Sé que la mayoría de ustedes no van a entender mi columna. Perdonen. Pero es que hoy estas letras van dirigidas a unos amigos, unos luchadores, de los que tendré tiempo de dar sus nombres. Ahora es mejor esperar. A todo hay que darle su tiempo. El espíritu de lucha todavía pervive en una sociedad conformista, en la que no nos arriesgamos a buscar cambios para evitar que algo altere nuestra comodidad. No sabemos lo que tenemos, ni lo que disfrutamos viviendo en un país en el que el ser legal no es un problema para los que el destino nos ha buscado buena cuna. O al menos una apañada. Otros han nacido en un lugar, en un momento, en una situación que han considerado equivocada y por eso buscan el cambio, buscan lograr sus sueños, alcanzarlos. Para mí son unos valientes. Para otros son un problema. Y para la gran mayoría son 'cuestiones de trabajo' que se solventan con papeleos, trámites, burocracia, sin entender que detrás hay personas.
Piensen por un momento si ustedes no hubieran nacido en una sociedad como la nuestra, en un país en el que muchas veces nos quejamos de vicio, en un lugar en el que la lucha no existe porque otros se encargaron antes de luchar por nosotros. Piensen qué hubieran hecho. Después puede que entienden en qué consiste el espíritu de lucha que hombres y mujeres convierten en su forma de vida.
Confío en que los sueños de algunos se cumplan, en que los años hayan merecido la pena, en que el buen ejemplo demostrado sirva de algo. Lo espero, porque son muchos los que han luchado por ello, aunque lo hayan hecho dentro de un margen de comodidad que no tiene la connotación de existencial. Sencillamente porque en ello no nos va la vida, sólo el cariño, el deseo y la querencia.
Ojalá se cumpla el futuro esperado en estos años. Habéis sido un ejemplo.