el alcance de un cañón de 24 libras, de los antiguamente conocidos». Éste, sin embargo, no llegó a dispararse por entonces por haberse desatado entre España y Marruecos la llamada Guerra de África. Pero el sultán ya había acordado anteriormente en Tánger con España y ratificado en 1845 por el Convenio de Larache, en el que se fijaban los límites de ambas ciudades. Pero Ceuta y Melilla continuaron sufriendo incursiones.
Por ello, estalló la Guerra de África, que España ganó en abril de 1860, aunque el conflicto fronterizo de Ceuta y Melilla continuó. Ambos países firmaron en Madrid, el 30-10-1861, un nuevo pacto: el ‘Tratado para arreglar las diferencias suscitadas’ sobre el cumplimiento del Convenio de Límites con Melilla de 1859 y el posterior Tratado de Paz de 1860. Éste fue ratificado en Tánger el 1-01-1862 por Isabel II y el Rey de marroquí, que es donde entró en juego, por fin, el mencionado cañón.
Cuál sería mi grata sorpresa cuando vi que, en nombre de los compañeros del Tribunal de Melilla, se me hacía entrega de una reproducción en miniatura, precisamente, del célebre cañón “Caminante”, que tan importante había sido para trazar los límites de Melilla. Lógicamente, me sentí muy reconocido y agradecido
Y aquel cañón, llamado “Caminante”, tan importante y decisivo para trazar dichos límites, se construyó en 1791. El 13 de junio, a las 5.30 de la mañana, salieron para la zona de Frajana varios comisionados, lugar donde se suponía que debía caer el proyectil que había de fijar los límites de Melilla, a un grupo de militares con el mismo gobernador, no les fue fácil determinar la distancia, porque los cabileños boicotearon el acto rebajando la pólvora para que el alcance de la bala fuese menor, y los españoles tuvieron que retirarse el 14-06-1862.
Al día siguiente, los ingenieros regresaron a la misma zona en espera del primer proyectil pintado de blanco, que finalmente se disparó, alcanzando 2.900 metros, el más corto de los dos disparados. El segundo se produjo el día 15 y rebasó los 3.000 metros de longitud. Luego, España tardó hasta treinta años en ocupar el territorio ganado con ese alcance del cañón.
Y, desde luego, ni yo, ni nadie, podíamos imaginar entonces que, en mi caso concreto, iba a tener alguna relación con el referido cañón “Caminante”. Pero resulta que, me jubilé en junio de 2011, tras haber permanecido 51 años en el Ministerio de Hacienda, con un total de 27 años destinado por tres veces voluntario en Ceuta; de ellos, los doce últimos de mi vida profesional como Presidente de los Tribunales Económico-Administrativos de ambas ciudades, en doble desempeño simultáneo.
La entonces Presidenta del Tribunal Central de Madrid, al conocer mi jubilación, se mostró muy interesada en homenajearme con una comida de despedida en Málaga, a la que asistió un grupo reducido: La misma Presidenta, su Jefe de Gabinete y representantes institucionales como los Delegados de la Agencia Tributaria de Ceuta y Melilla, el Presidente de la Sala del Tribunal de Málaga, la Abogada del Estado y compañeros de dicho Tribunal.
Pero, al poco tiempo, a propuesta del resto de Presidentes de Tribunales Regionales y compañeros, acordaron ofrecerme otra comida centralizada en Madrid, a la que ya asistieron 62 comensales; siendo presidida por el Secretario General Técnico del Ministerio. A los postres, tomaron la palabra dicha Presidenta del Tribunal Central y el referido Secretario General, entregándome ambos diversos regalos con los que me obsequiaban los compañeros.
Y cuál sería mi grata sorpresa cuando vi que, en nombre de los compañeros del Tribunal de Melilla, se me hacía entrega de una reproducción en miniatura, precisamente, del célebre cañón “Caminante”, que tan importante había sido para trazar los límites de Melilla. Lógicamente, me sentí muy reconocido y enormemente agradecido al ver que me entregaban dicha reproducción del cañón, que me produjo una honda satisfacción por haber tenido conmigo los compañeros tan generoso detalle.
Conservo tal reproducción de “Caminante” como “oro en paño”, teniéndolo expuesto en el despacho particular de mi casa, junto a otros entrañables recuerdos de mi vida personal, académica y profesional, entre otros muchos, quiero destacar: la Medalla de Mirandilla que me impuso el Alcalde de mi pueblo; varias placas del mismo con las que también me distinguieron mis paisanos; una fotografía aérea de Mirandilla que asimismo me regalaron para que me recreara en ella; y no quiero olvidarme de un equipo deportivo que me envió como regalo quien entonces era Comandante General de Ceuta, D. Alejandro Escámez Fernández, actual Capitán General de Canarias que, sin conocernos personalmente, me envió como obsequio un equipo conmemorativo de la carrera: “La Cuna de la Legión”, del 2º Terció Duque de Alba. Todo ello, lo conservo con especial gratitud, afecto y consideración, que aquí ahora renuevo.