Se acerca la ceremonia de los Oscar a su centenario (esta ha sido la número 91 ya) y lo hace en una tremenda crisis de identidad. Suena raro.
El año pasado la audiencia de la gala fue la más baja de la historia de la misma, y debido a ello éste no ha habido absolutamente nadie que se haya atrevido a presentarla. Y no será por falta de shomen y showomen en Estados Unidos… También raro y una extraña imagen desangelada, teniendo que aquellos que entregan cada oscar los encargados de dar paso a lo siguiente, de abrir la fiesta y también de cerrarla.
Para mayor agravante de la situación anómala que pudo y de hecho logró levantar ampollas, Roma, la película de Alfonso Cuarón (el acento mexicano hoy es clave en la industria estadounidense, y añadámosle la pizca reivindicativa anti Trump y sus muros), optaba a 10 estatuillas, y gordas, siendo un producto distribuido por Netflix; y además era una de las favoritas para ganarlo todo. Resistencia al cambio o caer en brazos de lo raro nuevamente. La cosa se quedó a medias en este caso, porque ganó Cuarón el de mejor fotografía y mejor director, que no es poco, también se llevó Roma el de película de habla no inglesa, pero el premio gordo recayó en Green Book (también el de guion original), la preciosa y preciosista historia de amistad entre un pianista negro y su ‘chófer’ italoamericano en la América profunda. Sorpresón gordo, aunque en realidad este año no daba la cosa para una favorita clara. Ninguna de las candidatas, podía decirse que mereciera el Olimpo, pero en el país de los ciegos, ya se sabe quién es el rey…
Viggo Mortensen se quedó a las puertas otra vez porque Rami Malek y su encarnación de Freddie Mercury pudieron con el corazón de los académicos, mientras que por el lado interpretativo femenino era Glenn Close la que se quedaba sin oscar después de siete nominaciones, otra sorpresa de la noche, se lo llevó Olivia Colman por su papel protagonista en La favorita.
El hecho de no ser premiada como actriz (sí como intérprete musical, con la mejor canción) no empañó el momentazo de Lady Gaga con Bradley Cooper, cantando para todos los presentes la susodicha melodía de Ha nacido una estrella. Ellos dos y un piano, como si nadie del auditorio existiese. Como gusta por aquellos lares (y también estos, no nos engañemos).
Mahersala Ali (actor de reparto, Green Book), Spiderman: un nuevo universo (mejor película de animación, y eso que tenía poderosas competidoras), y Spike Lee (mejor guion adaptado, por Infiltrado en el KKKlan) se colaron en una fiesta en la que podría decirse que Green Book ganó, que numéricamente ganó Bohemian Rapsody y también Black Panther (primera cinta de superhéroes, aunque atípica, en estar nominada en la máxima categoría. De nuevo esa sensación rara), y que Roma rompió una complicada barrera que hace un par de años solamente era impensable, pero que según muchos se topó con la resistencia fútil de Hollywood. Raro.
El año que viene veremos hacia dónde va la evolución de lo que ya nada volverá a ser como antes...