{jcomments on}Paraíso de la droga, cantera de yihadistas, escenario del supuesto barrio más peligroso de España, castigada frontera sur de Europa...
Al abultado rosario de tópicos que adornan la maltratada imagen de Ceuta al otro lado del Estrecho le ha florecido un nuevo compañero de viaje. Y el argumento en esta ocasión anidaba de forma inesperada a la nada despreciable distancia de 2.630 kilómetros, la línea recta imaginaria que une la ciudad con Berlín, la capital alemana que estos días ha vivido sumida en la celebración del 25 aniversario del desmoronamiento del Muro que la aisló en dos durante un puñado de décadas.
Poco tendría que salpicar a Ceuta la efeméride y el recordatorio del funeral definitivo de la Guerra Fría si no fuera porque a alguna mente se le ocurrió la pasada semana trazar un particular mapa de los muros que, un cuarto de siglo después de caer el germano bajo el peso de la piqueta, aún sobreviven en los puntos más recónditos del planeta. La primera bengala la lanzó la influyente BBC y el resto de medios internacionales, deslumbrados por el fogonazo, se hicieron eco. El vértigo de las redes sociales provocó el resto.
La televisión pública británica aseguraba en su especial que, “dos décadas y media después de la caída del muro de Berlín, el mundo sigue plagado de barreras que dividen a países, pueblos y familias de Brasil a Uzbekistán, de Cisjordania a México”. Y ahí Ceuta y Melilla aparecían en el mismo saco que la muralla que distancia a palestinos de israelíes, la que en su día alimentó el odio entre unionistas y separatistas en Irlanda del Norte o la que niega la reconciliación definitiva a griegos y turcos en Chipre o a coreanos al sur y al norte del paralelo 38.
“Los 8,2 kilómetros de alambrada en Ceuta y 12 kilómetros en Melilla se han ido modernizando desde su construcción en los años 90. Las avalanchas de inmigración ilegal a territorio español registradas a principios de 2000 obligaron a las autoridades españolas y europeas a reforzar la seguridad”, relataba la BBC equiparando el control inmigratorio a la división de comunidades religiosas sobre un mismo territorio o a la escisión de países. La comparación incluso sublevó la pasada semana al presidente de Melilla, Juan José Imbroda, que llegó a tachar de “idiotas” a quienes defienden el, a su juicio, incongruente paralelismo.
La teoría estaba ya lanzada y ha recorrido medios internacionales por todo el globo. El último ejemplo, en la cadena pública Venezolana de Televisión, que el martes presentaba su reportaje con un elocuente: “Cayó el muro de Berlín, pero otros muros de la vergüenza siguen en pie impunemente. Las vallas de Melilla y Ceuta, ciudades españolas en África, son ejemplos de esta infamia que se suman a las construidas por Israel y EEUU”. Berlín nos ha traspasado su cemento.