La manifestación, como materialización del derecho colectivo a la libertad de expresión, es un elemento constituyente y consustancial de la democracia. Un sistema político fundamentado en la participación de la ciudadanía en la adopción de las decisiones públicas, tiene que proveer y potenciar todos los cauces que permitan conformar y conocer los estados de opinión de sus miembros en cada instante. No se trata, en ningún caso, de sustituir, suplantar o desacreditar el acto de la votación (supremo), sino de complementarlo. Es desde todo punto de vista imposible que de una papeleta se pueda inferir la opinión de un ciudadano sobre todos y cada uno de los hechos que acontecen durante un cuatrienio. Por eso la manifestación no pierde vigencia ni vigor en ninguna parte del mundo. Pueden cambiar las formas y el estilo; pero nunca la esencia. El ser humano siempre siente necesidad de hablar. Lo que si cambia significativamente es la diversidad, profundidad e intensidad con la que una comunidad se manifiesta. El grado de implicación y compromiso de los ciudadanos, el contexto social y el impacto de las decisiones cuestionadas, determinan el nivel de agitación callejera en cada coyuntura.
Ceuta siempre se ha distinguido por su escasa capacidad de movilización ciudadana. La gélida indiferencia ha secuestrado consuetudinariamente nuestra conducta social. Podríamos hacer un largo recorrido pon un sinfín de convocatorias incomprensiblemente fracasadas. Por ilustrarlo con algún ejemplo, apartado de las disputas partidistas, recordaremos la escasa asistencia para repeler el terrorismo o para protestar contra las navieras. Este sempiterno debate sobre la pasividad del pueblo ceutí, se ha reabierto actualmente con más acaloramiento, como consecuencia de la gravedad del momento. En todo el país la calle hierve. El sufrimiento y la desesperación llenan el espacio público exigiendo justicia. Un razonamiento lógico elemental llevaría a la conclusión de que Ceuta debería ser vanguardia de la movilización. No en vano es la Ciudad con más paro de España. Y sin embargo no es así. Las manifestaciones convocadas se saldan con un resultado discreto en el mejor de los casos. Las autoridades se ufanan de ello. El PP alardea de que en Ceuta sólo se manifiestan “los mismos de siempre”. Nos dispensan un trato despectivo y altanero, que persigue ridiculizar el calado de la discrepancia. Es una forma indirecta de decir que la inmensa mayoría que no se manifiesta está de acuerdo con sus políticas. El poder siempre sucumbe a la tentación de atribuirse como propia la abstención. No obstante, y aunque su intención sea perversa y torticera, lo cierto es que llevan razón. Siempre nos manifestamos los mismos.
Este es un hecho intrínsecamente preocupante, que a ninguna persona que profese afecto por esta Ciudad le puede resultar agradable. Paréntesis. No vale como argumento la descalificación de los convocantes. Es perfectamente comprensible que haya muchas personas que disientan de los sindicatos o de cualquier otra entidad convocante; pero ese sentimiento no les impide plantear y secundar movilizaciones alternativas. Lo que no parece una opción digna, en ningún caso, es el sofá particular. Retomamos. ¿Por qué la desidia perjudica a Ceuta? Ceuta tiene un serio problema de imagen. La visión de Ceuta que tienen muchos españoles, es que se trata de una población de advenedizos (funcionaros “residentes”), a los que sólo mueve el dinero y que son incapaces de identificarse con una causa que no sea su propia cartera.
Este concepto, muy extendido transversalmente entre los sectores más influyentes del país, nos ocasiona enormes perjuicios que se pueden ver muy agudizados en un futuro inmediato. Nadie se toma excesivo interés en resolver los problemas de unos mercenarios egoístas e insolidarios. La inconsciente y constante exhibición de apatía puede pasarnos una factura que quizá esté muy lejos de nuestro alcance.
Por ello “los de siempre” hacen un favor impagable a esta Ciudad. Representan y actúan como un factor de normalidad. Aunque de un modo tenue, transmiten la idea de que Ceuta es una Ciudad como otra cualquiera en la que preocupa el paro y la desprotección social. Hacen visible que en esta tierra también viven personas solidarias y luchadoras que quieren una vida mejor para todos, y no sólo para sí mismos.
Afortunadamente, “los de siempre” se mantienen firmes e inasequibles al desaliento. Empeñados en demostrar que esta Ciudad tiene vida más allá del plus de residencia.