Un mes de intentos constantes
Cruzar el vallado se ha convertido en una odisea para la población subsahariana que espera al otro lado. Una y otra vez intentan pasar a Ceuta, una y otra vez intentan cruzar ese muro y una y otra vez se topan con los férreos controles de los agentes marroquíes que, de forma constante, peinan los montes.
La pasada madrugada cientos de jóvenes han querido probar suerte, pensando que esta vez sí podían tenerla de su lado. Ha sido imposible, como lo ha sido durante estas últimas semanas. Porque casi a diario, en el último mes, se han pretendido incursiones por la valla o por la propia frontera.
Un muro para la inmigración
Al otro lado, en los montes, la población subsahariana está desesperada. Son hombres fuertes que soportan las batidas constantes de Marruecos, cuyos agentes con perros registran todos los rincones.
Son hombres fuertes que intentan mantenerse en los campamentos como pueden, que buscan en la unión la fuerza, que tienen que buscarse la manera incluso de conseguir alimento porque salir a la carretera es arriesgarse a una detención segura.
Lo que simboliza el vallado
Lo que ha ocurrido esta madrugada es el reflejo de lo que está pasando todas estas noches. Se cree que muchos de los que están intentando cruzar son las mismas personas, las que se han salvado de las batidas marroquíes, de las detenciones y traslados en camiones lejos del entorno perimetral.
Las oenegés que trabajan al otro lado de la valla denuncian las malas condiciones en que se encuentran, ponen de manifiesto la situación que rodea a los que siguen en los montes y así permanecerán hasta que logren cruzar a este lado. Porque pasar esa línea es, sencillamente, tener un futuro o al menos disponer de la posibilidad de disfrutarlo.