Ni las colas con sus consiguientes retenciones masivas, ni los controles específicos derivados de la alerta de seguridad comunicada por Marruecos ante el temor de acciones ejecutadas por retornados de Siria,
ni la belicosidad registrada en el entorno fronterizo que ofreció su cara más dura el pasado martes cuando una lluvia de piedras dejó a más de 40 lesionados a uno y otro lado de la frontera, han influido en el uso del paso del Tarajal como vía para facilitar la entrada irregular de subsaharianos. En lo que va de verano esta vía de pase se ha convertido en un auténtico filón para la población subsahariana que puede pagarse un hueco en un vehículo. Aunque no se quieren facilitar cifras oficiales, se tiene constancia de que en esta última semana ha conseguido la entrada a Ceuta por esta vía más de una docena de inmigrantes. Es un goteo imparable al que las fuerzas de seguridad no han podido poner veto a pesar de que se han articulado sistemas de vigilancia orientados específicamente al registro de vehículos para la detección de sin papeles.
Las pequeñas redes dedicadas a la captación y posterior introducción de subsaharianos consiguen sortear un control que, se supone -o al menos está concebido para ese fin-, debe ser prácticamente inviolable.
Algo falla para que las entradas de hombres y mujeres se están sucediendo de esta manera sin que las fuerzas de seguridad lo sepan, teniendo únicamente constancia del pase una vez que los inmigrantes acuden por sus propios medios a la Jefatura Superior para informar de su entrada y conseguir, así, entrar en el CETI.
La Policía marroquí, al igual que la española, ha interceptado y detenido a personas implicadas en este tipo de pases, sin que se haya podido cerrar una vía exitosa para los subsaharianos y valorada económicamente para quienes lo alimentan cobrando entre 4.000 y 6.000 euros por esta forma de entrada.
El CETI acoge en la actualidad a poco más de 600 inmigrantes, siendo la población subsahariana y la siria la más elevada, siguiendo en tercer lugar la argelina y estancando en casos aislados la que protagonizan los asiáticos oriundos de Bangladesh o Paquistán.