No cabe duda de que la muerte es un hecho que nos impresiona a todos. Para los que en el sagrado cumplimiento del deber entregan sus vidas, creo que lo mínimo que se merecen es un reconocimiento. Aquellos que heroicamente mueren, son los que tan magistralmente identificó un célebre intelectual: “puede ser un héroe, lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate” (Thomas Carlyle. Historiador escocés).
Los recuerdos de un soldado de Tiradores
Reconforta conocer a personas como Nazario Selles Buforn, soldado de Tiradores de Ifni del año 1957, el cual puede afirmar que vivió en la 23ª Compañía la mayor parte de las operaciones en la sección del entonces teniente Aurelio Garrido de la Torre (hoy coronel), y residente en Tenerife.
Esta compañía que estaba al mando del entonces capitán Emilio Rosaleny Giménez (fallecido de coronel) y destinado durante muchos años en esta zona militar, tuvo el privilegio de contar con un plantel de magníficos soldados, que en honor a la verdad y es un elogio, que todos ellos eran de reemplazo, éstos no tenían nada que envidiar a otras unidades de élite, como por ejemplo La Legión o los Paracaidistas, pues ellos demostraron con creces ser unos auténticos profesionales, lo que acreditan los diarios de operaciones y las relaciones de bajas, heridos y muertos.
De lo anteriormente citado está perfectamente acreditado en un diario personal del entonces teniente, Aurelio Garrido de la Torre (hoy coronel): “de Nazario Selles Buforn quiero recordar que era tirador de fusil ametrallador, el cual escribía mucho y llevaba una carpeta con las cartas que recibía. Cuando salimos para liberar Telata, camino hacia el Sur, al llegar a un extremo, nos tirotearon y tuvimos que saltar de los camiones con el fin de desplegarnos, subimos hacia la montaña desde la que nos disparaban y, fue entonces, cuando a Nazario Selles Buforn, el soldado tirador de fusil ametrallador, al abrirse la carpeta todas las cartas cayeron, aunque quiso recogerlas le ordené que para salvaguardar su pellejo siguiese, indicándole que mi asistente se las recogería”.
Hoy, medio siglo después de aquella campaña, Nazario Selles Buforn, desde su terruño de Villajoyosa (Alicante), tiene presente sus recuerdos de su 23ª Compañía, y así lo menciona: “los destacamentos fronterizos se encontraban sitiados y esperaban nuestra ayuda, por lo que el IV Tabor formaba parte de la columna que mandaba el teniente coronel Félix López Maraver. Para llegar a los destacamentos de Telata y Tiliuin las pasamos muy canutas; las pistas y caminos los rebeldes los habían cortado con grandes zanjas, piedras y hasta postes del tendido eléctrico. Apenas habíamos avanzado unos tres kilómetros cuando fuimos sorprendidos por un fuerte tiroteo que nos obligó a parapetarnos y como pudimos hicimos frente al enemigo, los cuales con su certera puntería hacían blanco sobre nosotros, a no ser que estuviésemos parapetados”.
Dos muertos y tres heridos
Aunque suene algo reiterativo, creo que aquellos valientes soldados de Tiradores, simplemente por un elemental sentido de la justicia, aunque haya transcurrido más de cincuenta años, se merecen que se les reconozca su heroísmo y la sangre derramada. Los documentos son los que hablan, fieles testigos de que, en especial, aquella 23ª Compañía del IV Tabor, para cumplir las misiones encomendadas pagaron un precio muy caro para liberar los puestos sitiados.
El 2 de diciembre de 1957 los Tiradores del IV Tabor, tras haber sido víctimas de constantes ataques enemigos, llegaron donde se encontraba la sección de Paracaidistas del teniente Antonio Ortiz de Zárate, el cual yacía cadáver junto con otros paracaidistas. Estos habían resistido un asedio horroroso once días, sin apenas víveres, sin agua y con escasez de municiones, contra un enemigo que les superaba en más del doble. La terrible sed les obligó a tener que beber sus propios orines, y tener la macabra compañía de los cadáveres de su teniente y compañeros y escuchar los lamentos de los heridos. Cuando ya todo parecía que iba a finalizar ante el ataque del enemigo contra este puñado de héroes, los ‘Tarbush’ rojos de los Tiradores se empezaban a ver en la lejanía, los cuales se acercaban a pasos agigantados para rescatar a sus compañeros.
Cuentan los testigos de aquel momento que las escenas que allí se contemplaban son casi imposibles de narrar. Los Tiradores de Ifni se fundían con lágrimas y abrazos, y sus cantimploras las llevaban a los labios de aquellos valientes más que resecos, teniendo luego que cumplir la humanitaria tarea de recoger los cadáveres y heridos. El temor y el sufrimiento habían desaparecido.
En sus memorias, mi buen amigo Nazario Selles Buforn recuerda en su 23ª Compañía el día tan especial, cuando vio morir a dos de sus compañeros. Así lo narra: “el día 3 de diciembre de 1957 liberamos Tiliuin y, el día 4 del mismo mes, en el fragor del combate, los compañeros me indican que han matado al compañero Fernando Travieso Hernández, natural de Las Palmas de Gran Canaria, donde también resultó herido nuestro capitán, Emilio Rosaleny Giménez. Sentí un gran disgusto dicho día cuando junto a mí, cayó muerto por disparos del enemigo mi compañero, José Vinagre Escobales, un excepcional compañero que siempre estaba dispuesto a servir a los demás. Cuando llegamos a Telata a liberar a los sitiados, contemplé una escena que, aún hoy, me produce escalofríos. Nos recibieron los soldados, mujeres y niños, los cuales lloraban de alegría y nuestra poca comida se la dimos para que saciaran el hambre. Estos soldados, con ese comportamiento, cumplieron la legendaria frase de ¡todo por la Patria!”.
Me ha encantado el artículo, hacen falta muchos como usted para mantener ese amor y esa ilusión.
El coronel Aurelio Garrido de la Torre falleció hace unos meses en Santa Cruz de Tenerife.
Un abrazo.