Una de las cosas buenas de tener hijos, en plural, es verlos venir como a los sanfermines. No voy a poner distingos entre adoptados y biológicos, porque no los hay y si no me creen no tienen más que zapear el cazamariposas y ver un clon de su madre, con alteraciones faciales. En el circo de los hijos de papá nos ha salido una nueva estrella emergente, hija de la que en su tiempo lo fue, con renombre de la más grande.
La niña de la Jurado se nos casó mal y llenó paginas de prensa rosa, porque las andanzas, que las hubo y seguro que las recuerdan, fueron truculentas y muy bien documentadas.
Ahora la pequeña muñequita rubia de ojos azulados que hacía a su abuela darle más mimos que a su hija a adoptada, dando a las malas lenguas la tentación de rumorear que mas tiraban los leucocitos que los papeles legales, se ha hecho grande y ya debe de andar caminando los mismos pasos que la niña de la Pantoja. No sé si el diablo llama a los elegidos o ellos se ponen a sus pies, lo que sí sé es que en programas de distracción variada, por no llamarlos de telebasura, deben de estar frotándose las manos.
Hace reír en tiempos en que muchos tenemos que llorar de rabia, que esta gente se gane ese dinero de tal manera, por haber sido procreados, por llegar a la mayoría de edad y por vender privacidad, como si fueran vulgares integrantes de Gran Hermano. Después se quejan de que les salgan coláteres, cuando en el caso de esta niña de nombre Ro, su propio engendrador lo fue, porque que yo sepa, corríjanme si me equivoco, el único currículo que tenía el hombre, era el de haber ingresado en un cuerpo de funcionarios y aún hoy gracias a ese engendramiento, aún sigue en el plasma colaborando.
Después de conocer a la hija de la más grande, en el sentido bíblico, todo se desbordó y entró de lleno en la parafernalia de vivir del cuento, sin tarjeta opaca sino provisto de contrato de exclusiva. Así llevan muchos años viviendo algunos y otros siendo fagocitados y olvidados como el del pañuelito, Leonardo Dantés, que si no llega a ser por Segura se queda masticado por el tiempo. Ha sacado el padre de Torrente a más náufragos de la barca de la actualidad, como a Pajares y a Esteso, que es pequeña como patera y que nació pinchada y que aunque estés de pie y alces los brazos , antes o después , te tira al fondo del agua. Es curioso la saga de la Jurado, porque asusta, que esa mujer que trabajó tanto, se vea ajada en su memoria, por un hermano que es sacado en pixeles defecando en la playa, con su cuñada con depresiones contadas, su hija adoptiva zumbando estocadas, el que fue su marido en la trena y su hijo adoptivo, tratado en un centro. Carne de cañón les llaman pero yo no, que les llamo carne de papá y mamá, que contaron en párrafos impresos los tramites de la adopción y los presentaron tan contentos.
Ahora, la nietísima, como antes lo fue la del fascista, trotará los laminados platós llenos de gente ávida de llevarse unos euros a su cuenta, despellejándola. Gente que saca las entrañas y las expone, porque ya no tienen nada más que versículos impíos en la lengua.
No sé qué hemos hecho para gustarnos esto, no sé qué no hemos leído, qué senda hemos trazado para engullir a desmán y ser lo que comemos, terneras de pienso compuesto, seres que en vez de pensar , votan al publicitado, al que sale más guapo o al que nos da menos miedo.
Porque en el fondo todo lo que se nos expone, lo compramos , porque los cañones de luz nos ciegan , nos ceban y eructamos la componenda, maldecidores a ratos, con la venda puesta y luego a sacarnos los ojos, como Edipo, para poder seguir con la cruz de los pixeles a cuestas.