Por casualidad, buscando material de lectura en una librería especializada, descubrí un pequeño volumen titulado “El desajuste del mundo”. Me llamó la atención. Su autor era Amín Maalouf. Un desconocido para mí. En la solapa se podía leer: “En este libro intenta indagar los motivos de los graves desajustes que sufre el mundo en el siglo veintiuno. El desajuste del mundo, piensa Maalouf, tiene más que ver con el agotamiento de nuestros modelos sociales que con el supuesto choque de civilizaciones. El modelo occidental traiciona sus propios valores; el del mundo árabe ha quedado bloqueado en su evolución histórica. Esperanzado y conciliador, Maalouf propone una visión adulta e inteligente de nuestras diferencias y valores que favorezca el equilibrio y la paz”. Me pareció muy interesante. Su lectura me resultó apasionante. Reproduciré aquí algunos párrafos a modo de muestra.
“Lo que pienso en realidad es que esas venerables civilizaciones han llegado al límite; que no le aportan ya al mundo sino sus crispaciones destructivas; que están éticamente en quiebra. O somos capaces de construir en este siglo una civilización común con la que todos podamos identificarnos, con la soldadura de los mismos valores universales, o naufragaremos juntos en una barbarie común”.
“Lo que reprocho en la actualidad al mundo árabe es la indigencia de su conciencia ética; lo que reprocho a Occidente es esa propensión que tiene a convertir su conciencia ética en herramienta de dominio. El resultado es que Occidente no deja de perder credibilidad moral y que sus detractores no tienen ninguna”
“Esas poblaciones de orígenes múltiples que se codean en todos los países, en todas las ciudades, ¿habrán de seguir mucho más tiempo mirándose a través de prismas deformante: unos cuantos tópicos, unos cuantos prejuicios ancestrales, unas cuantas imaginerías simplistas? Me parece que ha llegado el momento e modificar nuestras costumbres y nuestras prioridades para atender al mundo en el que estamos embarcados. Porque en este siglo no hay ya forasteros, solo hay compañeros de viaje. Nuestros contemporáneos, vivan en la acera de enfrente o vivan en la otra punta del mundo, sólo está a dos pasos de nuestra casa; la forma en que nos comportamos los afecta en su propia carne, y la forma en que se comportan ellos nos afecta a nosotros en la nuestra. Si tenemos empeño en proteger la paz civil en nuestros países, en nuestras ciudades, en nuestros barrios, y también en todo el planeta; si deseamos que la diversidad humana se traduzca en una coexistencia armoniosa y no en tensiones que generen violencia, no podemos permitirnos ya conocer a los demás de forma aproximativa, superficial y burda. Necesitamos conocerlos de modo sutil, de cerca, y hasta diría que en su intimidad”.
Con posterioridad, disfruté de “Identidades asesinas”, del mismo autor. Un libro que todo ceutí debería conocer. Considero que Maalouf es un intelectual imprescindible en este tiempo. Sus análisis son clarividentes y brillantes. No es fácil desentrañar las claves de las dinámicas sociales en un mundo tan complejo hasta el extremo de lograr una simplificación didáctica de un gran valor comunicativo. No quiero decir con ello que haya que asumir las tesis de Maalouf como si se tratara de un cuerpo doctrinal completo y dogmático (muchos de sus planteamientos son discutibles); pero sí que su perspectiva es innovadora, universalista y constructiva, por lo que su aportación en una coyuntura muy convulsa, condicionada por un fanatismo creciente de diverso signo, adquiere una gran relevancia y trascendencia.
Si esto es así con carácter general, excuso explicar lo importante que sería para una Ciudad como Ceuta reflexionar y debatir sobre su pensamiento. Sus textos deberían formar parte de una bibliografía básica que se abordara en los centros de educación secundaria. Por eso quedé muy complacido cuando mi partido (Caballas) tuvo la iniciativa de proponer a Amín Maalouf para la obtención del Premio Convivencia. La presencia de una personalidad de esta magnitud, que serviría para difundir su obra y sus ideas entre la ciudadanía, podría contribuir a fortalecer nuestra aún tambaleante interculturalidad (en especial entre la gente más joven). Estaba francamente ilusionado. Convencido de que sería así. Una nueva decepción. El galardón ha recaído en “Franciscanos Custodios de Tierra Santa”. Cada vez cuesta más trabajo entender lo que pasa en esta Ciudad.
No cejaremos en el empeño. Se ha perdido una magnífica oportunidad (como siempre); pero lo intentaremos por otros caminos. Merece la pena.