En este artículo expondremos argumentos a favor de una planificación urbanística consensuada y pensada para y por seres humanos, para ello continuaremos desarrollando algunas lecciones sobre el funcionamiento de las personas en las ciudades llevados de la mano de la genial Jane Jacobs.
El ensayo de la autora norteamericana ya citado en otro de nuestros últimos artículos es sencillamente brillante y está plagado de pragmatismo y conocimiento de las calles, los parques y del comportamiento de los seres humanos urbanitas. Es un auténtico tratado de fisiología urbana, que se aleja tanto de los defensores de la utopía del barrio residencial como de aquellos que desean convertir la ciudad en una máquina urbana carente del vigor propio de la vida en comunidad.
La planificación de una ciudad a la fuerza debe contar con los ciudadanos para que salga medio bien; todos aquellos que deseen opinar y aportar ideas fortalecerán un proyecto urbanístico y serán tan responsables de los éxitos y fracasos ocasionados como la propia administración que lo promueve. Conocer cómo funcionan las ciudades y sus calles, parques y todos sus establecimientos es tener conocimiento sobre el desarrollo de la vida en grandes grupos urbanos. ¿Qué hace que los ciudadanos se sientan a gusto recorriendo las calles vivas? y ¿qué hace que determinados lugares no sea capaces de concentrar vecinos ni transeúntes ni siquiera indigentes? Estas son preguntas necesitan respuestas cruciales, experimentadas y sensatas que solo pueden satisfacerse si antes se ha pasado por un largo periodo de atención plena a las calles de una ciudad, se necesitan horas de paseo urbano fuera de los lúgubres despachos para entender como funcionamos en el medio urbano.
Un urbanismo malintencionado, dirigido a la simple generación de especuladores, o grandilocuentemente miope intentando llevar la utopía dónde solo cabe un proyecto a la medida del ser humano, destruye civismo y convivencia. Por eso las partes antiguas de las ciudades deben conservarse, pues en estas zonas suelen habitar duraderas y firmes alianzas entre generaciones de vecinos que se conocen y sustentan los unos a los otros. La ciudad en continuo (una aglomeración urbana que se pudiera visitar sin necesidad de pasar por espacios vacíos) sería interesante si pudiera llevarse a cabo, pero esto solo fue posible en la ciudad medieval muy agrupada y en los pequeños pueblos.
En Ceuta, por su propio devenir histórico se ha producido una gran división entre el Istmo y la Almina, con respecto al campo exterior. Sin embargo, con la pérdida de su condición de penal se desarrollaron barrios y calles que han sido escuelas del civismo elemental que debe presidir las relaciones entre seres humanos. Y puedo asegurar que los que éramos niños en otras décadas anteriores, pasábamos mucho tiempo jugando en las calles, siendo estas muy seguras, pues estaban vigiladas por tenderos y vecinos. Mi terreno de juegos ideal fue en aquella época la calle Teniente Pacheco. En ella jugué a futbol de portón a portón, baloncesto entre balcones, policías y ladrones, aprendí a pelear noblemente contra otros, a las bolas haciendo boquetes entre los huecos de los adoquines de entonces, y entre otras muchas cosas también teníamos nuestra particular versión de la vuelta ciclista con chapas de refrescos que nosotros mismos coloreábamos; no fue mi única fuente de aprendizaje, pero les aseguro que forma parte esencial de mi vida. Los vecinos de la calle y sus aledaños se preocupaban de que nuestra conducta fuera apropiada, no permitían abusos o extralimitaciones de los juegos infantiles y salían a reprendernos cuando las cosas se desmadraban, sobre todo, poniendo fin a los juegos si llegaba determinada hora.
Todavía tengo recuerdos imborrables de personas adultas con las que topé en aquellos años de niñez que me enseñaron con su ejemplo y actitud principios cívicos y normas de comportamiento en el espacio común; con algunas de ellas, todavía me paro para intercambiar afectos. En la casa y en la escuela aprendí una base firme de valores humanos pero la calle Teniente Pacheco y sus aledaños fueron un universo importante en mi formación cívica, pues en estos ambientes se ponen en práctica los conceptos aprendidos y se producen encuentros con muchos tipos de personas sobre las que influyes y que terminan influyendo sobre ti mismo, y todo ello modulado por la experiencia de los adultos y la educación recibida tanto en casa como en los colegios. Pero para que los espacios comunes cumplan su misión de civismo educativo, las calles y los edificios deben tener un tamaño humanamente aceptable, e incluir no solo casas de residencia sino también pequeños negocios como son las tiendas de barrio, indispensables para que se pueda crear esta atmósfera de apoyo mutuo vecinal característica de nuestra especie y que se generará de forma completamente espontánea.
Construir grandes colmenas de edificios provoca aislamiento vecinal y no crea vecindad sino series de vecinos. Por eso, la planificación urbanística es tan importante en términos de civismo y bienestar ciudadano y no puede quedar en manos de personas concretas y de decisiones despóticas del político profesionalizado y su arquitecto funcionario. Debemos recuperar las calles para la crianza cívica de nuestros hijos, hay que expulsar el vehículo de muchos espacios dónde no se pueden compatibilizar los usos de las calles con estas molestas máquinas. Nuevos sonidos volverán a sorprendernos, quizá serán más parecidos a los chillidos que provienen de los patios de los colegios pero con menor concentración pues en un continuo de calles y barrios bien establecidas todo se reparte y diluye.
Ciertamente, muchas cosas han cambiado en Ceuta y España desde los tiempos felices de las calles de mi infancia; las máquinas han penetrado en todos los rincones de la existencia y han llegado a pervertir hasta los juegos infantiles. Ahora muchos niños juegan con los móviles y otros artilugios inmovilizantes; muchos son también los niños que van de una lado para otro en continua formación libresca o de gabinete (música, idiomas, baile,…..), pero no vivencial en los ámbitos de convivencia ciudadana, que es como decir en el medio ambiente urbano. Muchos de ellos existen para convertirse en los superhéroes de sus progenitores y no les queda tiempo para estar con sus semejantes a sus anchas ni para entender a base de ejemplos continuos y constantes, en el espacio común de la calle o el parque, que los seres humanos funcionamos en red y nos ocupamos en grupo de los más débiles. A conformar una idea del mundo ayudan los juegos y aprendizajes callejeros en libertad.
Más adelante, en otro artículo de opinión hablaremos con ejemplos concretos de la geografía ceutí sobre la importancia de los mercados en la vida de la ciudad y el diseño de los parques para que tengan éxito y alguna utilidad para el funcionamiento de la urbe.