He empezado este artículo en un par de ocasiones sin terminar de decidirme a escribirlo y enviarlo para su publicación, pero la tertulia de esta mañana en Libertad Digital acabó de hacerlo.
Estamos escuchando durante los últimos meses las alabanzas en las que se deshace casi a diario este medio y, especialmente, su Presidente y comunicador estrella, Federico Jiménez Losantos, con Ciudadanos y Albert Rivera, al tiempo que la permanente y exacerbada crítica hacia el Presidente del Gobierno incluso cuando el asunto que se comenta tiene poco que ver con don Mariano Rajoy. Circunstancias ambas, especialmente continuas cuando el contertulio es Pedro J. Ramírez, que tampoco contiene su evidente malestar hacia el inquilino de la Moncloa. Esta mañana lo hemos vuelto a comprobar, en un “tuya y mía” sin la templanza que, a veces y en estos “diálogos” introduce Luis del Pino, probablemente el que mejor conozca de los tres al Partido Popular y a su candidato a la Presidencia del Gobierno. Sus motivos tendrán, supongo, pero tampoco se dicen con claridad.
Esa adhesión incondicional a Ciudadanos y a la opción de Rivera a la Presidencia del Gobierno, estaría dispuesto a asegurar que más debida al intransigente empecinamiento contra Rajoy que por convencimiento real en sus propuestas, no es propia de un medio que siempre se ha caracterizado por su objetividad y al que llevo más de quince años siguiendo e incluso apoyando modestamente. Prueba de ello es que me publican de vez en cuando algunos de los artículos que les envío, pero no le debió parecer adecuado hacerlo con éste en el que me permitía llamar a la moderación en sus expresiones al todopoderoso comunicador de las mañanas que, más que crear, en este caso, pretende imponer opinión. Artículo que si recogió Desde el Caballo de las Tendillas, y fue el segundo más leído de ese blog en el mes de Septiembre pasado.
Pero volvamos al asunto de las loas y alabanzas al partido naranja que, hasta ahora, no ha hecho nada tangible, porque, a fin de cuentas ¿qué han hecho realmente Albert Rivera y su partido en casi diez años de presencia en Cataluña? Nada, hasta el momento, aparte de oponerse verbalmente a los desmanes y despropósitos de Arturo Mas, que no es poco, se podrá decir y yo asumo, pero que se traduce en nada práctico ni efectivo al día de hoy.
Se me dirá, tras las recientes elecciones catalanas del pasado 27-S, que Ciudadanos ha pasado en las dos últimas convocatorias regionales de 3 a 9 y de 9 a 25 escaños, respectivamente, y que se trata de una subida “espectacular”, pero yo pregunto: ¿de qué le ha servido realmente esa importante subida? Sólo para situarse como primer partido de la oposición en ese totum revolutum anacrónico que se ha instalado tras la componenda de Juntos por el Sí, lo que puede que ni siquiera hubiera conseguido de haberse presentado sus extraños componentes –CDC, ERC e IUCV- de forma separada.
Veinticinco escaños no es mal número, pero teniendo en cuenta el descalabro que inició el Partido Popular en Cataluña tras los “Pactos del Majestic”, parece poco rédito para un partido que aspiraba a recoger esa mayoría que se siente española además de catalana, algo más de la mitad de los que acudieron a las urnas hace pocos meses, aunque a más del 22% de los catalanes con derecho a voto parece que no le iba mucho en el envite.
Una región en quiebra, económica y social principalmente, como Cataluña, en la que se dice que más de la mitad de sus ciudadanos no quiere la independencia y ante el vacío del PP en los últimos casi 20 años, con esos pésimos líderes que hasta ahora había tenido tras el sacrificio de Alejo Vidal-Quadras por Aznar, creo yo que debería haber despertado un mayor interés por Ciudadanos. Pero no. Por algo será, digo yo.
Eso sin entrar en las contradictorias alianzas de Ciudadanos en algunas regiones y municipios que ponen en duda la realidad de un auténtico proyecto, más allá de lugares comunes que todos queremos, pero sin mimbres suficientemente preparados para el gran "cesto" que hay que completar: el Gobierno de España, que son palabras mayores que una ilusión artificialmente creada por intereses confluyentes.
Recordemos, por ejemplo, los apoyos y alianzas tan dispares en Andalucía y Madrid y el transfuguismo “converso” recalado en Ciudadanos desde otras formaciones, tras su descalabro o los miles de oportunistas que han brotado de la nada.
Ciertamente, no entiendo, salvo que venga de un escondido resentimiento, que dos líderes de la comunicación como Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez -uno de ellos me lo negó en un correo electrónico, pero no me dio más explicaciones a mis comentarios-, rivalicen en su particular ataque contra Mariano Rajoy que, a juzgar por los mensajes de espectadores que se recogen en el tramo dedicado a los oyentes, no sé si con la debida objetividad de representación, parece que está produciendo el efecto contrario al deseado y, a base de críticas exacerbadas, que muchas veces trascienden lo político, están dándole la vuelta a lo que muchos, yo entre ellos, opinaban al respecto hace unos meses y están ayudando a recuperar la intención de voto hacia el PP.
Dos semanas más en esa línea pueden traducirse en lo que la mala política de comunicación de los populares hasta ahora no ha conseguido, sobrepasar ese listón de ciento treinta diputados que parece sería el límite de percepción de un fracaso monumental de este partido. Así que, ánimo y a seguir en esa línea.
Incluso el programa del pasado sábado en la Sexta, una manifestación más, en mi opinión, de la falta de objetividad característica de esa cadena, parece que estos dos críticos lo han visto de una manera bien distinta a la que muchos vimos. Para el que no lo viera, recuerdo que el formato fue la comparecencia de Mariano Rajoy ante dieciséis espectadores que preguntaban directamente en el plató y cuatro grabados previamente que lo hacían a través de una pantalla. En mi opinión, salvo uno de los grabados, que empezó Rajoy por reconocer que era su amigo y resultó, además, que era el marido de la Ministra de Fomento, Ana Pastor, que le hizo una pregunta intrascendente y produjo el comentario del Presidente, “este es amigo”, dijo, y, tal vez, la de un jubilado de Sevilla que estaba en el plató, el resto de las preguntas fueron desde la oposición más contraria, especialmente la de un independentista catalán, que perdió la moción y casi las formas, y la de una periodista de la casa que, como el propio Rajoy dijo “eso es tomar una frase en su sentido más literal”, sacó a colación, con cierta “mala baba”, lo que en su día este comentó en referencia a valorar la experiencia para cualquier actividad: “hace falta que, al menos, se haya sido concejal”, muy distinto de lo que Jiménez Losantos se empeña en repetir cada día varias veces de que “hay que haber sido concejal –le quita “al menos”, ‘inocentemente’, claro- para aspirar a ser Presidente del Gobierno”. ¿Será por eso de “repite una mentira mil veces y la harás verdad”, que decía Goebbels? Ahí lo dejo.
Para terminar, yo les pregunto a los lectores: si les tuvieran que operar a corazón abierto ¿preferirían a un reputado cirujano especialista en la materia, con muchas y exitosas intervenciones a sus espaldas o a un residente en prácticas para obtener el MIR, por muy buen expediente académico que posea que, hasta donde yo conozco, no parece ser el caso de esos aspirantes, precisamente?
Mañana, tras el debate de esta noche en Antena 3, tendremos más comentarios seguramente contradictorios –…todo es según el color del cristal con que se mira- sobre esta previa electoral.
Ya sólo quedan dos semanas para conocer el fin de la demagogia o el principio del despropósito. El tiempo y las urnas, es decir, nosotros, decidirán.