La vida del agente de la Policía Nacional, Juan Ferrer, cambió radicalmente en la madrugada del pasado 15 de septiembre, cuando a punto estuvo de perder la vida en las cabañas ‘Miguel de Luque’. Aquella noche volvió a nacer. La suerte estuvo de su lado. Sus compañeros también, consiguiéndose así el arresto de quien, ahora entre rejas, espera juicio (por cierto ¿qué pasó con las medallas prometidas públicamente para los agentes que practicaron aquella detención?). Hoy, meses después, hemos querido acercarnos a la figura de Juan. Es una forma de que la gente sepa que aquel hombre que, tendido en la cama del hospital, se recuperaba de los graves cortes en la mano y en el cuello lo está pasando muy mal. “Mi vida ha dado un vuelco total, a veces me siento impotente”, cuenta Beatriz García Blasco en su crónica de hoy. Ahora se enfrenta a una complicada operación con el sueño de recuperar el 40% de la movilidad de su mano, porque las brutales lesiones que le provocaron aquella madrugada en las cabañas le han dejado con una mano prácticamente muerta.
Juan fue reconocido el día del Patrón, su historia conmovió a la ciudadanía tras conocerse el alcance de las lesiones y la violencia mostrada por el autor. Hoy, en compañía de su esposa, intenta salir adelante, sabiendo que su vida se la han cambiado sin que nadie le haya pedido permiso para hacerlo. Estas historias no deben caer en el olvido porque detrás de un suceso siempre hay una consecuencia en la que debemos detenernos.
El agente Juan Ferrer se merece que ahora la suerte esté, de nuevo, de su lado, simplemente para intentar que su vida vuelva a moverse por los cauces de la normalidad. Como nos cuenta Beatriz, “esperaba su jubilación tranquila, sin hijos, sin deudas, sin preocupaciones...” pero todo aquello cambió haciendo que el futuro inmediato que perseguía no sea el pretendido. El próximo 3 de abril se pondrá en manos del cirujano Gabino de Diego, entregándose a una recuperación para, cuando menos, volver a revivir aquello que le arrebataron.
La historia de Juan debe servirnos para que, con su reposada lectura, sepamos que los sucesos no son casos de un solo día, porque hay un después, hay unos dramas que tendemos a olvidar. Sus protagonistas merecen, cuando menos, que nos acordemos de ellos. Sus compañeros, sus jefes, sus seres más cercanos están de su lado. Hoy, ustedes también.