La vida de cualquier persona está llena de gestos aunque no todos tienen la misma importancia. No es lo mismo hacer gestos ante el espejo o en la intimidad de la familia que ante un tribunal que haya de juzgar nuestros actos.
Lo que de verdad importa es estar preparado para la hora de la verdad; esa en la que no caben dudas ni vacilaciones sino que hay que obrar con pleno conocimiento de lo que se hace, por qué y para qué se hace. Tengo la impresión de que hoy día abundan los gestos sin fundamento, sin verdadero valor, aunque a veces sean bastante llamativos y, efectivamente, dejan una señal de poca consistencia aunque ese gesto pueda haberse puesto de manifiesto por una gran cantidad de personas reunidas en plan de manifestación pública.
Creo que más que manifestaciones callejeras lo que necesitamos es un gran afán de hacer las cosas bien, de que nuestro trabajo sea correcto, tanto en el fondo como en la forma, y que sea motivo de afianzar la calidad de nuestra sociedad. Ésta es muy heterogénea en su composición pero tiene unos fines muy concretos a los que hay que dedicarle toda la fuerza de nuestra atención y capacidad de trabajo. Posiblemente serán necesarias determinadas correcciones y será bueno atender las sugerencias que se hagan por quienes tienen competencia para ello. Hay medios para hacer posible las sugerencias, indicaciones y hasta exigencias que se estimen necesarias, sin necesidad de alborotos, sino con toda la sencillez de la razón de la verdad.
Es totalmente comprensible que se haga notar la inquietud de quienes –por unas u otras razones– no tienen trabajo y no pueden atender las necesidades de sus familias. Esa es una cuestión que está, con todo su peso, en el alma de todos los españoles y de forma muy especial en la de nuestros gobernantes. Se trata de una necesaria reorganización del Estado en la que han de existir unas líneas de acción concretas para lograr que todos los españoles puedan trabajar y prepararse para los diversos trabajos a los que están en edad de formación. Esto es lo que hay que tomarse verdaderamente en serio, pues es una labor ingente y de una gran amplitud. Éste es nuestro gran trabajo a realizar, con toda minuciosidad dada su complicación y con el esfuerzo decidido de todos.
Hay, desgraciadamente, quienes no acaban de darse cuenta de nuestro grande y grave problema nacional y conviene que recapaciten en lo que tiene que ser su labor diaria, para que esté en línea con esos ejes principales de acción que se tienen en marcha y que, cada día, necesitan alientos, apoyos y esfuerzos decididos para el bien común. Se pueden mostrar opiniones, sin duda, pero éstas deben ser sensatas y adecuadas a la realidad que se vive. España es una Nación y su unidad no puede ser disminuida con juicios que no se corresponden ni con la oportunidad ni con alguna razón de verdadero valor para resolver y ni tan siquiera ayudar a resolver los verdaderos problemas que a nuestra Nación acosan.
Nuestra Nación necesita la máxima paz para llevar adelante una labor que no es la idea de unos cuantos sino un verdadero sentir nacional, con todos los matices que se pudieran argumentar pero sin atentar a la base de los principios en los que se basan las ilusiones y los trabajos de muchísimos españoles, que no piensan sólo en su beneficio o ideas sino en el bienestar de todos los españoles. Ese ha sido su sentir de siempre y ese mismo seguirá siéndolo, pues lo llevan en su alma.